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La 'banca en la sombra' que causó la crisis sigue fuera de control una década después

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Diego Larrouy

Recientemente se ha conmemorado el décimo aniversario del desplome de Lehman Brothers. La primera ficha de dominó de una crisis financiera que se convirtió en global. Como detonante figuró aquel producto financiero complejo conocido como hipotecas subprime. Una década después, la banca en la sombra, donde se encuadraría aquella práctica, está todavía de relieve y tanto el Banco Central Europeo como el Fondo Monetario Internacional han puesto sobre la mesa los riesgos que plantea todavía hoy.

Banca en la sombra es un término que hace referencia a aquellas actividades financieras que se encuentran fuera del ámbito de los controles y la supervisión a la que se enfrenta el sistema bancario. Engloba a vehículos como los fondos de inversión, de pensiones, de capital riesgo y otra serie de productos y derivados financieros. Surten al mercado de financiación sin cumplir con las mismas normas que las entidades bancarias.

El caso de las hipotecas subprime es uno de los que se pone como ejemplo de qué es la banca en la sombra. Un producto, las hipotecas de dudoso cobro, que los bancos venden a terceros para sacar de sus balances riesgos y así poder cumplir con las exigencias de capital y de solvencia a las que están obligados. Sin embargo, este riego no desaparece, pero deja de estar bajo el paraguas de la supervisión bancaria. Y así ocurre con otra serie de productos y operaciones que se producen en los mercados financieros.

En los últimos días, el FMI en su congreso anual ha puesto este tema como uno de los principales riesgos para la economía global, junto con las guerras comerciales o el excesivo endeudamiento de empresas y estados. Se ha sumado a un reciente informe del BCE en el que aseguraba que “el fuerte crecimiento de la banca en la sombra de los últimos años necesita un control más próximo”.

Según datos del supervisor bancario europeo, el 40% de todo el sistema financiero europeo está en manos de la banca a la sombra. Aunque el año pasado tuvo un ligero freno, prácticamente no ha dejado de crecer desde el inicio de siglo, cuando tenía un tamaño en torno a una cuarta parte del actual. La llegada de la crisis y las restricciones de los bancos a la concesión de crédito ha sido un catalizador para la búsqueda de otras vías de financiación para empresas. No todo lo realizado por estos fondos se considera banca en la sombra, pero sí cuando realizan operaciones bancarias.

De hecho, el BCE apunta que hay un efecto positivo con el crecimiento de estos vehículos. Se surte a las empresas y los estados de vías alternativas de financiación. Sin embargo, paralelamente, el hecho de que se realicen actividades bancarias sin las mismas obligaciones que la banca tradicional, puede añadir más riesgos al sector en caso de una nueva crisis en el mercado.

Aunque pueda parecer que la banca tradicional y estas formas alternativas de financiación sean vehículos separados, lo cierto es que el BCE sitúa como principal riesgo para el sistema su interconexión. En concreto, la banca en la sombra es una fuente de financiación importante para el sistema bancario, y ha crecido en los últimos años hasta alcanzar un nivel de 2,2 billones de euros, según el supervisor bancario.

Un estudio del FMI publicado en primavera sugería que era necesario aumentar el estudio sobre el funcionamiento de la banca en la sombra ya que, en la práctica, contenía un endeudamiento de la banca tradicional que se sitúa fuera de su balance, debido a los derivados financieros o los contratos conocidos como colaterales.

El FMI ha asegurado en los últimos días que aunque se han ido solucionando algunos de los aspectos de la banca en la sombra que causaron la crisis anterior, han surgido en los últimos años “nuevos riesgos sistémicos”. En concreto, apuntó al fuerte incremento que está teniendo en China y en algunos de los mercados emergentes y que esto puede conllevar un aumento de los riesgos para el resto del sistema.

Y es que otra de las ideas que aportan estos organismos es que la banca en la sombra no se circunscribe a un mercado concreto, sino que hay una conexión transnacional por la naturaleza de estos fondos. El Financial Stability Board (FSB), un organismo que incluye a los bancos centrales de las principales economías del mundo incluido España, asegura que existe una cierta concentración por países, ya que buena parte de los fondos, con presencia internacional, están en su mayoría controlados desde países como Luxemburgo, Islas Caimán, Irlanda, Reino Unido o Estados Unidos. Esta concentración se vive también a nivel europeo, con media docena de países, entre los que no está España, donde se encuentra hasta el 90% de la banca en la sombra.

De hecho, el peso en España de la banca en la sombra es notablemente inferior al de la media europea. Según un informe de este año del Banco de España, esta financiación supone en torno al 6% del conjunto del sistema financiero, muy por debajo del nivel europeo. supone apenas el 0,7% del total mundial. Pese a esto, el crecimiento de los últimos años llevaba al organismo a hablar de la necesidad de “monitorizar” su evolución.

A los grandes fondos de inversión y otros vehículos financieros más complejos, puede unirse en los próximos años las fintech dentro del seguimiento a la banca en la sombra que hacen organizaciones como el BCE o el FSB. Ambos organismos apuntan en sus respectivos informes que su rápido crecimiento puede tener un impacto en este campo. Son empresas de carácter tecnológico que aportan unos servicios financieros sin estar plenamente incluidos en la regulación bancaria, esto puede suponer un aumento de los riesgos del sistema, apuntan.

En definitiva, la banca en la sombra son instrumentos de inversión o de servicios financieros plenamente legales y ninguna de las organizaciones plantean prohibiciones. El temor de éstas se basa en la necesidad de que la supervisión del sector financiero tenga a estos vehículos en cuenta y evite la toma de riesgos excesivos para el sistema.

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