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Comienza la recta final del TTIP sin acuerdo en denominaciones de origen y grandes contratos públicos

Imagen de archivo de una protesta contra el TTIP.

Pablo García

Bruselas —

El lunes 25 de abril tendrá lugar en Nueva York la 13º ronda del TTIP, el Tratado Transatlántico de Libre Comercio que negocian la Unión Europea y Estados Unidos. Una ronda que llega marcada por las prisas y los escollos difíciles de superar: mientras por un lado la Comisión Europea –que negocia el TTIP en nombre de toda la UE– insiste en que “es posible” todavía encontrar un acuerdo durante la Administración Obama (cuya presidencia vence a principios de 2017), por otro el Ejecutivo comunitario reconoce que hay capítulos cuya solución se desconoce por completo.

“Aún no hay acuerdo en, sobre todo, dos cuestiones muy difíciles”, avanzan fuentes comunitarias antes de ir a Nueva York. La primera son las grandes contrataciones públicas, el public procurement en inglés, en el que por ejemplo entraría la obra pública civil; en este apartado EEUU, un país considerado como un símbolo del liberalismo, ejerce un proteccionismo explícito desde los años 30 que beneficia a sus compañías y trabajadores y que poco tiene que ver con el libre comercio de bienes y servicios.

El segundo problema es un viejo escollo con pocos visos de solución: las denominaciones de origen, o en la jerga internacional las indicaciones geográficas protegidas. Europa reconoce las especifidades regionales y Washington no, y ahí radica el problema: el jamón de Jabugo, el vino de Burdeos, el queso de Parma, las salchichas de Baviera, todos ellos pueden producirse en cualquier parte de Estados Unidos.

“Es un capítulo que se dejará para la parte final”, señalan fuentes de la Comisión Europea. Dejar hoy algo para el final de la negociación del tratado significa solo unos meses más, de acuerdo con los planes de la Dirección de Comercio Internacional de la Comisión, que tutela la comisaria Cecilia Malmström.

“La normativa estadounidense, con algunas excepciones, protege las denominaciones bajo la legislación relativa a las marcas pero no de manera específica”, explica la profesora de Derecho Internacional Adoración Guamán. “En EEUU el objetivo no es proteger una determinada producción sino evitar la confusión del consumidor”.

La profesora, autora de un reciente libro crítico con el TTIP, avanza un caso ejemplarizante sobre denominaciones de origen y libre comercio ocurrido hace poco que puede anticipar lo que suceda en las próximas negociaciones. “Estados Unidos ha sido uno de los oponentes más serios frente a las pretensiones del establecimiento de la protección de las denominaciones de origen a nivel internacional. Nada hace esperar que esta postura cambie, cuando, por ejemplo, en el Tratado Transpacífico (TPP) firmado por doce países, entre ellos EEUU, el 4 de febrero en Nueva Zelanda, se ha prohibido la protección de las denominaciones de origen”, señala. 

La preocupación de los productores europeos también influye. Y apenas hay debate sobre la cuestión de las denominaciones de origen, que está en un callejón sin salida. Hace pocas semanas, el Partido Popular Europeo presentó un documental en el Parlamento Europeo sobre las bondades que tendrá el TTIP para el sector del vino cuando la propia Comisión ha dicho que no hay avance en este terreno.

Lo público en discusión

La cosa tampoco avanza en las, ya mencionadas arriba, contrataciones públicas. En Estados Unidos está en vigor desde 1933 la Buy American Act, que es una ley que blinda de facto los mercados públicos estadounidenses a los inversores extranjeros. Un megacontrato público sería así pues ventajoso para las firmas estadounidenses. Se estima que el mercado de EEUU de contratos públicos está abierto un 32% a la inversión extranjera, mientras que en la UE la apertura del mismo sector va hasta el 85%.

Fuentes del Departamento de Comercio de EEUU –que negocia el TTIP en nombre de Washington– citadas por la edición estadounidense del diario Politico confirman que las posturas están distanciadas. “No esperamos nada en el apartado de los contratos públicos”, avanzan estas fuentes. “Si hubiera cambios en la Buy American, el Congreso estadounidense se opondría con uñas y dientes”.

Hay igualmente apartados relevantes que quedan por clausurar, como el acceso a los mercados, que tanto interesa a algunos estados miembros de la UE (Francia) y en el que no hay avances significativos. Pero el calendario que se ha autoimpuesto la Comisión deja poco margen.

Un lobbista estadounidense citado por Politico confiesa que las prisas se notan en la manera de negociar. “La Administración está al borde de un ataque al corazón. Se está trabajando a la desesperada por encontrar un acuerdo”. Aparte de Hillary Clinton, otros aspirantes a suceder a Obama como Donald Trump o Bernie Sanders han denunciado, por la derecha y por la izquierda, el TTIP. De ahí la importancia para Bruselas de llegar a una “conclusión política”.

Hay quien ve imposible que se pueda cerrar acuerdo alguno durante la Administración Obama. “Hay cierta molestia entre los negociadores europeos rumoreando que la parte estadounidense 'no tiene la misma disposición'”, señala Tom Kucharz, de Ecologistas en Acción. “El informe de la Comisión Europea de la 12º ronda de negociaciones (febrero) no dice mucho, excepto cuando se lee entre líneas. Ahí podemos ver dónde progresan y dónde no las negociaciones”.

Según Kucharz, los mayores contratiempos aparecen en “servicios, cooperación reguladora, compra y licitación pública, denominaciones de origen y los sectores químico y sanitario-fitosanitario”. Para Kucharz, cerrar la negociación este año es imposible. “El mismo jefe negociador de EEUU, Froman, ha reconocido con ocasión de la última ronda de negociación (febrero 2016) que no será posible cerrar las negociaciones antes de la salida de Obama de la Casa Blanca”, dice.

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