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El 'gran Madrid': de dónde salen las 200.000 personas por las que habrá cuatro diputados más

Los madrileños escogerán a cuatro diputados más este 4 de mayo

Analía Plaza

25 de abril de 2021 21:04 h

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Solo han pasado dos años desde las últimas elecciones a la Comunidad de Madrid, pero el número de diputados electos en la Asamblea regional aumentará de 132 a 136 debido al incremento poblacional. La explicación es sencilla y no tiene en cuenta los cambios de la pandemia: en 2019 se utilizó el padrón de 2018 y en 2021 se utilizará el de 2020. Entre ambos, que miden la población empadronada, hay un salto de 201.809 personas.

La región pasó de 6.578.079 a 6.779.888 habitantes, procedentes fundamentalmente de la inmigración extranjera. De estos, están llamados a votar 5.112.658. Tras años de retroceso por la crisis, desde 2015 Madrid creció por encima del 1% anual.



“La relación es directa. Madrid, como otras ciudades, apenas tiene capacidad autógena para crecer”, señala la socióloga Concha Denche. El crecimiento vegetativo —la diferencia entre nacimientos y muertes— descendió entre 2018 y 2019, de 10.955 a 8.576, una tendencia que irá en aumento. Y no solo por la elevada esperanza de vida y el descenso de la natalidad: también porque hay menos mujeres en edad fértil.

Las mujeres que hoy están en la treintena nacieron en los 80, cuando empezó a caer la natalidad. “Las generaciones que están en edad de construir familia son más pequeñas. Han ido naciendo menos hijos, así que cuando estos tengan sus hijos serán menos”, continúa Denche. En otras palabras: ni aunque hubiera un baby boom revertiríamos la situación. Y la pandemia no la mejora, porque muchas parejas que tenían previsto irse a vivir juntos o tener hijos lo han retrasado. En enero, la natalidad cayó un 23%.

Madrid crece, por tanto, gracias a la gente que viene de fuera. “La inmigración forma parte de su historia. En el año 1948 llegó a crecer al 12,5% anual, mucho más rápido que ahora”, añade la socióloga. “La diferencia es que entonces la población llegaba de la España interior en busca de una oportunidad. Y ahora viene de otros países”.

Hasta la pandemia, el saldo migratorio interno —gente que llega de otras provincias españolas menos gente que se va, un dato que parte del padrón pero al que se aplica tratamiento estadístico para afinar— también era positivo. Pero en el primer semestre de 2020 hubo un pequeño éxodo y fue negativo, de -1.264 personas. Está por ver si la situación es coyuntural o permanece en el tiempo. Los expertos consultados sostienen, en cualquier caso, que los movimientos internos están marcados por dos fenómenos: universitarios y profesionales de alta cualificación que se instalan en Madrid y jóvenes con menos renta obligados a irse, tanto a la periferia como a las provincias limítrofes.



No es casual que las dos provincias que más han crecido en 2020 sean, con datos provisionales, Guadalajara y Toledo. “Su crecimiento procede la influencia urbana de Madrid, que se convierte en una gran región metropolitana que excede sus límites”, dice Luis Enrique Otero, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense. “En estas provincias se están desarrollando importantes promociones inmobiliarias. El precio del suelo es más barato, así que la gente se marcha”.

Una gran mancha de aceite

El crecimiento de Madrid es “bastante normal” comparado con otras capitales europeas, continúa Otero. De hecho, en las últimas décadas se ha ralentizado por la gentrificación. No es una dinámica nueva: el precio del suelo ha distribuido históricamente a la población.

“Cuando en 1860 se aprueba el ensanche, ya estaban los arrabales de Chamberí y Peñuelas. Los precios habían expulsado a la población. Es una constante histórica, que en 1950 se tradujo en la adhesión de los municipios limítrofes”, dice. En esa década, Madrid se comió a Aravaca, Barajas, Canillas, Canillejas, Carabanchel Alto, Carabanchel Bajo, Chamartín, El Pardo, Fuencarral, Hortaleza, Vallecas, Vicálvaro y Villaverde. El proyecto franquista para anexionarlos se llamó Gran Madrid.

El gran aluvión de los 60 y 70, cuando llegaron miles de personas del campo, es importante para entender dónde estamos hoy. “Entre los 60 y 80 se construyen el barrio de la Concepción y Moratalaz. Es la nueva periferia, a la que van jóvenes matrimonios que empiezan a ser clase media. Al tiempo, las chabolas de Orcasitas, el Pozo del Tío Raimundo y San Blas acogen a la población del campo”, cuenta Otero. “Con la la democracia, el movimiento vecinal da lugar a la Operación de Barrios en Remodelación y se construye vivienda digna en esos barrios”.

[En la periferia] funciona un modelo de emulación social. No puedo vivir ahí, pero quiero triunfar. Me voy al unifamiliar.

Mientras en esas periferias —sur y este— se instalan clases medias y bajas, en el norte se construye para las altas. Puerta del Hierro, La Moraleja, Aravaca. Barrios de chalé y jardín, de baja densidad, inspirados en el urbanismo estadounidense.

“A las generaciones pudientes se les vende que la ciudad está congestionada y este es el ideal. Cuanto más cerca de la ciudad, más caro es el suelo. Puerta del Hierro y La Moraleja son prohibitivos, pero hay un modelo de emulación social. No puedo vivir ahí, pero quiero triunfar. Me voy al unifamiliar. Según te alejas de Madrid, disminuye el tamaño de las casas hasta llegar a los adosados. En Majadahonda y Las Rozas hay hileras. Este modelo se traslada al sur: Getafe, Alcorcón, Leganés”. Un derivado de las hileras son las urbanizaciones cerradas, un tipo de ordenamiento muy utilizado en los Programas de Actuación Urbanística (PAU), que hasta las pasadas elecciones eran un caladero de voto de Ciudadanos.

A partir de los 90, continúa, “la población con menos renta no viene del campo sino de otros países. Y se instala en las barriadas de clase trabajadora del desarrollismo. ¿Por qué? Porque solo quedan residentes originales. Los hijos de esos propietarios se han ido a los chalés”.

A grandes rasgos, el crecimiento reciente de la región ha funcionado así: clases medias a la corona, inmigración a las viviendas urbanas de menor calidad. “En Madrid hay un 15,3% de población extranjera, pero en algunos distritos (Puente de Vallecas, Usera, Carabanchel, Centro y Tetuán) se dispara a más del 20%. La sustitución se produce por dos razones: porque los hogares envejecidos mueren y porque hay quien ve la oportunidad de salir”, dice Denche. “Me voy a un adosado. Una casa mejor para unos y una casa para otros. Aunque hay más fenómenos: en el centro o Moratalaz la sustitución la hacen los jóvenes españoles”.

Entre 2018 y 2020, el número de extranjeros en Madrid creció en casi 130.000. Las nacionalidades con mayor crecimiento son la venezolana, colombiana, peruana y hondureña, pero la rumana es la mayoritaria en la región. Los ecuatorianos y colombianos lideran las nacionalizaciones, si bien en esta campaña los focos están puestos en la población venezolana, muy movilizada políticamente en favor de la derecha (aunque no se sabe con exactitud cuántos pueden votar). Los venezolanos están más repartidos por la ciudad: no solo se instalan en el sur, también en distritos pudientes como Salamanca, Chamartín y Retiro.

“La población migrante se instala en el sector servicios y de los cuidados. Hay población rumana vinculada al servicio doméstico y población latinoamericana vinculada al cuidado de personas mayores. Y luego están la hostelería y la construcción y hogar, pintores, montadores y repartidores, de origen latinoamericano. Son trabajos en los que es más raro encontrarte a un español”, continúa Otero.

¿Cómo impactan estos cambios demográficos en el voto? Joaquín Recaño, demógrafo e investigador del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de Barcelona, considera que la llegada de inmigración extranjera desplaza la base tradicional de la izquierda, al tiempo que la entrada de personal cualificado y el movimiento a la periferia 'derechiza' a la población.

“Hay una movilidad social que va de que, aunque tú no te muevas, subas un escalón cuando los inmigrantes se colocan por debajo. Coslada, Torrejón y otros municipios eran socialistas, pero en poco tiempo pasaron a tener alcaldes del PP”, dice. “El obrero tiene poco recorrido entre los partidos de izquierdas: Madrid es una sociedad de servicios. Ciertos discursos se tienen que actualizar”.

Lo que hace Iglesias hablando de 'gente trabajadora' es construir la clase. Es el mismo proceso que decir que todos somos clases medias

José Mansilla Antropólogo

La baza de la izquierda para estas elecciones es la movilización: del sur y del Corredor del Henares, de las zonas de menor renta que suelen abstenerse más. Pablo Iglesias apela a “la gente humilde” y “los barrios trabajadores”. “Las clases son categorías útiles: tú no te levantas siendo clase obrera, hay alguien que te pone ahí. Lo que hace Iglesias es construirlas”, valora el antropólogo José Mansilla. “Es lo que se consigue al decir que todos somos clase media. O que Madrid es libertad. El discurso contribuye a construir la realidad social. Y llevamos años estigmatizando la clase obrera. Nadie quiere ser así. Dar la vuelta a eso requiere mucho trabajo”.

La izquierda se enfrenta a 25 años de hegemonía del PP, que encima absorbe al votante de Ciudadanos. “El PSOE está lejos de beneficiarse de las fugas de votantes de Ciudadanos. Ayuso capta bien a las clases medias acomodadas y con aspiraciones”, indica el analista político Eduardo Bayón. “El PP madrileño deja de lado las cuestiones conservadoras y juega a lo neoliberal. Y es la primera fuerza entre titulados universitarios, algo que a nivel nacional no pasa, y que tiene que ver con el tipo de profesional que hay en Madrid. El votante que se ha ido a una zona dormitorio, tiene trabajo y lleva 25 años acostumbrado a servicios públicos reducidos está interesado en bajadas de impuestos. Su modo de vida está alejado del modelo de bienestar socialdemócrata: más impuestos y mejores servicios”.

¿Hacia un Madrid D.F.?

Tras décadas de grandes migraciones a la gran ciudad, que haya gente que abandone es noticia, pero no necesariamente una tendencia a largo plazo. Los datos anteriores a la pandemia demuestran que la gente sigue llegando a Madrid, pero también que hay miles de movimientos internos hacia la periferia. Más gente sale hacia la Comunidad de la que entra a la ciudad. En 2019 entraron a Madrid 35.000 personas de otros municipios madrileños y salieron 48.000, siendo Rivas, Getafe, Leganés, Alcobendas y Móstoles sus destinos preferidos.

En la siguiente tabla mostramos los municipios que más crecieron entre 2018 y 2020, los años para calcular los escaños del 4M.



“Son movimientos intramunicipales intensos. Te explican que mucha gente se va a otras zonas porque no puede mantenerse”, dice la socióloga Concha Denche. “¿Qué va a pasar ahora? En el padrón de 2020 veremos exceso de mortalidad, menor número de nacimientos y menor número de inmigrantes, de gente que no haya podido venir. Pero es una situación excepcional”.

Dentro de la ciudad no queda mucho suelo por desarrollar. Están los PAUs del sureste (El Cañaveral, Los Berrocales y Los Ahijones) y el futuro Madrid Nuevo Norte (la Operación Chamartín). Para Denche, que la ciudad siga atrayendo gente no depende tanto de que haya más vivienda como del acceso a esta. Si la Operación Chamartín sigue adelante, pronostica, “veremos más segregación entre norte y sur. Concentras la actividad en el norte y en el sur dejas la mano de obra excedente, la que hace aquellas funciones que la ciudad necesita pero no quiere”.

Los consultados dibujan un futuro metropolizado y extendido, una mancha de aceite aún más grande, más parecida a las áreas de influencia de París y Londres que a Nueva Delhi, México DF o Pekín. “No sabemos exactamente qué ha pasado este año, pero entendemos que ha salido gente hacia la periferia menos densa. Con el teletrabajo desaparecen muchos trayectos diarios. Resurgirán espacios intermedios: municipios cercanos a la ciudad, sin padecer las limitaciones del espacio rural”, dice Recaño.

El historiador Luis Enrique Otero opina igual. “En Europa, la red de comunicaciones permite distribuir a la población. La alta velocidad aumenta el área de influencia, ya no a 60 o 70 kilómetros sino a 300”, concluye. “No veo en Europa esas macrourbes de 30 o 40 millones de habitantes. La movilidad permitirá un modelo de ocupación más descentralizado”.

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