“El horizonte no puede ser una sociedad que dé una renta al hijo del millonario o al parado indigente”
Alfredo D'Attore, nacido en 1973 en la región de Basilicata, en el sur de Italia, es doctor en filosofía por la Escuela Superior Sant'Anna de Pisa y diputado en el Parlamento italiano, donde entró en 2013 de la mano de Pier Luigi Bersani. Abandonó el Partido Democrático en 2015 por desavenencias con Matteo Renzi para unirse al grupo parlamentario de Sinistra Italiana-Sinistra Ecologia Libertà.
La semana pasada, estuvo en Madrid invitado por las asociaciones española Red MMT e italiana Rete MMT junto con la economista Pavlina Tcherneva para un encuentro con diputados de Unidos Podemos en el acto público “Desempleo 0%”. D'Attore cuestiona las bondades de una renta básica y defiende que es un trabajo digno lo que un gobierno de izquierdas debe garantizar.
¿Puede hablar acerca de este viaje?
Es importante que las fuerzas de la izquierda europea que quieran desafiar a la UE y al euro empiecen a hablar, saliendo de un discurso antiausteridad genérico y sentando bases claras para una nueva política económica y para un cambio detallado del actual marco europeo. Considero valiosa la reunión con los economistas y dirigentes de Podemos bajo el impulso de la MMT, y un primer paso hacia un nuevo modelo de política económica radicalmente alternativa a las dos últimas décadas, sobre el que deben trabajar las fuerzas de la izquierda crítica. Ya no basta la denuncia, hay que marcar otra ruta.
Propuestas como el programa universal de empleo de transición, ¿son centrales para esta nueva política económica?
El desempleo es el problema número uno que la izquierda debe abordar. Me es impensable una izquierda que no ponga en el centro el objetivo del pleno empleo de calidad. La renta se debe ver como una herramienta complementaria. El horizonte no puede ser una sociedad que dé un mismo ingreso universal al hijo del millonario o al parado indigente. Hay que poner a todos en condiciones de tener un empleo digno. Para ello tenemos que poner en juego el papel económico del Estado, que la estructura actual del euro impide.
Usted sale del Partido Democrático. ¿Puede hablar de su trayectoria personal, y lo que Izquierda Italiana (Sinistra Italiana) ofrece?
Tenemos que reconstruir un hogar político para millones de ciudadanos que ya no lo tienen, porque el Partido Democrático ha cambiado de piel, se ha convertido en un partido del establishment que hace lo que interesa a los poderes tecnocráticos europeos y no a los ciudadanos y trabajadores italianos. Necesitamos una nueva fuerza política del lado de la fuerza de trabajo, que vuelva a hacer de la justicia social un objetivo central, que se proponga cumplir íntegramente la Constitución después del referéndum del 4 de diciembre. Será un largo camino.
¿Izquierda Italiana quiere ir en una dirección diferente del Movimiento Cinco Estrellas como movimiento de base?
En el Movimiento Cinco Estrellas hay muchas energías saludables. Es un caleidoscopio en el que hay elementos completamente contrarios entre sí, con el objetivo de reordenar el discurso político según el discriminante viejo/nuevo. El problema es que algunas ideas que propugna son antiguas. A menudo se reafirman en posiciones antiestatales, liberales, que en realidad hacen que no sea una verdadera fuerza de cambio. También lo demuestra su posicionamiento europeo, donde ha dado bandazos desde el apoyo a la derecha nacionalista de (Nigel) Farage hasta el intento de unirse al grupo más proeuropeo, señal de confusión estratégica. Espero que un nuevo polo progresista en Italia pueda desafiar a Cinco Estrellas para realmente enfrentarse a gobernar el país sobre la base de una perspectiva progresista, compatible con nuestra Constitución.
¿Cuáles son las perspectivas electorales de Izquierda Italiana?
Estamos al comienzo. Tendremos el congreso fundacional en febrero donde empezaremos a definir nuestra identidad política y programática. No sé cuándo habrá elecciones. Podría agotarse la legislatura porque no se pueda aprobar antes una nueva ley electoral. En Italia necesitamos una nueva ley electoral más proporcional, que restablezca el principio de representación. Luego, construir una nueva alianza de gobierno en la que las fuerzas progresistas puedan desafiar a las muchas energías saludables del Movimiento Cinco Estrellas para una perspectiva de cambio real en el país. Italia debería evitar una alianza antisistema entre el Movimiento Cinco Estrellas y la Liga, que correría el riesgo de conducir al país a la confusión, habida cuenta de las inconsistencias programáticas entre estos dos partidos, y dentro de ellos. También sería erróneo un frente unido de partidos bienpensantes contra estas fuerzas.
Un nuevo polo progresista debe instar al Movimiento Cinco Estrellas a construir un gobierno de cambio. Para este camino hay que recuperar muchas energías que hay en el Partido Democrático, que no es sólo Renzi. Contiene todavía gran parte de la izquierda, y por tanto la iniciativa de Izquierda Italiana debe volcarse en determinar un cambio en ese mundo.
¿Las figuras visibles son usted y Fassina?
Yo y Fassina, entre los que venimos del PD. Hay otros exponentes como Frantoiani, Scotto... Potencialmente una nueva clase dirigente de cuarentañeros que trata de abrir un nuevo proceso con la conciencia de las propias limitaciones. Las fuerzas actuales de Izquierda Italiana no bastan. Es el primer paso de una operación de recomposición de la izquierda, y de construcción de una nueva cultura política, porque necesitamos una nueva idea. No se trata simplemente de dar carpetazo a los tres años de Renzi, sino de corregir los graves errores que el centro izquierda cometió antes.
Hay que poner en su lugar un nuevo pensamiento económico. Reconciliar la idea de Europa con el principio de la soberanía democrática y con el modelo de sociedad de las varias constituciones antifascistas, comenzando por la italiana. Volver a asumir el trabajo y el pleno empleo como horizonte fundamental, poner en el juego la idea de la intervención del Estado en la economía y la economía mixta, superar el dogma de la independencia de los bancos centrales que se ha convertido de hecho en dependencia de los gobiernos democráticos respecto de los bancos, e incluso superar la idea de la inviolable libertad de circulación de capitales, bienes, mano de obra. Restablecer medidas de protección laboral. Cuestionar esta globalización, insostenible tal como es. No podemos dejar estas cuestiones a la interpretación regresiva y xenófoba de la derecha.
Este programa económico, ¿es compatible con la Unión Europea?
Debemos cuestionar radicalmente este modelo europeo de matriz liberal. Es insostenible, tanto en términos del tipo de sociedad que produce –en la que el valor central es la competición y no la protección de los derechos laborales y sociales– como también desde un punto de vista democrático, porque se basa en la prioridad de organismos tecnocráticos sobre gobiernos democráticamente elegidos o votados por los parlamentos nacionales.
El proyecto europeo debe reconciliarse con la soberanía popular y con un modelo de sociedad alternativo al liberalismo. La izquierda debe superar un europeísmo acrítico, y tener la capacidad de reconectar con las razones por las que nació: la protección del trabajo, el objetivo de la justicia social, y la idea de que el mercado no es un valor en sí mismo sino una herramienta para el bienestar de los ciudadanos.
Esta soberanía popular, ¿es nacional o puede ser europea, federal?
En abstracto puede ser europea, pero hay que reconocer con realismo los límites que se interponen a la construcción de un Estado o un pueblo europeos. Prevalecen barreras culturales y lingüísticas significativas. No hay opinión pública europea, si por ello entendemos no sólo algunas élites cosmopolitas. Un dato amargo de la realidad es que el euro ha sido un factor potentemente antieuropeísta. Hoy la hostilidad entre los pueblos de Europa es mucho mayor que hace veinte años por los enormes daños causados por los errores del euro.
No se puede simplemente seguir con el lema “más Europa”, si más Europa significa menos soberanía, menos democracia, menos participación de los ciudadanos, menos derechos sociales, más poder para los organismos tecnocráticos. Hay que desmontar esta Unión Europea y reconstruirla desde la base. Hacer de ella de nuevo un proceso de cooperación paritaria entre los pueblos y los estados de Europa, como prescribe el bellísimo artículo 11 de la Constitución italiana, que dice que la República acepta limitaciones y transferencias de soberanía pero en condiciones de paridad con otros países y para garantizar ordenamientos de paz y cooperación.
Esto está muy lejos de lo que hoy es la Unión Europea, basada en una profunda disparidad entre los países acreedores del norte -que imponen su línea- y los países deudores del Sur que deben adaptarse. Seguir este camino abriría cada vez más espacio para tendencias reaccionarias y xenófobas. Es hora de que las fuerzas progresistas abran los ojos, miren la realidad, y retomen el tema de la democracia y los derechos sociales, que ya no puede estar subordinado a la fantasía del sueño europeo.