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La mayoría de los padres rechazan involucrarse más en el cuidado de sus hijos si supone reducir sus salarios

Un padre sostiene la mano de su hijo.

Ana Requena Aguilar

Conciliar también es un conflicto para muchos padres, pero la forma en la que lo solucionan dista aún de cómo lo hacen las madres. Los nuevos padres están más preocupados que sus antecesores sobre cómo dedicar tiempo al cuidado de sus hijos: están más dispuestos a adaptar su trabajo o a cambiar incluso de empresa para buscar condiciones más favorables a la conciliación. Sin embargo, la mayoría de los hombres aún se resisten a utilizar medidas que impliquen reducir sus ingresos para cuidar a sus hijos, algo que las madres siguen haciendo mayoritariamente. Un proyecto de investigación liderado por la UNED –“La conciliación de los hombres en las empresas”– analiza estas diferencias y detecta algunas condiciones que permiten a los hombres involucrarse en los cuidados.

Los cambios sociales han hecho que emerja una figura paterna, proveedor económico y cuidador a la vez, más involucrado en la crianza que la figura tradicional del “padre sustentador”. El estudio de la UNED apunta a un factor clave para que esta evolución se haya producido: la menor disponibilidad de tiempo femenino. “La conciliación de la vida familiar con la laboral ya no es un problema exclusivo de las madres, sino que afecta también a los padres, quienes habitualmente encuentran barreras para llevarla a cabo no solo por parte de las empresas y las personas supervisoras, sino también por parte de sus propias compañeras y compañeros de trabajo”, observan las investigadoras.

Los nuevos padres están aún poco dispuestos a recurrir a reducciones de jornada o excedencias para cuidar en comparación con las madres de su generación. La resistencia a la reducción de salario que implican esas medidas y el miedo a ser penalizados en las promociones, asignaciones de trabajo o incluso el miedo al despido hacen que su participación en los cuidados sea aún limitada. El estudio desvela que tras estos argumentos “subyace una actitud tácita que da prioridad al sustento económico del hogar frente a las tareas de cuidado”.

Estos hallazgos tienen su reflejo en los datos. Hay tres medidas de conciliación que los padres usan con intensidad parecida a las madres: los permisos de paternidad, el horario continuo y el horario flexible para empezar y terminar la jornada. Por ejemplo, esta última medida la usan el 50% de las madres y el 46% de los padres. En cuanto a los permisos, por cada cien madres que lo toman, noventa padres hacen lo propio. Son políticas de uso de los tiempos que no implican reducciones salariales y que registran brecha de género bajas.

La cosa cambia cuando hablamos de reducciones de jornada para cuidar a menores de 12 años y de excedencias temporales no remuneradas. En el primer caso, la usan el 26% de las madres frente al 4,1% de los padres. En cuanto a las excedencias, el 11% de las madres con hijos menores de ocho años están acogidas a una frente al 0,7% de los padres en las mismas circunstancias. La brecha de género en estas medidas que afectan directamente al sueldo es, por tanto, “grande”.

“La mayoría de los nuevos padres están aún poco dispuestos a recurrir a medidas que impliquen una pérdida de ingresos, en comparación con las mujeres”, subraya el informe. Teniendo en cuenta, prosigue, que las mujeres aceptan diferentes tipos de penalizaciones relacionadas con los cuidados, “los hombres muestran menos disposición a arriesgarse”: “Su fuerte apego al rol masculino de proveedor familiar explica en parte estas diferencias de género en el uso de los permisos y reducción de horas de trabajo”. Por tanto, los nuevos padres hacen más uso de la jornada intensiva, control de horarios individualizado, teletrabajo y uso de permisos de paternidad.

Cultura del cuidado

El estudio indaga qué condiciones laborales y organizativas facilitan la conciliación y la implicación de los hombres en los cuidados. Horarios y tiempo de trabajo influyen, pero más, como señalan, las expectativas laborales “sobre quién es un buen empleado”, sobre la disponibilidad que deben tener los padres y cómo debe ser la organización. “En las empresas existen factores que favorecen la conciliación y otros que la dificultan. Incluso pueden ocurrir que se den a la vez”, dice el informe, que habla de la existencia de “instrucciones paradójicas” y de “mensajes de doble intención” que sirven para controlar y reprimir decisiones de los empleados.

“Uno de los principales obstáculos para que las empresas implementen medidas de conciliación corresponsable es el liderazgo cuando se ejerce de forma jerárquica, paternalista y tradicional. En estos casos, no se valora que la empresa pueda poner en práctica una cultura del cuidado de conciliación corresponsable. Son empresas donde se valora el presentismo y las retribuciones en especie y las promesas de promoción funcionan como una compensación a las largas jornadas y a la disponibilidad. En ese tipo de empresas los padres que se quieren implicar más en los cuidados han optado por medidas estatutarias, como la reducción de jornada, porque sus demandas de conciliación no son atendidas”, explican.

Por contra, los modelos organizativos “descentralizados, deslocalizados y flexibles” favorecen la conciliación corresponsable. La cultura del cuidado en las empresas, dicen, está fuertemente ligada a liderazgos “dialogantes y transformadores” y a la presencia de ideas feministas.

Más allá de medidas específicas, el estudio concluye que la mejor manera de avanzar en políticas que promuevan tanto los cuidados como la corresponsabilidad es entenderlas como políticas para toda la plantilla, más allá de si esas personas tienen o no hijos. “Conceptualizarlas como un apoyo al equilibrio entre el trabajo y la vida personal para todos los empleados, no solo para aquellos con niños pequeños porque la reducción del conflicto trabajo-vida personal está, en general, positivamente relacionado con el bienestar del empleado, su bienestar y su salud”, señala.

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