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Salir de cañas o cenar en un restaurante nunca había sumado tanto a la inflación

Varias personas en bares de la Plaça dels Àngels, en El Raval, en Barcelona.

Daniel Yebra

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Salir de cañas, cenar en un restaurante o comer un menú del día nunca había sumado tanto a la inflación general como en esta crisis. El economista jefe del Banco Central Europeo (BCE), Philip R. Lane, señaló este miércoles en una conferencia sobre la persistencia de las subidas de precios que la restauración ha aportado cerca de un punto porcentual de media a la inflación de los servicios en la eurozona entre enero de 2022 y marzo de 2023. Mientras, entre marzo de 2020 y diciembre de 2021 apenas supuso 0,3 enteros. Entre 1999 y febrero de 2020 solo un poco más, 0,4 puntos.

El irlandés del comité ejecutivo del BCE usó este ejemplo para destacar la perpetuación de las subidas de precios en este tipo de servicios de mayor contacto social y más relacionados con la reapertura tras las restricciones sanitarias por la COVID-19.

Las razones principales son la resistencia del consumo en general, pese a la histórica pérdida de poder adquisitivo, especialmente en nuestro país, y el traslado más lento y permanente de los costes energéticos de las empresas de estos sectores a los precios de venta. Pero tanto la institución europea como el Banco de España, también detectan cambios estructurales en la distribución del gasto de las familias, ya que la fortaleza de la hostelería y del turismo están yendo más allá del primer impulso y de la recuperación por la salida de la pandemia.



En el gráfico anterior, el Banco de España separa en dos grandes componentes la inflación subyacente de la eurozona, que excluye de su cálculo la energía y los alimentos por ser más volátiles y porque dependen de los vaivenes en los mercados internacionales. En la división, quedan por un lado los servicios y bienes más relacionados con el contacto social y que han estado marcados por la reapertura desde 2021 (transporte, ocio, restauración y turismo y conservación y equipamiento de vivienda). Por otro, el resto (artículos de vestir y calzado, vivienda sin gastos en energía y en mantenimiento del hogar, sanidad, comunicaciones, enseñanza...), que han subido mucho menos.

Sobre las explicaciones más técnicas de esta dinámica, destaca que la inflación subyacente, y concretamente la de los servicios más relacionados con el contacto social, incluye precios que tardan en subir, pero que también tardan en bajar. O directamente no se reducen nunca. Un ejemplo: cuando un restaurante decide subir el precio del menú del día de 10 euros a 11 euros (un aumento del 10%) difícilmente lo bajará en los siguientes meses. En teoría, encontrará pocas razones para hacerlo.

Una razón sería una crisis económica larga y profunda (como la que está forzando el BCE con las subidas de los tipos de interés) que reduzca drásticamente el número de comensales a la semana. O una competencia feroz en el mismo barrio. Pero lo cierto es que antes de elevar un euro su menú del día, el restaurante seguramente lleve un tiempo aguantando el aumento de los costes: el encarecimiento de la factura de la luz, del aceite para la freidora, de los tomates, del bacalao o de la carne de ternera.

Esta decisión del hipotético restaurante es una muestra clara de contagio de la inflación. Pero hay más ejemplos de este fenómeno. Sobre todo, entre pequeños comercios (panaderías, peluquerías o pequeños talleres), con poco poder de mercado, que se juegan los clientes en cada céntimo que incrementan a los productos o servicios que ofrecen. Y que aun así terminan encareciéndolos. O en la cadena alimentaria, desde la agricultura hasta los supermercados, que ahora sufre la presión de la sequía sobre ciertas cosechas, como el aceite de oliva, el cereal...

La persistencia de la inflación

Al margen de estos procesos de traslación de la crisis a la inflación, empiezan a aflorar cuestiones nuevas en España y en la eurozona. La crisis empezó siendo una crisis de precios energéticos y hoy está totalmente extendida, aunque durante meses han caído los precios de los carburantes, el gas o la electricidad respecto a los picos del año pasado. Y parte de esa persistencia de la que alertan las instituciones se debe al gran dinamismo del turismo y de la hostelería en general.

Según las cálculos que recoge el Banco de España en su Informe Anual de 2022, los sectores más afectados por la pandemia (comercio, transporte y hostelería, actividades profesionales, científicas y administrativas, y actividades artísticas y recreativas), cuyos beneficios (medidos por el VAB, valor añadido bruto) llegaron a hundirse un 40% durante los confinamientos de 2020, han superado ya en varios sus ganancias previas a la COVID-19 en nuestro país. Los beneficios de la industria o la construcción cayeron algo menos de un 30% y todavía no han completado la recuperación.

“Los factores de demanda [por las subidas de precios de venta de las empresas y la resistencia del consumo] tenían una importancia menor [en la inflación] a principios de 2022, pero su contribución fue creciendo hasta el otoño, estabilizándose desde entonces en niveles elevados”, explica la institución. Mientras, los factores de oferta, asociados a los mayores costes de producción y los cuellos de botella en los suministros —predominantes al inicio de 2022—, han tomado el camino contrario. Incluso restan, como es el caso del petróleo.

En su análisis, el Banco de España va más al detalle y reconoce que “podrían aparecer asimetrías en la respuesta de los precios. En particular, podría suceder que, ante las caídas que se están observando recientemente en los precios de algunas materias primas [petróleo, gas y otras], los precios de los bienes y servicios de consumo reaccionaran —a la baja— de forma más lenta que cuando se elevaron como consecuencia del encarecimiento que esas mismas materias primas experimentaron durante buena parte de 2021 y 2022”.

“La literatura económica disponible no es concluyente en cuanto a la existencia o no de estas posibles asimetrías”, añade. Así, por ejemplo, en el caso del precio del petróleo, cita estudios que descartan la existencia de asimetrías tanto a nivel de actividad económica como de inflación para Estados Unidos, mientras que “otros concluyen, para esta misma economía, que el impacto sobre la inflación es menos acusado tras una disminución del precio del petróleo que ante un aumento”.

Por otra parte, en el caso de las materias primas alimenticias, el Banco de España recoge informes que encuentran que, en la UE el encarecimiento de fertilizantes o abonos se transmite de manera más intensa a los precios de consumo de los alimentos que un abaratamiento de la misma magnitud.

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