La micro energía solar lleva la luz a comunidades desfavorecidas
Ver es algo esencial. En el primer mundo damos por hecho que al llegar a nuestras casas, con un simple interruptor, un mínimo gesto y la estancia se ilumina. No importa la hora o la época del año. Pero ¿y si no hay luz? Hoy Inspira va a lanzar el foco hacia fuera. Porque hay ideas que pueden trasladarse en todo o en parte a otros ámbitos quizá más cercanos.
En los Estados Unidos, hay una empresa llamada d.Light que se dedica a “crear facilidades para clientes sin acceso fiable a fuentes de energía para iluminar sus viviendas”. La idea es tan sencilla como diseñar, fabricar y distribuir productos de energía solar para producir luz en el mundo en desarrollo. En regiones con difícil acceso para la distribución más ortodoxa de electricidad.
El proyecto nació en la cabeza de Sam Goldman. “Cuando estuve en África en Benín, el hijo de mi vecino se abrasó gravemente con una desgastada lámpara de queroseno”, explica. Corría 2004. Tras conocer al que sería su socio, Ned Tozun nació el prototipo de linterna solar “y el plan para llevar electricidad segura” por todo el mundo.
D.light vende en 40 países mediante una red de 6.000 distribuidores. Es un ejemplo de emprendimiento social de dimensiones y éxito internacional. Aunque nacido en Estados Unidos, su campo de acción, según recuentan ellos mismos, puede alcanzar “50 millones de personas en la actualidad pero pretendemos cambiar la vida de cien para 2020”. Igual que otras experiencias que han asomado por el blog, la compañía aúna el cambio social y la rentabilidad que permite seguir extendiéndose. A día de hoy tienen 200 trabajadores directos y “miles indirectos”, recuentan.
Las poblaciones que acceden a esta luz pueden ahorrar coste ya que el queroseno “se lleva hasta el 25% de los presupuestos familiares”. Por supuesto, las casas son “más seguras y saludables” ya que esas llamas de combustible ardiente ensucian el aire de los hogares además de los casos en los que se ingiere el propio producto. En todo caso, esas lámparas (de luz débil y peligrosa) provocan pérdida de visión y enfermedades oculares. En d.light aseguran que con un sistema de iluminación basado en estas tecnologías “se consigue reducir las emisiones de carbón al aire” Un estudio que presenta la empresa para apoyar su declaración (realizado por el Laboratorio Nacional de Investigación Lawrence Berkeley) dice que las lámparas de combustión utilizadas en los países en vías de desarrollo “provocan hasta 200 millones de toneladas de emisiones de gas con efecto invernadero”.
En otro plano, los fundadores de esta empresa social explican que se contribuye a que los granjeros puedan aumentar los ingresos de sus explotaciones al poder trabajar cuando se va la luz natural. “El programa de Naciones Unidas para el Desarrollo calcula que las explotaciones podrían aumentar hasta un 30% por la productividad nocturna y hasta un 50% en los ingresos mensuales al alargar la jornada”.
d.light es una empresa grande. Hace una distribución internacional de tecnología pensada para dar respuesta a comunidades desfavorecidas pero que tratan de salir adelante mediante sus propios proyectos (no la mera ayuda). Una combinación que permite crecer el proyecto, cambiar la sociedad y mejorar sus condiciones de vida. Todo sustentado en un proyecto empresarial rentable y rentabilizado. Aunque se trate de una gran aventura que implique trasporte de miles de kilómetros y distribución en lugares remotos, puede ser un modelo para, sí directamente, copiar en necesidades de otro tipo quizá más modestas y cercanas. Salta rápidamente a la cabeza el despoblamiento rural en España y si una mejora de la calidad de vida tecnológica en esos ámbitos podría anclar a las personas a sus lugares de origen.