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Un cóctel de adicción, psicosis y discapacidad intelectual: así es la lucha de J. por su independencia

J.P.A. realizando sus actividades de la vida diaria.

Andrea Menéndez Faya

Madrid —

J.P.A (28 años, Madrid) está buscando trabajo haciendo chapuzas. Su día a día no se diferencia mucho del tuyo o del mío. “Me levanto, pongo la lavadora, la tiendo, hago la cama, y voy al Centro Especial de Empleo para buscar trabajo. Después salgo y vengo aquí a hacer la comida”, dice tímidamente. J.P.A. —que prefiere identificarse con las siglas de su nombre para mantener su privacidad—es una de las personas que viven actualmente en las Coviviendas Grupo 5 de Avenida de América.

Sin embargo, su vida sí ha sido muy distinta a la de la mayoría. Con cinco años se le diagnostica —tarde— un retraso formativo. De ahí en adelante, tanto para él como para su madre, M.A., comenzó un calvario de centros, instituciones y juicios. Un pasado marcado por las adicciones, las malas compañías, abusos, e incluso algunos delitos menores, y un problema de salud mental diagnosticado como esquizofrenia y psicosis. Su madre luchó por darle una estabilidad que le propiciara un futuro. Lo logró a través de una incapacidad permanente y la tutela de la Comunidad de Madrid. Y después de mucho sufrimiento, llegó la calma.

Cómo funciona una covivienda

En enero de 2022 nació un proyecto que aspira a revolucionar la atención a personas en situación vulnerable, como J.P.A.Coviviendas Grupo 5 es un híbrido —no es residencia, tampoco un piso tutelado— en el que cada vivienda es independiente y donde residen personas con discapacidad intelectual leve, moderada o grave, originada durante el desarrollo, con evidencia de enfermedad mental y presencia de una o más conductas que les limiten para la utilización de recursos comunitarios.

“El objetivo de estas unidades de convivencia es que las personas que vivan aquí las consideren su hogar, a la vez que se procura que tengan formación o trabajo fuera de ellas”— dice Paloma Sol, directora del centro— “Al ser perfiles muy específicos, lo que buscamos es que los apoyos que reciben sean individuales, si este aspecto es importante en cualquier servicio de atención, aquí es esencial. Aquí van a empezar una nueva vida, están labrando su futuro”.

Coviviendas Grupo 5 no es un servicio permanente, está pensado como una herramienta para el mañana. Cada persona marca de forma individual el camino a seguir, sus objetivos laborales o formativos, sus intereses, y, en base a sus capacidades, se les acompaña en todo el proceso para que puedan alcanzarlos a través de personal con experiencia en discapacidad y salud mental. No hay un periodo de tiempo limitado en este acompañamiento, se adapta a lo que requiera cada individuo, y tampoco existe una fórmula mágica para lograrlo. “Damos atención a personas con discapacidad intelectual y con problemas de salud mental, con o sin trastornos de conducta, cuyas necesidades no pueden ser abordadas adecuadamente en los recursos generales de discapacidad o salud mental”, explica la directora.

“Para nosotros es un reto. Cada persona es diferente, y cada día también lo es. Eso nos aleja de las residencias en las que se crea monotonía porque cada día es igual o muy parecido al anterior. Nosotros dependemos de si nos reciben en Servicios Sociales, en un Centro de Formación, en un Centro Especial de Empleo… jugamos con nuestro currículum personal y salimos a la calle a que ellos se busquen su vida y lo que quieren hacer en ella”, concluye Paloma Sol. 

Una nueva vida

Para la madre de J.P.A., el centro de coviviendas supone un cambio radical. Su hijo ha encontrado, por fin, una forma de desarrollarse personalmente. “Mentalmente tiene doce años. Lo que necesita es que le traten de forma humana, que le ayuden a crecer y a ser autónomo. En estos cuatro meses, que al principio daban mucho miedo, vemos un camino a esa autonomía personal. Está aprendiendo a cuidarse, a hacer sus tareas, y también a formarse laboralmente, aprendiendo rutinas y responsabilidades”

Pero no todo es trabajar o realizar las tareas básicas del hogar. También hay tiempo para el ocio. “A veces me cuesta, pero salgo”, dice J.P.A. Y es que el cambio de los centros en los que había estado y en los que apenas salía de forma controlada, es grande. Entre todos los residentes organizan el plan de ocio cada semana, y, a parte de esta elección consensuada, se les acompaña también en otro tipo de actividades externas que elijan de forma individual, potenciando que tengan grupos sociales fuera del centro. 

La salud mental, una prioridad

Un equipo técnico de profesionales cualificados hace la evaluación individual de cada residente para adaptarse a sus necesidades, también en salud mental. Este equipo está compuesto por una terapeuta ocupacional, psiquiatría, enfermería, el educador-monitor, y una psicóloga, Rebeca Barranquero: “Trabajamos en función de los objetivos que se plantee la persona y los que nosotros como profesionales creemos que necesita. Cada departamento trabaja sus áreas y juntos las ponemos en común por el bienestar de la persona. En el caso de la psicología, estamos centrados en las alteraciones conductuales (si se presentan), y en el aspecto emocional”.

Dentro de ese equipo destaca la terapia ocupacional, no solo en empleo y formación, también en las actividades del hogar, que tienen un papel muy importante. “Muchas de las personas que entran en el centro necesitan un entrenamiento previo, puesto que no han tenido la oportunidad hasta el momento de aprender a desarrollar este tipo de habilidades”. 

“Buscamos la integración a la comunidad, ya sea dentro de la vivienda o fuera, en el ámbito laboral, de ocio o de relaciones sociales”, explica la terapeuta. “Nuestro trabajo no se queda solo aquí, estamos coordinados con el exterior mientras residen, pero también cuando dejan de vivir con nosotros”, concluye. 

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