¿Por qué continúa desperdiciándose energía renovable? Los expertos reclaman inversión para actualizar la red eléctrica
La normativa europea, el Pacto Verde y la Agenda 2030 de la ONU, así como el cambio de mentalidad en las empresas y la sociedad en general a la hora de combatir el cambio climático, han tenido como resultado un proceso de transición hacia la producción renovable que tiene el triple propósito de alcanzar la neutralidad climática descarbonizando el sistema, diversificar la economía y conseguir la independencia energética.
Hasta el momento, la mayoría de los agentes implicados han remado en la misma dirección y los resultados comienzan a ser positivos, hasta el punto de que nuestro país ya podría generar la mitad de la producción eléctrica nacional mediante tecnologías limpias este mismo año, con la eólica y la fotovoltaica a la cabeza. Sin embargo, pese a estos datos tan esperanzadores, lo cierto es que gran parte de esa energía verde se desperdicia por el camino y no llega hasta el usuario final.
Este asunto preocupa a la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés), organismo que ha publicado recientemente un informe titulado Redes eléctricas y transiciones energéticas seguras (Electricity grids and secure Energy Transitions) en el que se advierte de que “existe una relación directa entre la restricción de las energías renovables causada por la congestión de la red y la falta de avances en el despliegue de la capacidad de transmisión y distribución”.
Desde la IEA se concreta que “las redes modernas y digitales son vitales para salvaguardar la seguridad eléctrica durante las transiciones a energías limpias”. Así, “a medida que aumenta la proporción de energías renovables variables, como la solar fotovoltaica y la eólica, los sistemas energéticos deben volverse más flexibles para adaptarse a los cambios en la producción”, matiza la organización.
En este sentido, todo apunta en una dirección: “Las redes deben operar de nuevas maneras y aprovechar los beneficios de los recursos distribuidos”. Al mismo tiempo, el informe menciona de forma específica la posibilidad de utilizar “sistemas de almacenamiento de energía con capacidades de respuesta rápida para respaldar la frecuencia de la red, ya que pueden inyectar o absorber energía rápidamente para equilibrar las variaciones de la oferta y la demanda”. Y añade que “aunque algunas soluciones complementarias pueden ser beneficiosas, la inversión en redes será esencial para liberar todo el potencial de los recursos renovables”. Además, la IEA subraya que “la congestión de la red aumenta los costes de explotación y los vertidos de las renovables”.
Una infraestructura de otra época
Respecto al desperdicio, la agencia creada por la OCDE señala que el problema de falta de adaptación de las infraestructuras se ha traducido en un aumento de los vertidos: “Solo en los diez mercados que representan el 55% de la generación mundial, este desperdicio rondó los 40 TWh, equivalentes a la demanda anual de electricidad de Nueva Zelanda”, indica el organismo.
En el caso de España, el último informe de la consultora Aurora Energy Research subraya que “los vertidos de energía solar y eólica aumentaron más de diez veces en 2022 con respecto al 2021, pasando de 67 a 715 GWh”, que se traducen en un coste de aproximadamente 1.300 millones de euros o 68 euros por hogar.
Pero a la IEA o Aurora Energy Research se suman otras voces que constatan que esta problemática no solo afecta a España, sino que es la tónica general en todo el primer mundo. Tanto es así que incluso Bill Gates abordó el tema en su blog GateNotes, concretamente en un post titulado La sorprendente clave para un futuro de energía limpia (The surprising key to a clean energy future), donde defiende que “la solución es clara: necesitamos mejorar nuestra red”, corroboró el magnate.
Gates y otros expertos destacan la importancia del concepto de descentralización de la generación, ya que se está produciendo un fenómeno que va más allá de las centrales solares y eólicas, y que incluye la aparición de nuevas formas de producción, tales como vehículos eléctricos que inyectan energía a la red o paneles en los tejados de los edificios, entre otras soluciones distribuidas, que complican ajustar el consumo eléctrico según la demanda y los precios.
En nuestro país, el Gobierno de España, a través del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), prevé una inversión hasta el final de la década de casi 53.000 millones de euros, cifra “insuficiente” para la mayoría de los actores implicados, como señaló recientemente Marina Serrano, presidenta de la Asociación de Empresas de Energía Eléctrica (Aelec), durante la celebración del V congreso de la entidad que dirige.
También Beatriz Corredor, la presidenta de Redeia —el holding al que pertenece Red Eléctrica de España (REE)— ha insistido en la necesidad de seguir desarrollando la red de transporte para integrar tanto la nueva generación como las nuevas demandas porque “sin transmisión no hay transición”.
Esta y otras opiniones se basan en que la mayoría de las infraestructuras de redes se planificaron hace décadas, cuando el sistema dependía de las centrales eléctricas que suministraban cientos de megavatios a través de las redes de transmisión y distribución hasta llegar al usuario final. Para actualizar estos sistemas a nivel europeo, la UE estimó que sería necesario invertir cerca de 584.000 millones de euros para el año 2030, concretamente la red de distribución necesitaría 400.000 millones.