'El tiempo es cerebro' o la importancia de ganarle minutos a un ictus
El concepto “el tiempo es cerebro”, introducido hace más de dos décadas, resume la importancia crucial del tiempo en el tratamiento del accidente cerebrovascular. Recordar esta simple oración puede marcar la diferencia entre una rápida recuperación, la aparición de secuelas o un final fatal tras sufrir un accidente cerebrovascular isquémico, es decir, un ictus.
El tiempo es crítico porque este problema priva al tejido cerebral del oxígeno, y lo aboca a morir en tan solo unos minutos tras el comienzo del accidente cerebrovascular.
En España, la incidencia de ictus es elevada. Según el informe El Atlas del Ictus. España 2019, cada año mueren en torno a 27.000 personas a causa de un ictus y se prevé que este número se incremente un 39% entre 2015-2035 a causa de una mayor esperanza de vida —el 65% de las personas con daño cerebral por ictus son mayores de 65 años—.
Se calcula que dos de cada tres personas que sobreviven a un ictus tienen algún tipo de secuela física relacionada con la movilidad, la visión o el habla, así como trastornos del ánimo, cognitivos o de personalidad.
Frente a estas cifras es importante recordar que muchos ictus son evitables y que, para muchos de ellos, la celeridad con la que se actúa es fundamental y la clave que determinará un mayor éxito.
La importancia de actuar rápido
El tiempo que el cerebro no recibe oxígeno determina la extensión del daño cerebral: cuanto más corto sea, menor será el daño permanente y, cuanto más largo sea, más daño permanente o residual. Porque las neuronas son células hambrientas de oxígeno para vivir y funcionar. Cuando se corta este suministro de oxígeno, solo es necesario un corto periodo de tiempo para morir. Al morir, se reemplazan por tejido cicatricial que no funciona como una célula cerebral normal.
Por tanto, es clave tratar el ictus con el menor tiempo posible para evitar un deterioro irreversible del sistema nervioso. En un 30% de los casos de ictus isquémico la causa es una oclusión de “gran vaso”, que se produce cuando una obstrucción de un vaso sanguíneo de gran calibre impide que el flujo de sangre llegue al cerebro, lo que provoca que las células nerviosas dejen de funcionar por falta de oxígeno y glucosa.
En estos casos, tal y como apunta una investigación española publicada en la revista Neurological Sciences, la trombectomía mecánica es la forma más eficaz de tratarlo. Pero también es clave la rapidez con la que se realiza esta técnica.
El estudio, titulado Times to endovascular treatment following two triage models y en el que han participado una decena de especialistas de los hospitales universitarios Fundación Jiménez Díaz, Rey Juan Carlos de Móstoles, Infanta Elena de Valdemoro y General de Villalba, todos ellos integrados en la red pública madrileña, analizó cuál es la manera más rápida y eficaz de tratar a un paciente que llega al servicio de Urgencias Hospitalarias con un ictus.
La trombectomía consiste en “introducir las guías, catéteres y stents por la arteria femoral hasta la arteria del cerebro donde está la oclusión”, admite el doctor Claudio Rodríguez, jefe de la Unidad de Neurorradiología Intervencionista de la Fundación Jiménez Día y el Rey Juan Carlos y uno de los autores del estudio.
Una técnica cuya eficacia también depende del tiempo que tarda en realizarse: cuanto más rápido se actúa para eliminar el trombo, más porcentaje de supervivencia y menos riesgo de secuelas.
“Eliminar el trombo lo antes posible y recanalizar la arteria obstruida es la mejor estrategia neuroprotectora que conocemos en la actualidad”, admite Rodríguez. Pero, ¿cómo puede minimizarse el tiempo de actuación en caso de ictus?
Drive-the-doctor, cuando se traslada el doctor y no el paciente
Los autores de la investigación, conscientes de que gran parte del éxito de una trombectomía depende de la celeridad con la que se realiza, han observado que el modelo denominado drive-the-doctor, que consiste en trasladar el neurorradiólogo al centro donde se encuentra el paciente en lugar de trasladar al paciente a un centro con equipo de Neurorradiología Intervencionista, reduce de forma considerable el tiempo de actuación.
Hasta ahora, y siguiendo el Plan de Ictus de la Comunidad de Madrid, los pacientes son trasladados de forma urgente a un centro capacitado cuando se encuentren en uno que no cuenta con el equipo técnico y humano necesario para realizar una trombectomía mecánica.
Pero cuando este circuito se realiza en la dirección contraria, es decir, con el modelo drive-the-doctor, se observa “una reducción considerable de tiempo hasta la recanalización de la arteria obstruida cuando es el equipo asistencial el que se desplaza a donde está el paciente”, aseguran los doctores Rodríguez y José Carlos Fernández Ferro, jefe del Servicio Integrado de Neurología del Rey Juan Carlos, el Infanta Elena y el General de Villalba y autor principal de la investigación.
En una investigación retrospectiva de los casos realizados en los últimos seis años, los expertos han podido observar que “trasladar al paciente puede suponer un retraso de entre una hora y media y dos horas respecto a las situaciones en las que el neurorradiólogo intervencionista es el que se desplaza al hospital donde se encuentra el paciente”, afirma el doctor Fernández.
Este circuito permite además que el hospital donde se encuentra el paciente prepare al paciente y la sala de hemodinámica mientras el neurorradiólogo llega, lo que agiliza los tiempos y permite la recanalización de la arteria ocluida cuanto antes. “Cada minuto de retraso puede suponer una pérdida considerable de neuronas, lo que se traduce en pérdida de autonomía, funcionalidad y problemas cognitivos futuros”, admite Fernández.
“Desde el punto de vista científico, tiene mucha importancia que nuestras observaciones sean similares a las realizadas en otras partes del mundo, donde han testado igualmente el modelo drive-the-doctor, en concreto, en dos estudios publicados en 2017 y en 2020 en Nueva York y en Alemania, respectivamente”, concluye.