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Varices en la pelvis, cómo se trata este dolor crónico en mujeres premenopáusicas

Una mujer practicando yoga al aire libre

Mercè Palau

Muchas mujeres sufren un dolor pélvico agudo y, a menudo, debilitante. Debido a la infinidad de razones que existen para este dolor, a muchas de estas mujeres no se les diagnosticará el motivo exacto de su malestar y, por tanto, permanecerán sin tratamiento. 

En algunos casos, este dolor punzante, es muy similar al que se podría experimentar con problemas que afectan al sistema urinario, digestivo o relacionado con los órganos reproductivos, y puede estar relacionado con la presencia de varices en la pelvis.

En las venas pélvicas normales, la sangre fluye a través de las venas ováricas hacia el corazón. Las venas ováricas, como todas las del cuerpo, tienen válvulas unidireccionales que evitan que la sangre fluya hacia atrás. 

Pero cuando la vena ovárica se dilata, es decir, se estira más allá de las dimensiones normales, las válvulas no cierran correctamente y da como resultado un flujo de sangre hacia atrás ––reflujo venoso––. En consecuencia, hay una acumulación de sangre dentro de la pelvis que puede provocar las varices en la pelvis.

¿Qué son las varices en la pelvis?

Las varices pélvicas son un cuadro clínico que se denomina síndrome de congestión pélvica (SCP). Constituyen  una enfermedad compleja y poco conocida que afecta a un 20% de la población.

En muchos casos, se trata de una patología difícil de diagnosticar. Según la Sociedad Española de Radiología Vascular e Intervencionista (SERVEI), incluso después de un estudio ginecológico completo, hasta en un 40% de los casos no se llega a diagnosticar la causa exacta del dolor,  aunque lo más significativo de esta patología es la naturaleza crónica y duradera (a menudo durante más de seis meses) del dolor pélvico, provocado por la presión de las venas varicosas a los ovarios y, en ocasiones, la vejiga y el recto.

 ¿A quién afectan con más frecuencia?

Las varices pélvicas afectan sobre todo a mujeres ya que están muy relacionadas con la gestación ––la mayoría de mujeres afectadas tienen antecedentes de dos o más embarazos––.

Durante el embarazo, aumenta la vascularización en la zona útero-ovárica lo que favorece el desarrollo de varices en la pelvis, alrededor del útero pero también en la región genital y las piernas. 

Además de los embarazos repetidos, otros factores de riesgo para las venas varicosas pélvicas son antecedentes familiares, obesidad o un estilo de vida sedentario. Como reconoce el doctor Eduardo Crespo, jefe del Servicio de Radiología Vascular Intervencionista de la Fundación Jiménez Díaz, “hasta hace pocos años no se conocían las causas, ha sido gracias al desarrollo de las pruebas de imagen que se descubrió la presencia de varices en la pelvis, las mismas que tenemos en las piernas”.

Y es que las varices de la pelvis siguen un patrón similar al de las piernas: ambas se producen cuando las válvulas de la vena se debilitan y no se cierran correctamente, lo que permite que la sangre se acumule en la vena, provocando presión y abultamiento de las venas. 

Síntomas de varices en la pelvis

Uno de los síntomas más comunes es dolor opresivo en la parte inferior del abdomen y en la zona dorso-lumbar, que suele aumentar en ciertas posturas como al sentarse o estar de pie y que empeora a lo largo del día. También se asocia con irregularidad menstrual y con dispareunia, es decir, dolor durante las relaciones sexuales. 

A este dolor se le suman otros síntomas como edema vulvar, dolor lumbosacro, molestias rectales, mayor frecuencia urinaria, hemorroides o varices en la zona vulvar, perianal, en glúteos o en la cara interna y externa de los muslos. 

Embolización: cómo funciona el tratamiento 

En algunos casos se suelen recetar analgésicos para reducir el dolor o tratamientos hormonales para paliar la congestión venosa. Pero cuando esto no funciona, y aunque existen distintos tipos de tratamientos para las varices en la pelvis, la  embolización es uno de los más extendidos. 

Esta técnica, un procedimiento ambulatorio mínimamente invasivo, la realiza un radiólogo intervencionista que usa una guía de imágenes. Mediante una simple punción en una vena del brazo, se accede al sistema venoso a través de un catéter ––un tubo flexible de entre dos y tres milímetros–– tras aplicar anestesia local y se navega hasta los puntos clave en las venas de la pelvis usando como guía rayos X y contraste yodado.

“Una vez allí, las ocluimos con distintos agentes embólicos, como partículas, pegamento líquido o coils, espirales metálicas”, admite Crespo. Este procedimiento de ocluir las venas afectadas evita que estas se sigan agrandando con sangre, lo que reduce la presión dentro de las venas pélvicas agrandadas.

Al final del procedimiento, se retira el catéter y se aplica presión en la zona para detener cualquier sangrado. La incisión en la piel es pequeña.

Tras el procedimiento, el paciente queda en observación durante dos o tres horas y, si no hay contraindicaciones, puede volver a su domicilio y retomar su vida normal en aproximadamente una semana. Se calcula que, tras la embolización, un 80% de las pacientes notarán mejoría en sus síntomas. “La mejora es rápida ya que no circulará sangre por esas varices y, por tanto, el dolor asociado desaparece pronto”, admite el doctor Crespo.

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