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Inodoros para todo el mundo y más inversión en biofactorías, los avances necesarios en saneamiento

La biofactoria al sur de Granada.

Tomás Muñoz

El Día Internacional del Saneamiento recuerda los problemas mundiales que presenta la gestión del saneamiento: millones de personas en el mundo carecen de retrete y en España no se gestiona bien el agua residual.

En la actualidad, miles de millones de personas de todo el planeta carecen de acceso a servicios higiénicos de agua en sus viviendas y entornos, según el informe Progress on household drinking water, sanitation and hygiene 2000/2020 —en castellano: Progresos en materia de agua para el consumo, el saneamiento y la higiene en los hogares— elaborado por UNICEF y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Este estudio, que evalúa los avances en la consecución del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número seis, advierte que casi la mitad de la población global no tiene instalaciones de saneamiento gestionadas de manera segura. Esta situación afecta a contextos tan cotidianos como “lavarse las manos para evitar la transmisión de la COVID y otras enfermedades infecciosas”, tal y como explica el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, director General de la OMS.

Sin embargo, otro reporte de las mismas entidades, concretamente el último elaborado por el Programa de Monitoreo Conjunto para Suministro de Agua, Saneamiento e Higiene, expuso coyunturas aún más alarmantes: unos 3.600 millones de personas no tienen acceso a servicios asépticos y casi 500 millones no tienen ni siquiera un retrete. La prolongación en el tiempo de esta situación es el principal motivo por la que se fundó hace dos décadas la World Toilet Organization (WTO) —Organización Mundial del Inodoro, en español—, entidad que celebra cada 19 de noviembre el Día Internacional del Saneamiento.

Precisamente, para concienciar sobre este problema, la WTO ha escogido este año el reclamo ¿A quién le importan los retretes? con el objetivo de exponer que “al menos 2.000 millones de personas utilizan fuentes de agua contaminada con heces en los países en vías de desarrollo” y que “más de 700 niños menores de cinco años enferman y mueren a diario por culpa de las enfermedades que ocasiona esta terrible realidad”, según indican desde la organización.

Ni siquiera las naciones más desarrolladas aprueban totalmente en la gestión de aguas residuales. De hecho, España suspende en esta materia, tal y como señala el último informe sobre el estado de ejecución de la Directiva de la Unión Europea. Aunque se encuentre lejos de las situaciones de los países con menos recursos, nuestro país ha sido advertido en numerosas ocasiones por la autoridad europea, hasta el punto de tener que afrontar una multa de más de 50 millones de euros que se incrementa día a día en 60.000 euros hasta que se cumpla con la directriz. Esta sanción es la mayor impuesta por la UE al estado español.

El futuro: sustituir depuradoras por biofactorías

Pese a estos problemas en entornos concretos, España goza de unos servicios urbanos relativamente satisfactorios. Bajo el punto de vista de la compañía especializada en la gestión integral del ciclo del agua y su tratamiento Agbar, se antoja necesario “invertir de manera constante en las instalaciones de saneamiento, en base a la colaboración público-privada, para atender las directivas de tratamiento europeas y lograr infraestructuras más sostenibles”. Y pone el ejemplo del propio grupo, que tiene en la actualidad 793 plantas depuradoras con las que se trataron más de 1.000 hectómetros cúbicos de agua en 2020 “o lo que es lo mismo: más de 350.000 piscinas olímpicas”, apuntan fuentes de la firma.

No obstante, desde el Green Deal europeo, hasta los ODS, pasando por las propias compañías encargadas de las aguas residuales, la mirada ecológica se ha fijado en el modelo propuesto por Aguas Andinas en Chile, parte del grupo Agbar. Este grupo gestor obtuvo hace tres años el reconocimiento Momentum for Change de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático de 2018 —la COP24, celebrada en Katowice, Polonia— por su propuesta de biofactorías como sustituto de las actuales estaciones depuradoras.

La característica principal de este nuevo modelo es que, además de tratar el agua para devolverla a la naturaleza, las biofactorías aprovechan los residuos para generar fertilizantes y biogás, a la vez que producen energía eléctrica de origen renovable. Todo ello en un ciclo circular en el que la propia planta se autoabastece energéticamente y aporta a la red eléctrica en caso de excedente.

Este sistema se aplica también en nuestro país, considerándose referencias del mismo las estaciones de Baix Llobregat, en Barcelona, y la Biofactoría Sur de Granada. La primera es gestionada por Aigües de Barcelona y se caracteriza por regenerar más de 100.000 millones de litros al año para usos ambientales, industriales, agrícolas o municipales, reponiendo también el acuífero del río Llobregat, gracias a su calidad. Por otra parte, las instalaciones de Granada son controladas por Emasagra y  son autosuficientes energéticamente y reutilizan en riegos casi el cien por cien del agua tratada, a la vez que se emplean los productos derivados —arenas, grasas y lodos— como fertilizante.

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