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Alfa Romeo Giulia, por y para el conductor

R. T.

Tras la desaparición del 159, Alfa Romeo regresa al segmento de las berlinas con el nuevo Giulia. Como es habitual en su trayectoria, la marca italiana no ha dejado a nadie indiferente. Y en una categoría donde la moderación prima sobre cualquier otro aspecto, la firma, otrora catalogada como deportiva, vuelve por sus fueros y configura un sedán de 4,63 metros de longitud pensado más para conducir que para viajar.

Ya sorprende de antemano con sus dimensiones: el Giulia es una berlina más corta, ancha y sobre todo baja que todos sus potenciales rivales. De todos, salvo uno: el BMW Serie 3, que mide de largo exactamente lo mismo que el nuevo competidor transalpino. No es en lo único que coinciden. Por culpa de un deportivo puesto de conducción -asiento regulado en una posición baja, pomo del cambio muy a la mano, volante sin apenas inclinación o una prominente consola central que aleja al acompañante- vuelven las comparaciones con el modelo bávaro.

El resto de la parte delantera es simple, que no descuidado. Alfa Romeo apenas se ha tomado licencias, más allá del guiño a Ferrari con el botón de arranque insertado en el propio volante. De nuevo el recuerdo del Serie 3: la marcha atrás del Giulia se inserta hacia el conductor y hacia delante. Y sí, también su inserción -al igual que el de las otras seis marchas de la caja manual; hay disponible otra automática de ocho- es corta y cerrada, lo que favorece una conducción deportiva pero implica un tiempo de adaptación.

Su diseño exterior tan característico -cabina en posición retrasada y fuerte caída de techo- y su configuración mecánica -tracción trasera- limitan su practicidad, como ocurre en su fuente de inspiración. ¿A qué no sabes que otra berlina ofrece 480 litros de maletero? Sí, el BMW Serie 3. Y al igual que éste, sus irregulares formas y su estrecha boca de carga dificultan el aprovechamiento. En cuanto a las plazas traseras resulta incómodo su acceso, o la introducción de una silla infantil, y la central tiene un uso residual por culpa de un abultado túnel de transmisión.

Con todas estas particularidades se llega al clímax del Giulia, su conducción. La marca lombarda ha construido una berlina superlativa en este apartado, sin desmerecer a los líderes en esta cuestión, los modelos premium de las casas alemanas. El compromiso entre confort y efectividad es absoluto. Su pisada de coche grande, asentado sobre el asfalto, se combina con una alta agilidad en los cambios de trayectoria. A todo ello contribuye un peso contenido (1.449 kilogramos) y una dirección muy rápida, con un guiado excelente y una conexión total con los neumáticos y la carretera.

Aunque Alfa Romeo haya desarrollado una versión de altas prestaciones (denominada Quadrifoglio Verde: un V6 biturbo de 510 CV) y ofrezca un motor gasolina de 2.0 litros Turbo (de 200 o 280 CV), el corazón de las ventas lo representa el bloque turbodiésel de 2.2 litros, en tres escalas de potencia, 136, 150 y 180 CV. Con esta última, el Giulia tiene una sobresaliente respuesta y un consumo de carburante muy bajo, de 5,3 l/100 km. No puede hablarse en estos términos de su refinamiento: su motor vibra mucho y suena más.

De serie en toda la gama, el Giulia incluye el Alfa DNA, un selector que modifica los modos de conducción, variando la respuesta dinámica del coche. Con cualquiera de ellos, se siente un coche deportivo. Además, la versión intermedia Super (desde 35.000 euros para el diésel de 180 CV) añade elementos estéticos específicos tanto en la carrocería como en el habitáculo. Y si quieres pinturas de guerra, Alfa Romeo te ha reservado el Pack Performance (que por 2.220 euros más incluye un diferencial de deslizamiento limitado y una suspensión activa) y los neumáticos asimétricos (delante 245/35, detrás 285/30) con llanta de 19 pulgadas. El sumun para el conductor del Giulia.

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