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La respuesta está ahí fuera: así se solucionan los problemas humanos al imitar la naturaleza

Las raíces de un árbol.

Paola Amigo

Sevilla —

La biomímesis tiene su etimología en bio, vida, y en mimesis, imitar, de manera que así da nombre a la ciencia que estudia la naturaleza para encontrar solución a los problemas que le surgen al ser humano. También se conoce como biomimética o biomimetismo, y gracias a ella se han logrado diferentes avances tecnológicos y químicos a lo largo de la historia.

La relación del ser humano con la naturaleza ha pasado por muy diversas fases, sobre todo si nos fijamos en la forma de consumir, crear y producir que hemos tenido. Hemos pasado de vivir de la naturaleza, en tiempos previos a la revolución industrial, a usar la naturaleza para nuestros fines e intereses, situándonos a nosotros mismos en el centro del universo e ignorando cómo el planeta se rebela como consecuencia de los efectos que causamos en él. Y es ahora, tras haber tenido tiempo de sobra para aprender de la naturaleza, cuando empezamos a imitar su funcionamiento por el bien de nuestro propio futuro.

La naturaleza lleva 3.800 millones de años experimentando por sí misma, aprendiendo de sus propios errores, y todo lo que nos rodea es el éxito de la supervivencia. La especie humana, en comparación, acaba de llegar. Si la vida del planeta transcurriese en un año, el ser humano apareció en los últimos quince minutos del 31 de diciembre. Y toda la historia que conocemos ha transcurrido en los últimos 60 segundos. 

Un sistema inteligente llamado naturaleza

Comparando nuestra experiencia con la de la naturaleza parece estar claro que tenemos mucho que aprender de ella, y ahí es donde aparece la biomímesis. Si observamos el entorno que nosotros creamos con el que crea la naturaleza tenemos muchas cosas en las que fijarnos. La naturaleza gasta solo la energía que necesita, no derrocha, recicla absolutamente todo lo que produce, premia la cooperación entre los elementos, demanda tecnología local y adaptada a las necesidades, cuenta con la biodiversidad y saca partido de las limitaciones. 

Desde que el ser humano se ha fijado en la naturaleza hemos encontrado solución a diferentes problemas, y aunque en muchos de esos casos parece que hemos inventado algo revolucionario, en realidad es algo que ya había creado la naturaleza mucho antes de que nosotros llegáramos. Y muchas cosas ni las podríamos imaginar.

El velcro, sin ir más lejos, se le ocurrió al ingeniero suizo George de Mestral al ver cómo las semillas de la planta de la bardana se enganchaban en el pelo de su perro, creando así un sistema de ganchos y bucles. La marca de bañadores Speedo se inspiró en la piel de los tiburones para conseguir un bañador que reduce al máximo la fricción con el agua, el Fastskin. La flor del loto inspiró los impermeables y las pinturas que se limpian solas. El frontal del tren bala japonés, el Shinkansen, se inspiró en el pico del Martín Pescador, mientras que compañías aeronáuticas como Airbus han conseguido reducir el ruido de sus aviones imitando las alas de los búhos, las rapaces más silenciosas. Y así, un ejemplo tras otro, hemos copiado lo que la naturaleza ya había creado.

La respuesta natural a nuestros problemas de sostenibilidad

Si la naturaleza ha demostrado ser sostenible por sí sola, en su contra, el ser humano ha dejado patente no ser capaz de serlo. Pero para conseguirlo, y conseguir un futuro mejor y sostenible, de nuevo la biomímesis puede tener la solución.

El edificio Eastgate Building Harare, en Zimbabue, es capaz de mantener una temperatura constante sin tener ningún tipo de refrigeración mecánica. Para conseguirlo el arquitecto no tuvo más que emplear el mismo sistema de túneles subterráneos, que refrigeran el aire, que utilizan las termitas africanas en sus termiteros. Y en Hamburgo, el edificio BIQ House utiliza algas fotosintéticas en su fachada para controlar la entrada de luz, generar energía a partir del biogás y además mantener el calor de dentro. De manera que podemos hablar de una arquitectura sostenible gracias a la naturaleza.

Sin ir tan lejos, empresas como Ence, especializada en celulosa y reconocida en toda la UE por su evolución en sostenibilidad, ha instaurado una forma de trabajo inspirada en la naturaleza. Su proceso productivo comienza con la compra de madera, proveniente de pequeños proveedores locales, la cual al llegar a la biofábrica es descortezada, aprovechando este material como biomasa que se transforma en energía eléctrica y calor que utiliza la propia planta de producción. Dando lugar al autoconsumo, como ocurre en la naturaleza. El proceso en el que se separa la celulosa de la lignina que la mantiene pegada se realiza con agua reutilizada, con un resultado eficiente. A la hora de transportar la pasta de papel resultante se hace en forma de tela, con un aprovechamiento del espacio y reduciendo la emisión de gases. Además, el producto resultante es reutilizable y, por tanto, sostenible.

En su otra línea de actividad, Ence genera energía limpia y renovable a través de la biomasa. Como recurso se utilizan principalmente restos de podas y de cultivos, de olivares y viñedos, que pasan de ser un residuo a convertirse en energía. Así nada sobra y los recursos pueden ser aprovechados de manera natural, emulando así la importancia vital del sol en el equilibrio natural generando energía de forma híbrida entre la solar y la biomasa en una misma planta. Demostrando, una vez más, que la respuesta estaba en la naturaleza.

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