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El último peldaño a la plena autonomía: pisos supervisados para personas con problemas de salud mental

Paqui Pajuelo, una de las personas usuarias de los pisos supervisados

Andrea Menéndez Faya

“Mi objetivo es tener una vida normal, como la de cualquiera, con mi medicación y mis cosas, pero también con mi trabajo, mis amigos y mi rutina”, para Paqui Pajuelo (43, Almendralejo), la vida en uno de los pisos que Grupo 5 gestiona para la Junta de Extremadura en dicha localidad es la oportunidad de reencontrarse con la normalidad. Trabaja como pinche de cocina en un bar, se levanta cada mañana, toma la medicación y parte hacia el trabajo. “Lo difícil no es trabajar, es mantenerse, y más en un trabajo tan exigente como la hostelería”.

Llegó a Almendralejo desde Mérida, donde residía en los pisos supervisados de gestión propia del SEPAD en Mérida. Apenas 25 kilómetros por autovía separan las dos localidades. Al igual que los otros 20 usuarios de los pisos tutelados, sigue teniendo allí su grupo social e incluso recursos sociales a los que acudir. “Este es un proyecto distinto” explica Francisco Javier Fernández (53, Plasencia), gerente de centros de Extremadura. “Son pisos que no dependen de ninguna residencia, donde los perfiles de las personas usuarias están marcados por un nivel más alto de autonomía y con el objetivo claro de rehabilitación y de posibilidades de empleo”. 

En el caso de Paqui, ya había trabajado durante un tiempo antes de llegar a Almendralejo, una vez allí su primer objetivo era encontrar trabajo. “Tuve varias entrevistas, algunas ofertas y al final encontré este trabajo que me gusta”. En todo el proceso, el acompañamiento de su monitora de referencia, María Martín (38, Plasencia) que trabaja como educadora en el piso de Almendralejo, fue un apoyo esencial: “La que hace el proceso es ella. ¿Tiene dudas? Yo estoy ahí si puedo ayudar en algo, pero al final la que hace todo el proceso de búsqueda es ella”.

La primera toma de contacto de cada persona que llega es con el educador de referencia con el que va a ir trabajando en las expectativas que tiene, los objetivos que se quiere marcar, a qué se quieren dedicar y sus intereses. Se marca un itinerario a seguir en base a su capacidad de autonomía y sus deseos profesionales y personales. El acompañamiento es un puente a la independencia total. “Entrenamos su independencia, para que pueda hacer su vida lo más autónoma posible, pero estando en el piso tiene un bastón en el que apoyarse en caso de que lo necesite”, explica María Martín.

“Muchas veces lo hablo con Paqui, creo que no hay ningún proceso que sea lineal y vaya a la perfección. Todos tenemos errores, días malos y días buenos, no es el camino hacia la perfección”. El camino es largo y el objetivo está cada día más cerca, pero puede haber caídas, baches de los que cueste más salir a la sociedad, “para eso estamos nosotros, para que tengan un apoyo del que tirar si lo necesitan”.

La supervisión es puntual. Los monitores acuden una vez a la semana al piso tutelado para ayudar con la gestión del pastillero de la persona, les recuerdan las citas médicas de la semana y después se interesan por si hay alguna novedad en la que necesiten ayuda. Hay residentes con mayor autonomía, otros con los que se va trabajando para ir adquiriéndola, pero la parte humana es la que marca la diferencia. “El acompañamiento es darles también, dependiendo de las circunstancias, espacios de desahogo, de diálogo”. 

Las mañanas suelen ser activas a nivel de comunidad, acuden a asociaciones y actividades, y a la hora de la comida hay quienes necesitan apoyo o supervisión para realizar las tareas, pero para el resto del día es importante la rutina y la capacidad de gestión. “Tenemos el teléfono si necesitan cualquier cosa, pero en principio nuestro papel es solo resolver dudas y ayudar donde no llegan”.

El proyecto empezó a rodar en octubre de 2022, con una capacidad de 20 personas y 4 plazas no concertadas de acceso privado. “Cada persona que entra tiene unos objetivos de evaluación personales e intransferibles” —explica Fco Javier Fernández— “los ritmos de trabajo son completamente distintos según el perfil, no sólo por sus necesidades, también teniendo en cuenta sus capacidades”. En el caso de Paqui, la supervisión no es constante. “Tiene una gran capacidad para alcanzar sus objetivos de autonomía y las ideas muy encima de la mesa, muy reales en el camino que ella quiere trazar y a dónde quiere llegar”.

Doce profesionales, monitores y educadores, y un psicólogo acompañan a las personas que viven en los pisos tutelados que Grupo 5 tiene en Almendralejo, pero el trabajo real lo hace la propia persona. “María ha puesto el ejemplo del bastón, eso somos: una muleta en el acompañamiento”, comenta Francisco Javier. La experiencia les da la certeza de que las personas que deciden emprender este camino son “héroes y heroínas que no lo tienen nada fácil” a la hora de volver al mercado laboral, a mantener o refrescar situaciones personales de red social y de crear una nueva en un mundo donde lo personal se deja de lado. “Entendemos a la perfección los altibajos que tienen, los que tenemos cualquiera. No podemos controlar nuestra vida”.

El acompañamiento en este proceso es solo la rampa de salida. La trinchera en la que el equipo de profesionales que apoya a las personas que, como Paqui, deciden que es el momento de dar el paso y recuperar su autonomía personal. Grupo 5 solo provee los recursos necesarios para resistir y avanzar. “Nuestros profesionales son los que viven día a día la satisfacción, los avances y los frenazos de las personas que aquí residen”, explica Francisco Javier. 

Paqui es un ejemplo de las personas que viven en los cuatro pisos que Grupo 5 tiene distribuidos en Almendralejo, que entienden el apoyo que reciben y que coinciden en el objetivo de ser autónomas “es el último peldaño a salir a la comunidad, de vivir en un piso compartido o no, pero no supervisado. Tener un trabajo supervisado sólo por mi jefe y ser capaz de mantenerlo, aunque sea duro”. Sus objetivos son claros: “Hacer las cosas bien hechas, ahorrar un poco, adaptarme al trabajo y a la convivencia. No puedo estar parada, me gusta mi vida y estoy muy motivada en mantenerla”. Estos pisos supervisados están cofinanciados por el Fondo Social Europeo, proyecto que lleva en funcionamiento desde 1997.

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