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Calladita estás más guapa

Manifestación del 8M en Uruguay

Alicia Díaz

Todo movimiento social goza de figuras referentes que son estudiadas y admiradas por sus acciones en el tiempo. Esto es muy común, teniendo en cuenta que las personas necesitan verse reflejadas en otras para sentirse comprendidas y para formar parte de una filosofía de vida. De esto el feminismo sabe mucho, ya que el legado es bastante extenso históricamente y grandes pensadoras abrieron las puertas al cambio analizando los comportamientos sociales desde una óptica feminista poniendo en cuestión instituciones que parecían intocables, como la de la familia o el matrimonio. Así lo plasma Shulamith Firestone en “política sexual” reformulando el feminismo como un proyecto radical en el sentido marxista modificando el análisis de la lucha de clases realizado por Engels, indicando que era necesaria una revolución de las clases sexuales. Defendía una revuelta de mujeres para la eliminación de las clases sexuales tomando el control reproductivo y definiendo un nuevo materialismo histórico

Simone de Beauvoir expresó en los términos de la filosofía existencialista todo un ciclo de reivindicaciones de igualdad de las mujeres que comienza con la Ilustración y lleva a la obtención del voto y al acceso a la enseñanza superior en el primer tercio del siglo XX. El segundo sexo de Simone cobró vital importancia en la lucha a favor del aborto y pone en cuestión el sistema de género y cómo a través de él las mujeres son oprimidas y anula sus libertades. El feminismo tiene una historia ya escrita cuya filosofía busca transgredir y fabricar un mundo donde la desigualdad en todas sus esferas estructurales no sea admitida.

Podríamos seguir con un listado enorme y no terminaríamos de señalar a mujeres importante de la época y a las referentes actuales, de las cuales, yo destacaría a teóricas feministas que desembrollan todo recoveco en torno a la prostitución como mecanismo donde se concentra la violencia hacia la mujer de manera estructural. Todas ellas han sido analizadas de forma crítica, algunas gustan más o menos, pero ninguna ha necesitado de una defensa personal a ultranza porque se entiende que la exposición lleva al cuestionamiento continuo y se corre el riesgo de infantilizarlas y a caer en la condescendencia.

Es importante tener referentes para poder sostener una idea de manera completamente formada que nos ayude al desarrollo del espíritu crítico y que nos permita salir de la comodidad anclada para no perder privilegios y mantener el status quo. Una de las frases míticas de Simone de Beauvoir es aquella de “viviendo individualmente, luchando colectivamente” como fuente de solidaridad entre mujeres que permita poder rebelarse.

Es relativamente nuevo el término “ sororidad” utilizado dentro de círculos feministas para entender la idea de colectividad y solidaridad.

La sororidad es definida como la relación de hermandad y solidaridad entre las mujeres para crear redes de apoyo que empujen cambios sociales, para lograr la igualdad.

A nivel lingüístico, la palabra sigue el mismo patrón que fraternidad, cuya raíz latina es frater (hermano), en este caso la raíz es soror (hermana), aludiendo a la relación entre las personas de sexo femenino. Pero la sororidad va mucho más allá del debate lingüístico y supone un salto del feminismo más teórico –de hecho sisterhood se acuñó en el feminismo estado¬unidense de los setenta– a una consigna que se extiende y apela a las mujeres a unirse y apoyarse en un sistema patriarcalista con el fin de la búsqueda de la igualdad. La sororidad, al final, se trata de crear redes donde todas las mujeres puedan crear vínculos que les lleven al mismo objetivo de manera desinteresada cediendo ante sus propios intereses individuales a favor de la consecución del mismo fin político y social; o lo que es lo mismo en palabras de la gran Kate Millett, “lo personal es político”.

Pero nos encontramos ante una disyuntiva en la actualidad, ya que el término es en muchas ocasiones utilizado como arma arrojadiza, sobre todo si te posicionas especialmente crítica con otras mujeres ante conductas sujetas a la misma. Por otro lado, no deja de ser contradictorio su uso ya, que, si el feminismo es una filosofía política y social que obliga a la autocrítica, el término sororidad mal entendido nos llevaría a caer en cierto corporativismo ante la idea de que todas las mujeres deben ser defendidas entre ellas; entraríamos pues, en una espiral en la que la libertad de expresión queda minada por un concepto mal aplicado de forma irracional, lo que convierte el feminismo en un espacio endogámico y en cierta forma represivo.

Nos hemos hartado de decir que la idea de que existan mayoría de mujeres no quiere decir que éstas tengan un espíritu feminista. Como cualquier filosofía, ha de ser leída y entendida y no tiene cabida cualquier acción dentro de ella porque se perdería la esencia política del movimiento. Para ello es necesario aplicar el feminismo en nuestra vida de forma real renunciando a formar parte de maniobras incompatibles con la lucha. El feminismo no puede arropar cualquier conducta encarnada en sororidad individual porque pasaría al padecimiento del síndrome de Jerusalén en el que el mesías cobra el papel más importante y no podría sostenerse sin la veneración de los feligreses. El feminismo no busca jerarquías ni altares que encumbren figuras femeninas de manera unilateral ya que deja de ser político y pasa a ser personal. Deja de ser radical.

Por tanto, sororidad es libertad de expresión, lucha colectiva, reivindicación femenina y política. La sororidad tiene un nombre que debería recuperarse: camaradería y solidaridad.

La sororidad actual es la excusa perfecta para que el feminismo se convierta en una gira donde hasta la verbena del barrio tiene cabida entre toques de corneta, repiques y variopintas charangas donde los cánticos son un alegato femenino personal sin saber qué es lo que se reclama. Se ha convertido en el “calladita estás más guapa”. El fin de la sororidad es la lucha colectiva por un fin comunitario. Ser feminista no se trata de buscar amor y comprensión en otras mujeres, ni ser guiada por una imagen a la cual idolatrar, se trata de hacer políticas que cambien el mundo. La militancia debe estar limpia de intereses personales, lucrativos y beneficiarios de individualismo porque el feminismo es una lucha global.

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