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Cedillo, la frontera entre España y Portugal que se cruza en barco

Varias personas cruzan el río Sever, la frontera entre España y Portugal, montadas en el barco 'patera'

Jesús Conde

La frontera de Cedillo (Cáceres) entre España y Portugal tiene una barrera difícil de sortear. Se trata de un pequeño puente de hormigón que solo se puede transitar los fines de semana.

La pasarela permite sortear la confluencia del río Tajo y su afluente Sever, pero es propiedad de una central hidroeléctrica que gestiona Iberdrola y está cerrada al público el resto de la semana.

A Cedillo le separan 14 kilómetros del pueblo portugués de Montalvão y los vecinos de ambos lados de la raya comparten lazos familiares y relaciones comerciales. Sin embargo, el puente ha sido el causante de su incomunicación desde hace un cuarto de siglo. Es algo que le ha valido a este territorio el sobrenombre del 'Finisterre extremeño'.

La desconexión será completa durante las próximas tres semanas, hasta el 8 de diciembre. El motivo son unas obras de la compañía dentro de la central, que se nutre de las aguas del embalse de Cedillo.

El cierre les obliga a dar un rodeo de más de 100 kilómetros para acceder a la frontera a través de Valencia de Alcántara. Por este motivo la opción que usan muchos vecinos es la de los barcos, que les permiten cruzar y mantener sus actividades comerciales y gestiones diarias. Los barcos se han convertido en la opción preferida porque les dan acceso en apenas unos minutos. Suelen ser lanchas o embarcaciones sin motor que funcionan a remo.

Uno de los usuarios es el propio alcalde de Cedillo, Antonio González Riscado, que critica que los cayucos formen parte de sus vidas para poder desplazarse. “Somos una extensión de Extremadura que se interna en Portugal y estamos separados por una barrera que merma nuestro desarrollo”.

El movimiento es frecuente en una frontera entre dos países de la Unión Europea que se cruza en barco. El regidor explica que para coger uno de ellos es necesario hacer una llamada al otro lado de la frontera. El barquero espera a los tripulantes en las aguas y los cruza con rapidez. Ya en tierra los lleva hasta el pueblo en su coche.

Las embarcaciones son utilizadas también por deportistas que tienen que sortear el río durante las competiciones que se celebran a ambos lados. Se ha podido ver a ciclistas, con su bici incluida, montados en las barcas. La imagen sería incluso simpática si no fuera porque afecta al desarrollo de dos comarcas con una población aproximada de 60.000 habitantes, contando con el vecino municipio luso de Castelo Branco.

El tapón se ha convertido en un verdadero impedimento para unas zonas marcadas por la despoblación y la falta de oportunidades. El bloqueo impide el movimiento comercial con el norte del Alentejo portugués, donde existen diferentes industrias y fábricas que no encuentran una salida. Resulta aún más controvertido si se tiene en cuenta que se trata del centro geográfico entre Madrid y Lisboa.

Origen del aislamiento

Cedillo y Montalvão siempre han sido municipios hermanados y el aislamiento comenzó a raíz de la entrada en vigor del Acuerdo de Schengen en 1995, cuando se suprimieron los controles en las fronteras interiores de la Unión Europea.

Al tratarse de una central eléctrica, gestionada por una empresa privada, el puente que los une se convirtió en una frontera hermética cuando desaparecieron los controles de aduana y la presencia de agentes a ambos lados.

A raíz de las negociaciones con Iberdrola lograron que el paso abriera los domingos, y más tarde también los sábados. Hoy el acceso es libre ambos días entre las diez de la mañana y las diez de la noche. En verano pueden demorarse algo más, ya que el horario de cierre se amplía dos horas, hasta las doce.

Un nuevo puente

La solución por la que apuestan todos los vecinos es por la construcción de un puente internacional aguas arriba de la central.

El alcalde de Cedillo recuerda que existía un proyecto encima de la mesa y estaban consignados fondos europeos para su construcción. Finalmente el dinero tuvo que ser devuelto “por una falta de responsabilidad política”.

Años atrás hubo un cambio de gobierno en la Diputación de Cáceres, lo que hizo que el proyecto planificado por los socialistas fuera revisado y paralizado por el PP. Más tarde, con la llegada de nuevo del PSOE a la institución provincial, sigue sin concluir. “Fue una penosa decisión política que no favorece ni a los territorios ni a las personas”, critica el regidor.

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