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“La cooperación prácticamente me lo ha aportado todo. Más que una profesión es un estilo de vida”

Javier Martín Pérez, cooperante del Movimiento Extremeño por la Paz, trabaja en diferentes proyectos en Mali

Jesús Conde

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Los proyectos en los que trabaja apuestan por que las mujeres tengan herramientas suficientes para su desarrollo personal y profesional. Buscan su 'empoderamiento', que puedan acceder a los círculos de toma de decisiones de sus comunidades y a las actividades generadoras de recursos.

Javier Martín Pérez es un veterano cooperante que trabaja en varios proyectos en las zonas rurales de Mali de la mano del Movimiento Extremeño por la Paz. Valora de la cooperación la capacidad de transformación social, y la posibilidad que ofrece para contribuir 'humildemente' a un mundo más justo. Eso es lo que le gusta de la profesión, y lo que le mantiene activo.

Entre los proyectos en que trabaja se encuentra “Gota a Gota para la Resiliencia”, financiado por AEXCID, enfocado al fortalecimiento de cooperativas de mujeres campesinas a través de huertas comunales. Desarrollan capacitaciones en técnicas de cultivo, género e igualdad o la construcción de centros de la mujer, entre otras acciones.

Además están implementando otros programas en torno a la ablación, con el objetivo de concienciar y sensibilizar a las mujeres “de las graves consecuencias que esta práctica tiene para la salud”. Lo trabajan a través de herramientas de comunicación social como son teatros, radios comunitarias y talleres de sensibilización.

Los comienzos en la cooperación

Su vinculación con la cooperación comenzó cuando estalló la guerra de Bosnia, momento en que, desde MPDL y la UPA, lanzaron un proyecto de acogida de familias Bosnias y a las que buscaron refugio en distintas zonas de Extremadura.

Destaca que gracias a su profesión ha tenido la oportunidad de trabajar en más de 30 países, en diferentes contextos y algunas situaciones difíciles que le han aportado fortaleza mental. “También he tenido la oportunidad de conocer a personas muy diferentes, que viviendo otra vida no hubiera sido posible, y cambiaron mi visión del mundo y mi escala de valores”.

Valora que la cooperación le ha aportado prácticamente todo. “Soy yo en parte por mi profesión, y como muchas otras no se trata de un trabajo cualquiera, sino de un estilo de vida. Sacrificas muchísimo pero las recompensas también son indescriptibles tanto a nivel personal como profesional”.

Su primer destino como cooperante fue Bosnia, y a partir de ahí comenzó a involucrarse en proyectos e intervenciones de emergencia en África, Latinoamérica y Sri Lanka en Asia. “Hablo de principios de los 90, época en la que la cooperación no estaba tan desarrollada como ahora, más bien había pocas líneas que marcaran el trabajo del cooperante”.

“Digamos que lo que más me gusta mi trabajo es trabajar en proyectos que realmente merecen la pena, trabajamos con personas que ven vulnerados sus derechos más fundamentales y para mí los Derechos Humanos están por encima de todo. Contribuir humildemente a un mundo más justo es realmente lo que me gusta y lo que me mantiene activo”.

El ciclo de trabajo

Su ciclo de trabajo siempre comienza atendiendo las peticiones de la población local, que detectan una problemática, una necesidad. “A partir de ahí comenzamos a investigar y a formular el proyecto. Somos una ONG generalista, por lo que no nos enfocamos en un solo campo de intervención, tenemos un amplio círculo de actuación”.

“Buscamos los financiadores en España y trabajamos con distintas contrapartes y colectivos malienses como es ADEPA, Côté Court e incluso activistas africanos comprometidos con los Derechos Humanos como Tiken Jah Fakoly, Mamá Koné y Foutumata Koulibaly”.

“En Mali llevamos interviniendo desde el año 2004-2005, siendo nuestro primer proyecto un programa transfronterizo Mali- Níger- Burkina Fasso. En esta ocasión atendimos una situación de hambruna provocada por una grave sequía. A partir de ahí y de forma ininterrumpida hemos intervenido en diferentes zonas del país y distintas áreas: potabilización de agua, rehabilitación de escuelas, construcción de centros de salud, cooperativas, huertas comunales y varias situaciones de emergencia”.

Impacto de los proyectos

Señala que en términos generales los proyectos han tenido un impacto social positivo. “Hemos visto cómo las condiciones de vida de cientos de mujeres, niñas y niños han mejorado exponencialmente. Además, toda la labor y experiencia acumulada en más de un década, gracias al éxito que han tenido los programas, nos ha ayudado a tejer una red de relaciones con organismos, autoridades locales, contrapartes locales, colectivos sociales y activistas de confianza mutua”.

Destaca el apoyo que han recibido de sus principales financiadores, AEXCID, Diputación de Cáceres y Diputación de Badajoz, “ayuda sin la cual nuestra labor no hubiera podido llevarse a cabo”.

Mensaje para la juventud

Comenta que, si volviera atrás, volvería a ser sin duda cooperante. “Ahora mismo no me imagino haciendo otra cosa. Me ha aportado muchísimo y me siento muy orgulloso de haber transmitido ese gusanillo a mis hijas”.

A las futuros cooperantes, a la juventud que se quiera dedicar a esta profesión, les pide que no se rindan. “Si es lo que realmente quieren que peleen por buscar oportunidades, que las hay. Y que piensen si son personas comprometidas, porque el compromiso es la base de esta profesión”.

“Además tampoco deben idealizar la figura del cooperante, que sean conscientes que las condiciones, en muchas ocasiones, son durísimas pero las recompensas son vitales. Y por último que se formen, porque hoy en día las vías para formarse son numerosas y que no olviden de los idiomas”.

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