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Tipos de hepatitis: los cinco conocidos y cómo se produce el contagio

Personal sanitario manipula unas muestras de sangre en el laboratorio. | EFE-Christian Brun

Marta Chavarrías

La hepatitis es una enfermedad que provoca una inflamación del hígado, un órgano vital que se encarga, entre otras funciones, de filtrar la sangre, producir bilis, procesar nutrientes, descomponer sustancias químicas, controlar el nivel de hormonas, etc. Cualquier cosa que lo “moleste”, puede ser perjudicial. Y la hepatitis puede ser una de estas molestias, ya que es capaz de interrumpir estas funciones: un hígado inflamado o dañado no puede ejecutarlas bien.

La hepatitis puede estar provocada:

por un virus (hepatitis viral)

por el consumo de alcohol, drogas o fármacos

por una disfunción del sistema inmunológico que hace que este ataque las células hepáticas

Esta enfermedad puede curarse antes de medio año o puede hacerse crónica y provocar daño hepático, que a la larga puede dar lugar a cirrosis o cáncer de hígado. Que evolucione de una manera u otra depende del tipo de hepatitis o de si la persona tiene otras enfermedades, explica la World Hepatitis Alliance. Mientras unas formas dan ugar a una hepatitis aguda, más o menos grave, pero limitada en el tiempo, otras pueden provocar una hepatitis crónica.

Los cinco tipos de virus de la hepatitis

1. Hepatitis A (VHA)

Es una de las dos que se transmite por el consumo de agua o alimentos contaminados (aunque también puede propagarse por ciertas prácticas sexuales). Este tipo de virus suele provocar una infección leve, con una recuperación completa al cabo de unas semanas. La mayoría de las personas infectadas pueden sufrir una amplia gama de síntomas (entre dos y siete semanas después de haberse infectado): fiebre, pérdida de apetito, calambres en el estómago, ictericia (coloración amarillenta de la piel y los ojos); orina oscura y fatiga.

En casi todos los casos la recuperación no requiere tratamiento y suele desaparecer al cabo de unas semanas o, en los casos más graves, varios meses, lo que tarde el cuerpo en expulsar la infección. Pero la enfermedad no se vuelve crónica. La prevención pasa por lavarse las manos tras usar el baño y cambiar pañales y antes de preparar alimentos.

Al viajar, sobre todo en países en desarrollo, debemos prestar atención con el agua (siempre embotellada, evitar cubitos de hielo) y la comida (evitar alimentos crudos o poco cocinados). Convivir con alguien en casa con hepatitis A nos obliga a extremar ciertas medidas porque es contagioso: no compartir cubiertos ni plato, ni cepillos de dientes, lavarnos bien las manos, etc. Este tipo de hepatitis cuenta con una vacuna que tiene una eficacia de casi el 100%.

2. Hepatitis B (VHB)

En todo el mundo hay casi 260 millones de personas con infección crónica por el virus de la hepatitis B, según datos de la Organización Mundial de la Salud OMS). Se transmite sobre todo cuando la sangre, el semen u otros líquidos corporales de una persona infectada, incluso en cantidades microscópicas, entra en el cuerpo de una persona no infectada.

Se puede transmitir a través de prácticas sexuales sin protección, compartiendo equipos contaminados como agujas, jeringas e incluso equipos médicos como monitores de glucosa y artículos personales como cepillos de dientes; o por vía perinatal, es decir, de la madre infectada al bebé en el momento del parto.

Este tipo de virus puede provocar cirrosis y cáncer de hígado, aunque si se detecta a tiempo, se puede tratar y evitar que la enfermedad progrese. La vacuna para la hepatitis B ha permitido que haya bajado mucho su incidencia. Incluso hay vacunas contra este tipo de virus que también protegen contra la infección de la hepatitis D, ambas relacionadas, como ya veremos.

3. Hepatitis C (VHC)

Se transmite casi siempre por la exposición a sangre contaminada, que suele producirse por transfusiones de sangre o al compartir jeringuillas, o hacerse piercings o tatuajes con instrumentos contaminados. Aunque la transmisión sexual también es posible, esta posibilidad es más excepcional. A diferencia del resto de los virus, el de la hepatitis C no tiene vacuna.

El tratamiento puede variar. En algunos casos, no será necesario porque el sistema inmunitario elimina la infección de forma espontánea. En otros casos, pueden necesitarse antivíricos de acción directa. La mejor manera de prevenirla es reducir el riesgo de exposición al virus, como la higiene de las manos, un uso seguro de las inyecciones en la atención sanitaria y una correcta manipulación y eliminación de objetos afilados y el uso del preservativo, reconoce la Federación Nacional de Enfermos y Trasplantados Hepáticos FNETH).

La particularidad de la hepatitis C recae en la posibilidad de hacerse crónica. A este respecto, la hepatitis B y C que son crónicas afectan a más de 300 millones de personas en todo el mundo. La World Hepatitis Alliances las califica como “epidemias silenciosas” porque la mayoría de las personas que viven con estos virus lo desconocen. Esto aumenta el riesgo de desarrollar enfermedad hepática mortal o cáncer de hígado, así como transmitir la infección a otras personas sin ser conscientes de ello.

Para los expertos, eliminar la hepatitis B y la C para 2030 “prevendría unos 36 millones de infecciones y salvaría 10 millones de vidas”. Pero el problema está en la actitud de las empresas farmacéuticas que desarrollan los fármacos eficaces contra la hepatitis C, como en su día fue el caso del SofosbuvirSofosbuvir. Estas empresas tienen el monopolio de las patentes e imponen unos precios muy elevados en países con alta demanda, de modo que obligan a los gobiernos a plegarse a sus tarifas.

En España, un país con una alta tasa de enfermos de hepatitis C, es tristemente célebre el caso de las siete muertes en Galicia, en 2016, porque altos cargos de la Xunta presuntamente se negaron a subvencionar el coste del medicamento Sofosbuvir, que posiblemente hubiera salvado esas vidas. Ello a pesar de que el actual presidente de Galicia garantizaba en febrero 2015 tratamientos para todo el mundo alegando que “esto no es Venezuela”.

4. Hepatitis D (VHD)

Esta enfermedad afecta solo a personas infectadas ya por la hepatitis B, ya que necesita el virus de tipo D necesita el B para sobrevivir. La simultaneidad de ambos virus hace que pueda aparecer una afección más grave. Se transmite sobre todo por vía sanguínea, a través de jeringuillas usadas por personas infectadas (tatuajes, consumo de drogas, etc.) o por compartir objetos de higiene personal como cepillos de dientes, máquinas de afeitar o en transfusiones sanguíneas, por contacto sexual sin protección y de madre a hijo. Este tipo de hepatitis puede hacer empeorar una infección por hepatitis B y hacer más graves los síntomas.

5. Hepatitis E (VHE)

Se transmite, igual que la hepatitis A, a través del consumo de agua o alimentos contaminados (hielo, frutas y verduras crudas sin lavar…). A diferencia de la A, no cuenta con una vacuna. Su prevención pasa por extremar las medidas higiénicas y evitar el consumo de bebidas y alimentos contaminados. Tampoco causa enfermedad crónica.

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