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Alejandro Villalobos

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El sur de Granada esconde rincones paradisíacos donde disfrutar de su arquitectura, geografía y una gastronomía que la sitúa en los destinos predilectos de sello internacional, gozando de una climatología ideal para recorrer cada rincón con la bicicleta. En pleno centro de la Costa Tropical de Granada nos recibe la villa costera de Salobreña. Blanca y reluciente, abrazada al gran peñón que mira al mar, entre geranios y serpenteantes calles con reminiscencias árabes, atmósfera, brisa marina y preeminentes luminosos rayos de sol que lo blanquean todo. Uno de los destinos turísticos por excelencia de Andalucía, nos da el corte de cintas a una ruta que aúna mar, media montaña y paisajes oníricos con Sierra Nevada en el horizonte. 

Apretamos calas con la brisa marina meciendo la atmósfera en pleno Paseo Marítimo de Salobreña, junto a la Playa de La Guardia de uno de los oasis y punto de ebullición (si no el que más) turístico de la costa granadina junto a Almuñécar y Motril. Recorremos los primeros metros del peregrinaje cicloturista por la avenida del Mediterráneo de la villa buscando la primera porción (fugaz, eso sí), de la autovía de acceso Oeste al puerto de la capital costera, Motril (kilómetro 3). Evitamos su ingreso y en inapreciable desnivel positivo, con el río Guadalfeo a nuestra izquierda y envueltos en un halo natural donde las plantaciones de aguacates, chirimoyas y naranjos cobran protagonismo, vamos calentando tibias y glúteos rodando sobre la carretera de Sierra Nevada.

Avistamos la localidad de Lobres (km 6,7) y seguimos aprovechando el buen asfalto y perfil apto para mover desarrollos de tractor, hasta llegar al cruce de la Bernardilla (km 13), que se dirige a la zona de los Guájares y que saludaremos al retorno antes de repostar (quien lo desee) víveres en el surtidor de Vélez Benaudalla, nuestro próximo destino tres kilómetros después. En las últimas estribaciones de la Alpujarra Granadina, sobre una suave ladera y una pequeña llanura que deja a sus pies el río Guadalfeo, cruzamos la población y comenzamos casi de inmediato el ascenso a la presa de Rules. Encaramos 4,02 kilómetros al 4.8% con algún pasaje al 7-8%, que nos caldearán los músculos antes de refrescar retinas y piernas en la cima (km 23) a 367 m de altitud y dejarnos caer fugazmente durante dos kilómetros.

Volvemos a tener que apretar dientes y subir coronas porque comienza la subida de los Acebuches al puente de Tablate. Son casi seis kilómetros donde, sin pendientes de órdago (4-5-7%), salvamos 261 metros de desnivel hasta alcanzar Tablate (km 31), puente histórico de la época nazarí (s. XII al XV) en el camino real de Granada a la Alpujarra y puerta natural de acceso a la misma, que libra el barranco al que ha dado nombre afluente del río Ízbor. Cruzamos una rotonda y rodamos por la N-323 descendiendo tenuemente hasta llegar a Béznar (km 32,2). Nada más salir, volvemos a subir coronas para superar una subida de tres kilómetros al 5% que conviene no tomar en broma ante lo que aún nos resta y entrar en Lecrín-Talará (km 35,2). 

Las piernas van pidiendo clemencia y afortunadamente nos podemos dejar ir y aprovechar para comer algo en los casi 6 kilómetros en descenso por una revirada carretera camino de Melegís y padecer un incómodo repecho al 5-6% entrando en Restábal (km 41), hemisferio de nuestra ruta. Aquí quien quiera desafiar el infierno de la localidad vecina de Saleres, con dos kilómetros a casi el 10% de media y un inicio aterrador al 17-18%, puede aventurarse, pero nosotros recomendamos seguir de frente y dirigirnos en un zigzagueo perenne y rampas del 5-6% dirección Pinos del Valle (km 45,7), un municipio situado en la parte sur oriental de la comarca del valle de Lecrín en la cota altimétrica 700 metros y a los pies del cerro Chinchirina, en cuya cima se erige la ermita del Santo Cristo del Zapato.

Es hora de hacer un breve alto en la etapa para probar alguna de las especialidades culinarias de la zona como el remojón de naranja o refrigerarnos física y oníricamente con las vistas majestuosas del embalse de Béznar. Para no cargar el estómago optamos por la segunda y refrescante alternativa y dejamos legado fotográfico antes de soltar piernas durante dos kilómetros, previo ascenso al techo de la jornada por la GR-3204, el alto de los Guájares, que holla junto al Castillo de Venta de la Cebada (km 53,53) rozando la cota altimétrica 800 metros. Coronamos el premio de la montaña y toca ahora sí engranar los piñones de 10 u 11 dientes para buscar la pintoresca población de Guájar Faragüit (km 60,6), en el municipio de los Guájares, por una ruta de piso casi inmaculado y donde, como el día de inspección a pedales, fuimos agasajados por el aire de poniente que nos hizo volar camino del puente del cruce de Azud de Vélez (km 68) que nos deposita en la N-340, único punto donde nos molestó el tráfico motorizado.

La ruta va echando las cortinas y por un asfalto casi perfecto y con el dios Eolo rugiendo en nuestro regocijo, devoramos los últimos kilómetros paralelos al rio Guadalfeo en un perfil de falso llano en descenso que nos deposita en la villa costera. Pisamos Salobreña por la autovía GR-14, donde unas horas antes comenzamos nuestro peregrinaje en la costa tropical granadina. Aún restará subir pulsaciones y el clímax se nos viene casi sin darnos cuenta con la estampa del castillo que domina nuestro maná turístico. Pedaleamos por la Plaza Pablo Picasso y sin respiro pasamos junto a la plaza Pablo Iglesias y nos metemos de lleno en la boca del infierno. Nos queda un final lleno de cianuro y belleza en armonía. 

Los últimos 600 metros: ojo al 11% de media y desniveles del 18-20% que afrontamos atravesando las calles Juan XXII y Laderas de la Cruz para acceder a los pies del Castillo árabe de Salobreña y el Mirador Enrique Morente, a 73 metros de altitud, que nos depositan en el arco de la fortaleza. Aunque la distribución corresponde a la construcción que se levantó en época nazarí, el castillo árabe es el resultado del aporte de la arquitectura musulmana y cristiana. Púnicos y romanos también dejaron su huella, pero los restos del periodo andalusí y de la Edad Moderna son los que perduran actualmente en ella. La ruta ha llegado a su final y sería imperdonable no pegarnos nuestro merecido homenaje gastronómico degustando algunas especialidades culinarias de la zona como el remojón, las ensaladas tropicales y el pescado de la zona con las quisquillas de Motril como una de las referencias sin parangón y que abrochan una jornada de auténticos gourmets cicloturistas en una zona que les invitamos a conocer. La costa granadina les abre las puertas.

Y aquí van unos cuantos consejos para afrontar mejor la ruta:

  • Realizar la ruta en las primeras horas del día para evitar el calor en época estival
  • La primavera es la mejor época
  • Hacer un alto en la presa de Rules y disfrutar de sus vistas panorámicas
  • Ir sin prisas, embelesarse de los paisajes y degustar la gastronomía de la zona
  • Darse un baño obligado en la playa de La Guardia
  • Subir al castillo árabe de Salobreña
  • Ruta entretenida sin excesiva exigencia física

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