Estoy ilusionado y contento porque dentro de unos pocos días voy a conocer en persona a Robert Crumb. Viene al festival La Risa de Bilbao, que tengo el honor de dirigir, porque ha aceptado recibir nuestro premio y ser entrevistado ante el público por otro acérrimo ‘crumbiano’, Santiago Segura. Si para Fernando Trueba ─que también viene─ en el cine Dios es Billy Wilder, para mí lo es Robert Crumb en el cómic.
Crumb vive desde 1991 en un pueblito al sureste de Francia, lejos del mundanal ruido; ese ruido superfluo y aturdidor que atruena en todas partes y que a mí me molesta tanto como a su campechano personaje Mister Natural, gurú imán de pirados, y a él. Su emigración de Estados Unidos, Crumb la explicó así: “Primero dejé las anfetaminas, luego el ácido, los porros, el alcohol y finalmente América”.
Crumb es el máximo representante del cómic de humor 'underground', un 'outsider' por antonomasia que no se casa con nada que no le agrade y, al mismo tiempo, desde ese contestatario y contracultural punto de partida 'underground' se ha convertido en uno de los artistas internacionales más influyentes de los últimos cuarenta años, más allá de su expresión a través del noveno arte. Crumb conjuga el ser un espíritu libre, exhibicionista y escandaloso con un dibujo de personalidad y trazo genial. Por ejemplo su serie 'Mis problemas con las mujeres', en la que él mismo aparece como personaje atormentado, neurótico y a la vez hedonista hasta el delirio, fascinado y deliciosamente amedrentado por mujeres de físico poderoso a las que desea con desesperación y consigue con frecuencia. Crumb, ventajas de ser el autor, folla mucho y de modos peculiares en sus cómics a base de ser un zalamero humillado que se convierte en un salvaje imparable cuando la polla le manda. A veces se hace el cínico: “Hay gente que toma mi trabajo demasiado en serio. Y cuanto más en serio me toman, más dinero gano”; pero su lado de apacible coleccionista de discos antiguos de folk y jazz americano y su insobornable decencia intelectual lo delatan como un buen tipo.
Sus personajes son memorables. El rijoso y cantamañanas Fritz the Cat, del que Crumb acabó harto y se lo cargó con un picahielos por mano de una feroz mujer avestruz; el inmundo y diminuto Snoid, que vive en un culo; la colosal negra Angelfood McSpade, cuyo aroma sexual vuelve locos a los hombres; el ya citado Mister Natural, poliédrico personaje del que no se sabe muy bien si es un tío majo o un cabrón, y su discípulo, el lerdo y dubitativo Flakey Foont.
La última gran obra por el momento de Robert Crumb, que acaba de cumplir setenta años, ha sido la monumental novela gráfica 'Génesis', donde la perfección y riqueza de su dibujo llega a la maestría absoluta. Crumb dijo del descomunal reto: “He acabado completamente agotado, casi enfermo. ¡Incluso he llegado a pensar en no volver a dibujar jamás!” Espero que no sea así.
Cuando en 1983, hace treinta años, el circunspecto pero también amable director de 'El Víbora', José María Berenguer, me aceptó como guionista para su casa, lo primero que pensé es que iba a publicar en la misma revista en que lo hacía Robert Crumb. Y eso me hizo feliz.
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