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Tormentón eléctrico sobre el Azkena

Debbie Harry, en un momento de la actuación en el ARF con su banda, Blondie.

Aitor Guenaga

Vitoria-Gasteiz —

La crónica de la segunda jornada de esta edición del Azkena Rock Festival (ARF-2014) podía comenzar con el público que se sumó al evento (11.930 almas, la víspera habían acudido otras 14.102, según datos oficiales) pese a la amenaza de repetición de lluvias y tormentas que finalmente no aparecieron. O con el desaguisado montado con el sonido del cabeza de cartel del sábado, la banda americana Blondie, algo que obligó a la organización a tener que tuitear tras el bolo de Debbie Harry esto: “Ante las quejas del mal sonido en el concierto de Blondie tenemos que decir que hemos intentado que los técnicos de sonido de la banda (quienes tienen el control total durante su concierto) lo mejoraran pero sin conseguirlo. Nos disculpamos por ello”. Lo cual les honra. Pero ¿quién no ha sufrido alguna vez un sonido lamentable en algún macroconcierto?

De todas formas, la Harry -que lleva en esto 40 años- supo poner a bailar al publico con un setlist cargado de éxitos -Maria, Call Me, Dreaming o el One Way or Another, con el que abrieron su actuación, aunque no creo que haya alguna persona que pudiera realmente escuchar la letra en boca de la Debbie. ¡Dichoso sonido!- E incluso hizo algo de sitio para su nuevo trabajo Ghosth of Dowload. Total, mucho pop, surfeando con notas punkies y algo de new wave que cuatro décadas después funciona. Pero ya no sorprende.

Claro que también se podía empezar el repaso a lo acontecido en la noche del sábado en la capital alavesa con otro clásico en los conciertos de masas: cómo una banda -en este caso australiana como los Wolfmother- se merienda al cabeza de cartel de la noche con un rock pesado que nos devolvía por momentos a los presentes a los 70 como si Black Sabbath se hubiera dado una vuelta por el recinto del ARF. ¿O eran los Led Zeppelin?

Daltrey y Weller

Todo esto podía ser una buena percha para contar lo del sábado. Pero cuando descubres en directo, casi sin quererlo, que tienes delante el futuro del rock en carne y hueso, ¿para qué pensárselo dos veces? The Strypes son unos jovenzuelos (tienen entre 16 y 18 años) irlandeses con una actitud en el escenario que arrumbaría a cualquier grupo experimentado. Frescos, acelerados, con un vocalista como Ross Farrely que hace sonar la armónica como si hubiera recibido clases personalizadas de los mismísimos Dr. Feelgood. No es exageración cuando sugerimos que anoche vimos el futuro del rock and roll, que diría Jon Landau, aquel critico de Rolling Stone que terminó siendo el manager de Bruce Springsteen. Y lo vimos en el Azkena Rock Festival. ¿Por qué será que desde Roger Daltrey, hasta Noel Gallagher, pasando por Paul Weller, se han declarado seguidores de este combo? Snapshot es su tarjeta de presentación, y la bordaron. Pero se atreven con versiones de Bo Didddley o de The Coasters y hasta de Ramones. Amplitud de miras y actitud rockera a raudales. Guitarra, bajo y batería. ¿Para qué más? Y acaban de llegar.

Justo lo contrario de algunos de los que ayudaron a electrificar el ARF de este año con su virtuosismo y su saber hacer. Joe Bonamassa es un buen ejemplo. Lleva en esto un rato largo. Su guitarra cabalga por el blues, el hard rock y cuando quiere hasta por el jazz (no fue el caso), mientras se deja acariciar por el teclado Hammond y nos devuelve de un plumazo a la música setentera de los Purple, por ejemplo. Escuchar Django/Mountain Time es tocar el cielo con los dedos. Y sucedió. Hubo más grupos que sumaron electricidad a la jornada: Kadavar (impresionante baterista, una máquina de ritmo sin fin) o la profunda voz de la cantante de Royal Thunder.

La nota 'desenchufada' entre tantas toneladas eléctricas llegó de la mano de Gordon Gano y sus Violent Femmes. Aun pegaba el sol cuando se subieron al escenario para hacer Blister in the sun ante el regocijo del personal. Prácticamente tocaron completo su primer trabajo. El bajo acústico de Brian Ritchie mantuvo el músculo de la actuación, pero la percusión ahonda ese tono callejero que el grupo puso a desfilar allá por 1983. Todos ellos compartieron escenario (el principal tomaba el nombre este año del desaparecido Lou Reed) según el tema con hasta cuatro instrumentos de viento que adobaron desde la tranquilidad -pero también desde la intensidad de por ejemplo el saxo de melena blanca y camiseta del norte de Michigan- una música que mantiene en forma a los de Milwaukee.

Ya queda menos para el ARF-2015. Y menos aún para el BBK-Live.

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