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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Higiene personal, higiene pública en cualquier época

Una pareja pasea por la playa en San Sebastián con mascarilla

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Iba caminando hace unos días, al atardecer, por el paseo cercano a la playa. Llevábamos mascarillas, íbamos tranquilos, nos cruzamos con algunas docenas, quizá cientos de personas que también paseaban, junto a otros que lo hacían en bicicleta, patines o en monopatín, mientras otros practicaban “footing”, casi todos por el carril específico. Digo casi porque en un momento cruzaron por la misma acera y a escasos centímetros dos sudorosos treintañeros mientras uno lanzaba un escupitajo que por poco me impacta. Siguieron de largo mientras yo me indignaba por su mala educación. O quizá no, pues es una imagen muy habitual en los futbolistas en cada partido, cosa que no ocurre en otros deportes de grupo, y nada raro en la vía pública entre viandantes. Vaya, que para mucha gente debe ser “lo normal”. Tan normal para muchas personas como estornudar o toser sin protegerse o proteger a su entorno próximo, aunque quizá estemos un poco más en guardia tras haber reconocido la Organización Mundial de la Salud (OMS) que el virus que causa la Covid-19 se transmite por el aire, de ahí que la mejor protección es mantener la distancia, lavado de manos y usar mascarilla.

Igual de normal que nos podamos encontrar cientos, miles de restos de chicles o colillas por las aceras, y envoltorios de golosinas, restos de pipas de girasol y alguna lata de refresco… cercano todo ello a algunas heces caninas. Demasiados restos inimaginables que podamos encontrar en lugares tan diferentes como Helsinki, Bangkok, Madeira o Lausana, donde, eso sí, nos hallaremos con prohibiciones de fumar en la vía pública y arrojar desperdicios varios o habrá ceniceros, papeleras o recipientes específicos en calles y plazas para su depósito si estuviera permitido su consumo o paseo de canes. Eso es lo normal, con normas y criterios de educación e higiene social.

Estoy totalmente de acuerdo con las medidas elementales frente al riesgo de infección en esta pandemia. Por cierto, la higiene de manos está escasamente consolidada en nuestro medio. Con la anterior epidemia de gripe A, recuerdo que se instalaron dispensadores de jabón y geles en los centros sanitarios que, en pocos meses, incomprensiblemente fueron retirados porque “eran caros”. Algo que debiera existir permanentemente, no solo en todos los establecimientos sanitarios sino también en los lugares de frecuentación social, sean instituciones, centros deportivos o de encuentro interpersonal de todo tipo. Y, sin embargo, no es así. Como es cierto que sean muchas, demasiadas, las personas que vigilan escasamente esa higiene de las manos tras tomar contacto con multitud de materiales, aparatos y partes de su cuerpo, donde es muy probable encontrarnos con gérmenes muy variopintos. Aun así, no son pocos quienes dicen que solo se las lavan durante el día “si están sucias”, o sea, en dos o tres ocasiones al día. Hemos aprendido muchas cuestiones, pero no tenemos asumido culturalmente los comportamientos de higiene elemental. Por eso somos candidatos a muchas enfermedades, leves la inmensa mayoría y nada comparables a este terrible episodio, pero son enfermedades, al fin y al cabo, sustentadas en las deficiencias higiénicas.

Esto me lleva a afirmar que por ahí tenemos un campo de intervención. Desde el ámbito sanitario y también desde el educativo, el político y el mediático. Todos los profesionales y agentes sociales que intervienen desde esos campos tienen mucho que aportar, con actuaciones de los medios de comunicación y de los líderes de opinión, algunos en las cercanías de la educación y del medio sanitario, que tienen gran impacto en la Salud colectiva e individual, y son fundamentales para la promoción de valores, así como conformar creencias y conductas. Si es preciso, repensando los modelos de comunicación. Normal.

No hay que verlo todo en negativo, se trata de aprender a construir nuevos comportamientos en las nuevas situaciones. A sabiendas de que hay sectores interesados en la devaluación del prestigio de nuestro modelo sanitario público, con el consiguiente riesgo de facilitar su privatización, como hemos comprobado en iniciativas de varios gobiernos autonómicos en estos meses pasados. De nuevo, incluso en el contexto de la pandemia, nos toca valorar nuestra sanidad pública como sistema sanitario que ha mostrado no ser uno de los mejores como retóricamente se dice, como tampoco queremos que se sostenga en base a la entrega y riesgo de sus profesionales.

Tras una situación de crisis como la que estamos viviendo, tenemos que ser capaces de lograr experiencias que nos encaminen hacia cambios en la manera de vernos, a nosotros mismos y a nuestro entorno. Eso será parte del llamado “crecimiento postraumático”, donde no todo pasa por una respuesta sanitaria o social. Eso sí, debemos evitar iniciativas que vayan contra la salud o contra ciertos sectores de población. Cierto que, tras haber comprobado las consecuencias por los mantenidos recortes y no cubrir las necesidades sociales y sanitarias, es el momento de exigir el fortalecimiento de los equipos, especialmente en la Atención Primaria y en ese amplio campo socio-sanitario en el que tanto abandono hemos podido visibilizar.

No debemos olvidar que la sanidad pública vasca y española se ha configurado a partir de la Ley General de Sanidad, que ha permanecido prácticamente en el subdesarrollo, reducida a algunas medidas ante posibles epidemias. Tuvieron que pasar más de tres décadas -la transición epidemiológica- de las enfermedades agudas a las crónicas y un notorio desarrollo teórico de la salud pública, con aportaciones de las sociedades científicas, los organismos internacionales, algunos partidos políticos y las comunidades autónomas, para llegar a una Ley General de Salud Pública aprobada en 2011. Por cierto, con la abstención de la derecha, que más tarde degeneró en su veto de los sucesivos gobiernos con la excusa de la crisis económica. Después, llegó el ninguneo político y mediático, hasta el punto de que en plena pandemia ha sido totalmente ignorada. Aunque fuera una ley avanzada que intentaba responder a las epidemias, los hábitos de riesgo, las enfermedades crónicas y degenerativas de un país desarrollado, que consideraba los determinantes sociales, de género, laborales, ambientales, etc., la elaboración una Estrategia de Salud Pública y sus instituciones no se pusieron en marcha y, tras el anuncio de un plan de pandemias, quedó reducido a programas frente a enfermedades infecciosas.

Recientemente nos han hablado mucho de la Comisión de Restauración, que en su dictamen se olvida de la Salud Pública, al igual que las consejerías de salud de los gobiernos autonómicos al no concretar importantes medidas para el control de la pandemia. No sorprende, y menos con un presupuesto menor del 2% del gasto en salud para esta área. Eso sí, apuntaban a “desarrollar e implementar la Ley 33/2011 de Salud Pública”, acordándose nueve años después que hay que cumplir con la ley, aunque no la financian, para controlar la pandemia. Así, y sin trabajo de epidemiología no se sale de esto y de otras importantes afecciones. Si cada año mueren más de 50.000 personas por las consecuencias del tabaco, y conocemos el consumo excesivo de productos que son el origen de la diabetes, enfermedades cardiovasculares y obesidad, y todo ello es Salud Pública y, además, todo eso se puede prevenir con actuaciones políticas. Pensemos en lo mucho que se puede aliviar a la actividad médica y de enfermería. Si carecemos de políticas de salud pública, incluida la carencia de políticas de cuidados adecuadas, es normal que encontremos tantas debilidades en una pandemia infecciosa como la covid19.

Volvamos a la preocupación del principio. En estos meses no hemos encontrado grandes campañas de educación sanitaria, tampoco sobre higiene, personal y comunitaria. Hay quienes analizan los brotes mirando hacia algunas acciones con “b”, botellones, bodas, bares, bautizos, barullo… generando buenas dosis de estigmatización en esos grupos mientras los limitan o prohíben tras haberlos inducido previamente con su errónea visión sobre la “normalidad”. Una buena campaña de prevención de ciertos comportamientos poco higiénicos y de promoción de la salud puede ser mucho más efectiva si se tiene un contacto constante con la población a la que queremos llegar, en este caso el conjunto de la ciudadanía. Es necesario enfatizar con la comunicación adecuada desde los centros educativos y de salud, con la colaboración de los medios de prensa. La salud pública, los derechos de las personas y la justicia social van de la mano, pero suelen quedar en el olvido. Normal que haya dificultades.

*Iñaki Markez es psiquiatra, presidente de la Asociación Vasca de Salud Mental y miembro de Osalde.

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