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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

25 urte eta gero hau

Primera sesión del VIII Congreso del PSE-EE.

Arantza Leturiondo

Hace ahora veinticinco años se produjo un acontecimiento que, bien mirado, resultó muy excepcional. La unión de Euskadiko Ezkerra con el Partido Socialista de Euskadi fue un hecho extraño en nuestra historia. Fue extraño porque, digámoslo claro, en la izquierda española lo que predomina es cierto espíritu cainita que impide los procesos de convergencia entre los grupos de la izquierda. ¡Confesémoslo! Todos nos hemos reído mucho, con esa risa entre nerviosa y avergonzada, cada vez que vemos esa escena de La vida de Brian sobre el Movimiento de Liberación Judaico , el Movimiento Judaico de Liberación, etc. Nos reímos, sí, y nos avergonzamos también porque en esa parodia reconocemos mucho de lo que ha sido nuestra historia. Por eso digo que fue un hecho excepcional ya que lo habitual es que nos entreguemos con fervor a escenificar la pelea a bastonazos tan bien retratada por Goya.

Mirado desde los años, aquel proceso tiene su lado romántico. Nos descubrimos las unas a los otros como dos jóvenes que descubren el amor en la exploración mutua, lo espiritual en lo más puramente carnal, lo público en lo íntimo, lo universal en lo particular, lo teórico en la praxis, la ideología en nuestras diferentes historias. Euskadiko Ezkerra venía ya de un proceso de fusión con los eurocomunistas del PCE EPK. Creo que, por decirlo de forma metafórica, nuestras manos estaban más acostumbradas a Gramsci que a la grasa. Euskadiko Ezkerra era un partido que, aún con bases trabajadoras, estaba fuertemente intelectualizado, muy influido por las corrientes de la izquierda europea de los años sesenta y setenta. En el PSE descubrimos esa tradición socialista que tenía como referentes, por poner cara a esa herencia, a Indalecio Prieto o Ramón Rubial. Nos encontramos, sobre todo, con unas bases que, fieles a esa tradición, eran disciplinadas pero con un cierto espíritu indomable. Muchas veces en España se ridiculiza a la militancia de los partidos como borregos domesticados, y las bases socialistas ya han demostrado, cada vez que ha sido necesario, ese “punto anarko” que le deja claro a la dirección del partido que no puede nunca darlas por dominadas.

También hubo dolor en estos años. Si la memoria no me falla, Enrique Casas fue el primer político electo de la democracia en morir víctima del terrorismo y el último Isaías Carrasco. Entre uno y otro asesinato hubo otros muchos, tanto de militantes provenientes del PSE como de EE. Dicen que la muerte nos hace iguales y se puede añadir que a quienes nos quedamos aquí tras ellos nos hizo más compañeros que nunca.

Hoy, mirando atrás, me pregunto si, como colectivo, la izquierda ha sacado las lecciones pertinentes. Cuando una se acerca a los foros de la prensa digital, comprueba que en las discusiones políticas afloran de inmediato un PPSOE que trata de equiparar a los socialistas con el PP. Tampoco tarda en aparecer algún reproche por no haber votado la investidura de Pedro Sánchez o, por el otro lado, por haber elegido a Ciudadanos como socio preferente. Cuestiones que, como puede entenderse, son esencialísimas para la construcción de una alternativa de izquierdas. Pues no, quien esto escribe no se mira en ese espejo. Mirar al pasado puede servir, como intento en estas líneas, no para ver lo que los unos nos hicimos a los otros sino, más bien, para explorar lo que podemos hacer por los otros y, sobre todo, entendiendo este último otros como un colectivo mucho mayor que el de quienes nos dedicamos más o menos activamente a la política sino el de la ciudadanía que necesita que hagamos política: mujeres, jubilados, enseñantes, sanitarios, usuarios de la enseñanza y la sanidad, inmigrantes, en fin, todos cuantos sufren por la discriminación o la desigualdad.

Recuerdo aquella campaña de EE: '40 urte, eta gero hau!' Bien, ahora nos lo podríamos reformular como: 25 años, ¿y ahora qué? Muchos se preguntan: ¿cuál es el papel actual de la izquierda? ¿cuál ha de ser el programa de la socialdemocracia? Creo que mientras exista el coeficiente de Gini tenemos trabajo por delante. Este coeficiente, que es una medida de la desigualdad, aunque se utiliza generalmente para la distribución de la renta, puede utilizarse también para la medida de otras desigualdades. Se dice a menudo que la izquierda se ha quedado sin programa y eso es relativamente cierto; pero en gran medida es porque la izquierda ya ha realizado su programa con tal eficacia que sus logros son indiscutibles para muchos. Pongamos un ejemplo extremo: a Engels le escandalizaba la situación de los niños en la Inglaterra de hace algo más de un siglo trabajando en minas de carbón: esa es una situación impensable en nuestros días. Hay logros como las vacaciones pagadas, la cotización a la seguridad social, que, aunque algún desaprensivo trate de eludir, ningún político europeo, por más de derechas que sea, se atreve a confrontar. Hoy en España hay logros como la sanidad universal, la ley de interrupción del embarazo, la ley de dependencia, el matrimonio y la adopción para las parejas homosexuales y un largo etc. que solo cuentan con la oposición de algún exaltado. Incluso en fechas recientes, hace solo unos días, PP y Ciudadanos, en una maniobra propia de la escuela de equitación de San Pablo, se han convertido en cuestión de horas al feminismo.

Hay aún muchas tareas para la izquierda, una izquierda que tendremos que repensar, para hacer frente a los nuevos desafíos: la igualdad de las mujeres, la ecología, el urbanismo sostenible, la inmigración, el envejecimiento de la población, la lucha contra la gentrificación, el colectivo LGTB, las tareas de cuidado de las personas dependientes, o la eliminación de la desigualdad en la esperanza de vida de las personas ricas y pobres.

25 años, ¿y ahora qué? Ahora… a seguir trabajando, que ya está bien decelebraciones y de mirarnos el ombligo, que ahí fuera están esos otros. Veamos lo que podemos hacer por ellas y ellos.

Arantza Leturiondo, miembro de la Ejecutiva de EE en 1993 y actual viceconsejera de Planificación Territorial del Gobierno vasco

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