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Destino vacacional de los jóvenes: voluntariado en el extranjero

Mario en el Hospital Royal Victoria de Banjul, donde ha ejercido este verano de fisioterapeuta en la unidad de rehabilitación

Paloma Bravo Pérez

El verano es sinónimo de tiempo libre, de disfrute, de tranquilidad y de oportunidad para visitar lugares que siempre se quisieron conocer. Para los jóvenes, cada vez más, es también una época óptima para ejercer una labor social, aprovechar para traspasar fronteras así como de conocer nuevas culturas y formas de pensar. Muchos de ellos, incluso, repiten la experiencia “por todos los valores que aporta una experiencia de tal magnitud”.

Mario Crucelegui ha aprovechado este verano para viajar a la zona de Gambia, un territorio conocido como “senegambia” por estar rodeada por Senegal. Allí ha ejercido de fisioterapeuta en el Hospital Royal Victoria de Banjul, en la unidad de rehabilitación. Desde el lugar de origen vio la oportunidad de aportar sus conocimientos y experiencia en el campo de la fisioterapia, al mismo tiempo que “aprender valores, costumbres, pensamientos y opiniones de una cultura tan diferente”. Ya de vuelta, con ganas de repetir la experiencia, comenta que “estos proyectos permiten conocer gente y establecer vínculos con personas de otra cultura y religión y así dejar atrás muchos de los estereotipos que nos llegan”.

Oihana Sancho de Aranzabal, con tan solo 22 años, ya es toda una veterana en el campo del voluntariado en países con necesidades. Es la cuarta vez que aprovecha la época estival para cargar la mochila de ganas e ilusión y subirse a un avión. Este año ha aterrizado en uno de los departamentos menos desarrollados de Bolivia, en Beni. Ella, junto con otras tres compañeras, se han dedicado durante tres meses a “reforzar las aulas de una pequeña escuela pública de uno de los barrios marginales de la ciudad y a organizar e impartir clases de Lenguaje y Matemáticas en un centro penitenciario para hombres”. La rutina diaria, reconoce, era “acelerada y calurosa, pero siempre divertida”. Aunque al principio el centro penitenciario era una aventura desconocida, “los resultados con los presos fueron sorprendentemente buenos y la participación de los talleres que organizamos fue muy alta”.

Victor Etxebarria, emprendió su viaje con muchas “ganas de actuar contra la desigualdad y la injusticia de este mundo”. Con destino Midelt, una pequeña ciudad al oeste de Marruecos, tenía el plan de dar clases de castellano, inglés y francés a jóvenes, así como de colaborar pintando y decorando paredes de las escuelas. Fue “mentalizado”, cuenta, pues sabía que iba a encontrarse “con una situación difícil ya que estas familias no tienen prácticamente nada”. Aún así se lanzó a la aventura y decidió compartir sus conocimientos con esos jóvenes, aunque reconoce que fue él el que aprendió de ellos. Quería aportar su granito ya que cree firmemente que “cuanto más sepan estos chicos y chicas más oportunidades tendrán de salir adelante”.

Teresa Arbulo tiene 23 años y está expectante por la aventura que comenzará en septiembre. Aterrizará en Trujillo, Perú, para quedarse durante tres meses. Allí espera encontrarse con un “proyecto enriquecedor” tanto para ella como para las familias. Pero sobre todo, explica, espera encontrarse “con un equipo dispuesto a dar todo de sí mismo para realizar el trabajo con cada persona y encontrar gente maravillosa a la que poder ayudar”.

“Con el puño cerrado no se puede intercambiar un apretón de manos”

“Hasta que no limpiemos nuestro juicio, no empezará a cerrarse la tremenda brecha que existe entre países más y menos desarrollados”. Así de contundente se muestra Oihana al referirse a los prejuicios y esteotipos que existen desde los países de occidente hacia los menos desarrollados. Además cree que “es triste, pero hemos aprendido a convivir con la desgracia que ni nos toca ni nos mancha”. Está convencida de que “tenemos toda la información de la realidad de aquellos países y somos conscientes de los infiernos del tercer mundo, pero nos permitimos tener prejuicios que, en nuestro día a día, resultan inocentes, justificados o en tono de broma”, lamenta. Asegura que una de las frases que mejor representa esta realidad es la de “con el puño cerrado no se puede intercambiar un apretón de manos”, que recuerda haber oído a alguien.

Victor, sin embargo, sostiene que “la información que recibimos está manipulada” y que, en consecuencia, “cuanto más desinformado esté occidente de la precariedad de países subdesarrollados, más difícil será levantarnos contra esa situación”. Además, “esos prejuicios que tenemos aquí” le pasó una mala jugada a Mario Crucelegui. Reconoce que, cuando le comunicaron que se iba de cooperante a Gambia, sus amigos y familiares “se alegraban de la experiencia, pero al mismo tiempo, tenían miedo y estaban preocupados por las enfermedades, la seguridad del país, la comida o la higiene”, confiesa.

Mayor concienciación de los jóvenes

Este 'boom' de que los jóvenes viajen a países con necesidades a colaborar puede que no sea una simple moda, o así lo creen estas personas. “Me alegra mucho que cada vez vayamos más a ayudar, así nos exponemos a la terrible situación del tercer mundo e influimos en nuestro entorno más cercano”, sostiene Oihana Sancho. Pero esta joven vitoriana va más allá y cree que “una colaboración veraniega debería ser solo el principio de una involucración para el resto de nuestras vidas”. Victor, además, piensa que los jóvenes se han dado cuenta de que “la desigualdad social que vivimos es una injusticia y que tenemos que hacer algo para cambiar la situación”.

Pero para poder hacer un voluntariado de este tipo, a no ser que se haga a través de la beca del Gobierno vasco, obliga a los cooperantes a depositar una cantidad de dinero -para los gastos de alojamiento y vuelo- que “no todos pueden permitírselo”. Por eso, Teresa Arbulo anima a ejercer el voluntariado en nuestro entorno más cercano, “sin necesidad de salir fuera del país, con asociaciones de la ciudad o con pequeños gestos diarios”. De todas maneras, sea cual sea el voluntariado, Oihana, desde su experiencia, aconseja a los que en años siguientes se animen, a ir con “la mente abierta, tener capacidad de adaptación e ir con un camión de ganas y paciencia, porque habrá cosas que no fluirán a tu gusto ni ritmo”.

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