25 años de la riada de Badajoz, heridas sin cicatrizar y anhelos frustrados
Para la memoria de miles de pacenses, incluso para el devenir de sus propias vidas en múltiples casos, la riada que aconteció en Badajoz en noviembre de 1997 marcó un antes y un después, una herida aún no cicatrizada por el recuerdo todavía vivo en muchas personas, por las casas afectadas aún por derruir o por los distintos espacios urbanos que quedan por regenerar.
Aunque la lluvia hizo acto de presencia el 4 de noviembre, la noche del día siguiente abrió las puertas a 125 litros por metro cuadrado. Poco se hablaba entonces de lo que era una ciclogénesis explosiva, pero sí se exclamaba al cielo que “parara de una vez”, tal como han relatado a EFE numerosos vecinos que en aquellas horas vieron como el agua se llevaba vidas -22 personas murieron- y anegaba sus anhelos.
Muchos afectados se vieron obligados a cambiar de casa y retrasaron o cancelaron decisiones vitales en sus vidas, y algunos sufren aún depresión o no son capaces de pasar por los arroyos Rivillas y Calamón, todo ello desde que estos dos cauces se desbordasen hace ahora 25 años, saliera el agua a borbotones y lo anegase todo a su alrededor, situación que parece increíble a tenor de la escasa lámina de agua que discurre hoy por ellos.
Esa noche del 5 al 6 de noviembre Francisco José Guzmán, padre de un bebé, veía por la tele un partido de Copa del Rey del Real Madrid, mientras que Manoli Madroño, por aquel entonces una niña, recuerda cómo le impactó un documental sobre la riada de Biescas (acontecida un año antes) que “emitía la televisión ese mismo día o el anterior, no lo recuerdo ya muy bien”.
En ambos casos, y mientras veían la tele, no podían dejar de pensar en que no les gustaba nada la lluvia que arreciaba ese día en Badajoz, como tampoco a Carmen González, otra de las afectadas: “se veía que la noche venía rara, que no iba a ser una madrugada normal”.
Ninguno estaba equivocado. Las voces de auxilio de vecinos, la presencia de agua en salones y dormitorios, y el ir y venir de personas para avisar a los demás que tenían que salir de sus casas configuraron un caos que aún recuerdan con pesar.
De las muchas cosas que Carmen González no olvida, por ejemplo, es “el sonido de los ladridos de perros ahogándose” o la sensación de angustia cuando un agente policial le indicó que no se podía salir de la zona entre ambos arroyos pues todos los accesos estaban cortados.
Tras la tempestad para muchos no llegó la calma, pues Manoli Madroño recuerda que una de sus amigas del colegio falleció aquella noche y lo que debió suponer para familiares y amigos.
La también afectada Cecilia Durán solo ha regresado una vez a la zona. “Es una pena lo que aconteció, tantos proyectos de vida -coge aire para hablar- y tantas familias que se fueron del barrio donde se criaron”.
Cecilia Durán, Carmen González y Francisco José Guzmán toman habitualmente café en el único bar de La Granadilla, el barrio donde ahora viven, situado en Badajoz, pero a varios kilómetros de sus antiguas casas.
Manoli Madroño ha optado por seguir en Cerro de Reyes, una de las barriadas afectadas por la riada, a escasos minutos de su antigua casa, barrio desde el cual se han proyectado distintas actividades por el 25 aniversario de la tragedia.
“Hay que recordar lo que pasó para no olvidar a quienes fallecieron y para pedir que haya más mejoras en la zona”, apunta mientras su rostro traslada un mensaje de resignación.
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