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La bandera de Acorex

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Pablo Sánchez

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Hace unos días, tal vez embargados por la dulzura de la Navidad, el colorín de las guirnaldas, el soniquete de los villancicos, el anís y los polvorones… todos los diputados de la Asamblea de Extremadura, todos, han dado en jurar que apoyan con inquebrantable fe que la cooperativa Acorex sea y siga siendo extremeña por los siglos de los siglos. Bien. Cogieron esa bandera patriótica, hicieron una declaración de tonterías y se callaron las verdades.

La Asociación de Cooperativas de Regadíos de Extremadura se fundó en las Vegas del Guadiana hace 30 años y desde entonces ha funcionado como todo el mundo, unas veces mejor, otras regular, y otras (como ahora), mal. Todo eso es más o menos normal. Lo que realmente sorprende es que 65 diputados de 4 partidos diferentes se envuelvan castamente, todos juntos y revueltos, en la bandera de Extremadura para proclamar que una empresa o cooperativa sea y siga siendo extremeña, mientras callan nadie sabe por qué extrañas razones, qué está pasando en la mayor empresa agroalimentaria de la región.

Antes, o al menos al mismo tiempo, de hacer declaraciones huecas y grandilocuentes sería bueno que sus señorías expliquen a la gente cuantos millones de euros de dinero público se destinan a salvar ese proyecto y con qué resultados. Sería bueno conocer quién nombra y cómo se nombran los directivos de esa empresa y ante quién responden cuando meten la pata.

Y sería magnífico que si hubiera o hubiese un intervencionismo político, un suponer del Gobierno y de algún diputado ajeno al Gobierno pero muy fiel colaborador, se dijese contando causas, razones y resultados.

Con claridad, con la palabra de moda que es transparencia, se podría ayudar mucho a Acorex. Y seguramente lo agradecerían esas cooperativas que se están largando porque no confían en direcciones deficientes y dirigidas políticamente desde las sombras. Y así, seguramente, se podría echar una mano a miles de familias que sueñan cada noche en salvar ese barco que ha sido un referente para el campo extremeño. Y con planes empresariales claros, y con liderazgos en el sector agrario y con profesionalidad y con transparencia. Sin pamplinas.

Tampoco hace falta abusar de las banderas patrioteras que a veces las carga el diablo.

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