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La derecha que nos viene

Pablo Casado

Ricardo Hurtado Simó, profesor de enseñanza secundaria y doctor en Filosofía

Volver a la ley del aborto de 1985, rechazar categóricamente la eutanasia, defender los valores de la familia tradicional, limitar el gasto social del Estado o reforzar la LOMCE. Esta es la carta de presentación de Pablo Casado Blanco, el cachorro de las juventudes del Partido Popular convertido ahora en su líder y cabeza visible. Bajo la bandera de la regeneración política y la vuelta a las esencias de la derecha tradicional, Casado se presente ahora (al igual que otros hicieron antes en su partido) como el salvador de España; como la única persona capaz de salvaguardar férreamente la indivisibilidad de la patria y mantener a raya las constantes amenazas que pueden romperla. En ese destructivo cajón de sastre se encuentran desde los partidos independentistas hasta los colectivos republicanos, pasando, obviamente, por la peligrosa “ideología de género” o quienes no comulguen con los principios del catolicismo ortodoxo.

Esta es la derecha que nos viene, la que se presentará a las próximas elecciones generales y la que producirá, como un efecto dominó, la caída de los miembros más centristas del PP y el auge de quienes lo auparon. Consiguientemente, el giro que Casado promete dar a su partido se verá reflejado a nivel local y autonómico. La derecha ha vuelto, proclamaron el día de su elección algunos de sus fieles. Entre ellos se encuentra el presidente del PP de Extremadura y otrora presidente de la Junta, José Antonio Monago, con quien mantiene una magnífica relación. Monago ha indicado que Casado supone una apuesta por la moderación; habría que preguntarle al líder extremeño si dar marcha atrás más de 30 años en la lucha por los derechos de la mujer o expresar con claridad qué es una familia y qué no lo es, son ejemplo de una actitud moderada, y si está convencido para defender esas ideas en nuestra región.

Con Casado, se pretende construir el futuro rescatando las ruinas del pasado. Asistimos, y es otra prueba más, al auge del populismo conservador que se está consolidando a nivel global con representantes de dudosa integridad moral. Son los casos de Matteo Salvini, ministro de Interior italiano, Marine Le Pen en Francia, Viktor Orban en Hungría o, por supuesto, el hombre más poderoso del mundo, Donald Trump, a quienes les une la política del miedo. Esta derecha que nos viene, apela constantemente a “lo nuestro”, a las tradiciones y costumbres, a las raíces y a la familia, a la bandera y a los sólidos valores que se asientan en lo trascendente y lo remoto. Frente a un mundo que cada vez demanda mayor flexibilidad y transversalidad, Casado nos remite a la rigidez del pasado, a esa apuesta por lo anterior que algunos consideran que será nuestra salvación, pero a otros (afortunadamente) nos huele a rancio.

Nuestra sociedad, multicultural y plural, en la que conviven valores y forma de vida diversas, no puede mirar atrás ni, bajo la apelación a principios patrióticos, entrar en el molde de una derecha que nos remite a los tiempos del aznarismo que se sentó con Bush a preparar la invasión a Irak. No podemos pasar por alto que Pablo Casado Blanco, el joven prodigio destinado a renovar la derecha española, ha sido capaz de acabar una titulación universitaria en tiempo récord, así como obtener sobresaliente en un Máster sin ni siquiera pisar las clases. Sus talentos son imponentes, desde luego. Principalmente porque los principios constitucionales de igualdad, capacidad y mérito no van con él. La red clientelar que le ha elaborado el currículum lo ha aupado ahora al poder y, sin escrúpulos ni miramientos, se siente respaldado para dar lecciones y hablar de valores morales y buenas prácticas. En esta derecha que nos viene, tampoco podemos olvidar a su alter ego, el pionero, quien se abrió paso dentro del movimiento neo-conservador en España, Albert Rivera. Ambos han cuidado su perfil con extremo cuidado, mostrándose como jóvenes prometedores que han triunfado en la vida gracias a sus sólidos principios y han defendido, ante todo, los intereses de su amada patria.

Es la política de la imagen y de la estética; la que ensalza el envoltorio y olvida interesadamente el contenido. Esta es la derecha que nos viene, la que se viste de modernidad y cosmopolitismo, pero esconde un decidido retorno al pasado. Es el lobo con piel de cordero, aunque Casado no ha tardado en asomar la patita. El político que tan pronto hace un rap, se enarbola la bandera de su tierra, baila en un programa de máxima audiencia o se desnuda “por España”. El joven cachorro no tardará en hacer gala de su sencillez y cercanía con una performance similar. Estaremos expectantes.

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