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Coherencia política y ciudadanía: a propósito de la fusión Don Benito y Villanueva de la Serena

El alcalde Madrid, José Luis Martínez Almeida y Edmundo Val en el acto de cierre de campaña antes del referéndum sobre la fusión de  Don Benito y Villanueva.

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En estos últimos días hemos asistido en el escenario de las Vegas Altas del Guadiana a un sinfín de despropósitos, inexactitudes, mentiras hechas verdad y, especialmente, actitudes supremacistas e insolidarias, propias de otros territorios y épocas, y teñidas –eso sí da algo de miedo- de recelos e inquinas entre ciudadanos que se traducen en un clima de confrontación, en nada favorable para una sana convivencia. Me refiero, como es lógico, a la situación que vive la ciudad de Don Benito y que, a muchos, muchísimos dombenitenses, nos tiene más que preocupados, máxime cuando ciertas escenas de la noche del 28 de mayo parecían las de la celebración, más que de un buen resultado, las propias de una victoria o aniquilación del contrario. Pero ¿cómo se ha llegado a esta situación?

Empecemos por el final. El 28 de mayo en Don Benito se produjo una votación ajena a la propia convocatoria. No se votó por una Corporación y por un Alcalde. Se votó por la fusión o no de Don Benito y Villanueva de la Serena. De ahí que el escrutinio final haya dado el resultado que ha dado, con la irrupción de un movimiento ciudadano contrario desde sus inicios a la unión entre ambas ciudades y de cuya negativa frontal han hecho sus simpatizantes, bandera, escudo y programa.

Desde que se conocieron los resultados del referéndum del 20 de febrero de 2022 con el 66% de votos a favor de la fusión en la ciudad de Don Benito, se empezó a generar, antes de que se diera cualquier paso en el proceso de unión, y esto es importante, un núcleo de opinión contrario a dicha fusión. Ese núcleo de opinión, en el que con toda seguridad habría distintas motivaciones –en algunos casos estrictamente personales- centró su actividad propagandística y evangelizadora en el verbo perder. Don Benito, ciudad con más habitantes y potencial económico, “perdería” esto, aquello y lo de más allá: nombre, tradiciones, el CD Don Benito, la Virgen de las Cruces, etc. hasta la gran arteria comercial que hoy es la Avenida de la Constitución. Los bulos y mentiras propios del miedo a “perder”.

 Y, si llama la atención la rápida propagación de esos bulos, es más sorprendente aún la credulidad de quienes aceptaban sin pestañear esas simplistas mentiras. Me viene a la mente la actitud del romano Julio César quien, a la hora de justificar algún desastre o derrota y después de mencionar causas y motivos concretos (ruptura de un puente, clima desfavorable, traición de un emisario, etc.) terminaba echando mano de la máxima universal de que “cada uno cree lo que quiere creer”. Contra esta actitud es imposible razonar.

Discurso supremacista e insolidario

Con un discurso supremacista e insolidario, de orejeras puestas en un pasado conformista, se fue incubando, sin razones y argumentos, el sentimiento del que se siente superior y no quiere “perder” (algo que pocas veces oí esto de la boca de un dombenitense) su identidad, como si perder una identidad para generar otra mucho mejor fuera un despropósito, rayano en la desaparición o aniquilación de toda una población. Entre tanto, el movimiento ciudadano contrario a la fusión inició, como era su derecho, acciones legales que por el momento no han dado los resultados satisfactorios.

Las comisiones derivadas del proceso de fusión, votado mayoritariamente por más del 66% de ciudadanos en Don Benito y más del 90% en Villanueva de la Serena (incluidas sus pedanías, faltaría más), empezaron a desarrollar sus cometidos. Entre estas, estaba la comisión encargada de proponer a las Corporaciones municipales correspondientes dos nombres para la nueva ciudad. Era una comisión esta que trataba un tema importante, un asunto más sentimental que académico y racional, nada menos que el nombre, elemento identificador del ser individual o colectivo, como nos lo demuestra la actitud del personaje de una tragedia de Shakespeare que, dirigiéndose al rey, le recuerda que al haberle quitado todo (hacienda, bienes, títulos, etc.) si le quita el nombre, le habrá quitado la vida, porque el nombre era el último testigo de su existencia. 

Esa comisión, a la que pertenecí y que actuó de forma altruista y desinteresada y con opiniones muy divergentes entre sus miembros, empezó sus deliberaciones con un corsé impuesto unánimemente por los miembros de los ayuntamientos respectivos: en la propuesta que se hiciera no debería aparecer ni total ni parcialmente ningún término que se refiriera a las actuales denominaciones de Don Benito y Villanueva de la Serena. Repito: esta limitación en las deliberaciones y propuestas de la comisión fue votada unánimemente por todos los partidos políticos existentes en aquel momento en las Corporaciones municipales. De ahí mi extrañeza y la de muchos ante la postura de un partido político, existente en aquel entonces, cuya línea roja insalvable hoy es que la denominación de la nueva ciudad ha de ser Don Benito-Villanueva de la Serena. Si eso se hubiera dicho en su momento, quizás nos hubiéramos ahorrado algún que otro quebradero de cabeza.

La comisión propuso dos nombres que, en un abrir y cerrar de ojos, fueron rechazados de inmediato tanto por la ciudadanía como por los alcaldes de ambas ciudades. Está claro que no se acertó en la propuesta. Y el movimiento del 'no' a la fusión, que fundamentaba su negativa casi exclusivamente en los sentimientos, aprovechó ese momento para ahondar una vez más en el sentimiento de la pérdida: “conciudadanos, que vamos a perder hasta el nombre”. La manifestación a las puertas del Ayuntamiento de Don Benito en la noche en la que se dieron a conocer los nombres propuestos fue, a mi entender, el reflotamiento de la postura negativa a la fusión, que hasta ese momento era minoritaria y destinada a desaparecer con el paso del tiempo. Y hasta hoy.

Y es hoy, cuando al ver el acto que unos cuantos jóvenes organizaron el lunes pasado en las Escuelas del Ave María de Don Benito, reivindicando el resultado democrático y doble de las urnas a favor del 'sí', me atrevo a pedir y exigir, con toda humildad, a nuestros dirigentes locales y regionales coherencia política en mayúsculas: ¿dónde quedan los actos de apoyo a la fusión en los que participaron destacados miembros de los diferentes partidos (alcalde de Madrid, expresidentes de Extremadura, portavoces del Congreso, etc.)?, ¿dónde quedan sus compromisos y palabras? No puede predominar un interés político coyuntural y partidista por encima del interés general y de futuro. No puede ahondarse ni un minuto más en lo que, además de separar más a las dos ciudades, puede destruir las buenas relaciones entre ciudadanos y separar –y esto sí que dolería mucho más- a los propios miembros de una misma familia, como ya está sucediendo en Don Benito. La ciudadanía habló, ahora toca hablar a la clase política y actuar según se pensó, se habló y se decidió hace tan solo unos meses. No podemos estar volviendo continuamente la vista hacia atrás, frenando y dilatando el paso de trenes, cargados de posibilidades reales y de progreso.

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