El ególatra Mon-Ego y los palos de ciego
Monago ha dado muestras sobradas de egolatría. Ya apuntaba maneras cuando antes de ser presidente anduvo ‘apatrullando’ la ciudad de Badajoz creyéndose el sheriff del condado para recuperar su moto. Durante su mandato se ha revelado como obsesivo por salir en los medios de comunicación. Salir aunque sea para hacer el ridículo, más aún si es en la tele para toda España.
Monago por las noches dice: “¡Mamma, he salío en la tele!”.
El egocentrismo es un inconveniente para gobernar, porque la acción de gobierno tiene que estar basada en la generosidad, en la entrega, en la búsqueda del bien común. Para eso está incapacitado, quien si fuera francés se llamaría Mon-Ego.
Pero a este problema se puede añadir otro también grave: la paranoia. Es un trastorno grave delirante, que induce al miedo. Padeciendo este trastorno todo lo que rodea se convierte en enemigo atroz y la respuesta del síndrome paranoico son los aspavientos, los palos de ciego. Golpes por doquier que tratan de ahuyentar a los fantasmas.
Palos de ciego a los medios de comunicación que se inventaron que tenía una novia y que viajaba con dinero público a verla y que ellos dañaban la honra de su familia. A catalanes y andaluces (ha llamado tonto a Curro de Camas porque ha fracasado el PP y eso quiere decir que no sabe lo que vota). A quienes han defendido el patrimonio arquitectónico, incluido el personal técnico por llevarle la contraria con el pádel. A la policía que está contra él y entonces va a poner a vigilantes para que vigilen a los vigilantes. Para protegerse de los demonios ahora necesita estar rodeado de antidisturbios.
Por las noches, también dice: “mama, me persigue la policía” y su madre le responde: “hijo eres el presidente de Extremadura, llevas escolta”.
Ahora atiza a sindicatos, patronales y cooperativas con la formación, cuando el Gobierno de Extremadura es moroso desde que gobierna Monago. Lo que debería haber hecho es pagar las deudas y cumplir con los trámites administrativos con diligencia que es su obligación (por cierto el resto de comunidades autónomas ya lo ha hecho). Y ahora resulta que el deudor muta para convertirse en acusador.
Y por último, ha malenvejecido como si se hubiera metido en la máquina del tiempo, como si fuera un emperador deteriorado tras una larga vida de ejercicio del poder de despropósito y nepotismo ¡y no han pasado cuatro años!
Si es agotamiento, lo mejor irse a descansar; si es por incompetencia, dejar a alguien capaz que releve; si es por enfermedad, tratamiento sanitario; y si es por carencia de valores, entonces es incompatible con el ejercicio de la política.