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Mujeres migrantes entre la solidaridad y la sobrevivencia

“Creciendo juntas desde nuestras raíces”, una campaña del proyecto Feministas Cooperando

Maryórit Guevara

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Sentada frente a la máquina de coser, Claudia Valencia Henao coloca de forma precisa las piezas de lo que será una mascarilla de tela que utilizarán, para protegerse del COVID 19, personal médico y de residencia de ancianos.

Desde hace más de tres meses cuando se decretó el estado de alarma, utiliza gran parte de su tiempo para colaborar en un improvisado taller de costura, un espacio en el que mujeres de diferentes orígenes, marcadas por la desigualdad social, se reúnen para buscar respuestas a sus múltiples necesidades.

En septiembre de 2019 cruzó el océano Pacífico desde Colombia hasta España. Había sido víctima de la delincuencia común que, tras verla prosperar en su taller de motocicletas, comenzaron a extorsionarla con cuotas mensuales hasta obligarla a cerrar el negocio e hipotecar su vivienda para saldar la deuda que ponía en riesgo la vida de toda su familia.

Luego de dos difíciles meses en Sevilla y desde donde salió sin un euro porque la mujer que la contrató como interna, por 600 euros mensuales, y que no le permitía prepararse su comida para no “perder el tiempo”, se negó a pagarle los 12 días trabajados, Claudia llegó a Mérida.

“Yo vivo muy tranquila aquí, no lo sé, pero yo vivo aquí como en un estado de calma. Trabajo lo que puedo trabajar para medio sostenerme. Yo aquí he encontrado como hilos donde agarrarme y se están fortaleciendo”, dice mientras el traqueteo de la máquina es interrumpido por el sonar de su teléfono. Es su esposo, desde Colombia.

La pandemia que azota al mundo aplazó los planes de reencontrarse en España, pero a diario platican por teléfono. La plata tampoco alcanza para el boleto, Claudia tiene ingresos mínimos de apenas 400 euros mensuales por 17 horas de trabajo diario, pero eso no merma su energía para en sus horas libres elaborar mascarillas para el personal médico y de residencia.

Mujeres migrantes

La experiencia de mujeres migrantes en Extremadura, durante la pandemia del coronavirus ha sido calada por su capacidad de solidaridad, pero también por la necesidad de sobrevivir.

Claudia, al igual que Edvige y Erika nos abren las puertas de sus vidas. Nos desvelan que la incidencia social, la supervivencia y la cultura contribuyen en este tiempo lleno de incertidumbre.

Son tres mujeres que están colaborando en la campaña de comunicación “Creciendo juntas desde nuestras raíces” liderada por Malvaluna en el marco de la implementación del proyecto Feministas Cooperando.

Es un proyecto que impulsa la Agencia Extremeña de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AEXCID) y Feministas Cooperando. Ésta última la compone una agrupación de ONGD de la región integrada por Fundación Anas, Mujeres en Zona de Conflicto (MZC), Asociación de Derechos Humanos de Extremadura (ADHEX), Asociación Malvaluna y Fundación Mujeres, asumiendo la coordinación.

La campaña se ha diseñado de forma totalmente participativa, con el involucramiento de 10 entidades pertenecientes al Ámbito Estratégico de Feminismos y Desigualdades del plan general de cooperación extremeña, así como la agrupación “Feministas Cooperando”. Se suman otras entidades como la Asociación de Migrantes de las Vegas Bajas, Fundación Cepaim y Fundación Ruy López, que trabajan la movilidad humana y los movimientos migratorios. Cuenta además con la asistencia técnica de AECOS.

“Tengo trabajo y puedo ayudar a mi familia”

En cinco ocasiones, Edvige Djiki me plantó esta entrevista. “Lo recordaba, pero no tenía ánimos de tomar el teléfono”, me confiesa en esos 20 minutos que debo aprovechar al máximo para conocer cómo la pandemia ha trastocado su vida.

Hace seis meses trabajaba en una aceitunera, y desde hace dos, además de madre de dos niñas, es maestra a tiempo completo, por lo que me advierte que “no nos extendamos en la llamada”, porque va retrasada con la entrega de tareas.

Llegó desde Senegal a España, hace ocho años, cuando se enamoró y se casó. Su vida, como ella misma la resume, pasó de “mejor a mejor”. Aunque confiesa que tanto el idioma como no poder ejercer su carrera, es licenciada en Economía, han sido de sus mayores frustraciones.

Sacó el grado superior en Industria Alimentaria que finalmente le permitió encontrar un trabajo en Almendralejo, donde vive con sus hijas y esposo, un español con el que se organiza para poder atender a las niñas ante la falta de clases, y la necesidad de trabajar.

“Aunque no trabajo en lo que he estudiado porque no se ha podido hacer la homologación, por lo menos encontré un trabajo. Había días que no tenía un duro, pero ahora tengo un pequeño trabajo y puedo ayudar a mi familia. Comprarle lo que les guste a mis hijas para mí es suficiente”, dice satisfecha.

No reniega de la situación, realmente se nota su felicidad por tener un trabajo, pero revela que cada día es más pesado, y no deja de sentir temor ante el riesgo que supone salir a diario, y por tanto exponer a sus hijas al coronavirus.

“Antes cuando venía, corría para abrazarlas, pero ahora ya no se puede. A ellas les ha costado acostumbrarse, pero ahora cuando llego deben encerrarse en el cuarto mientras yo cumplo todas las medidas de protección hasta que esté limpia para abrazarlas”, dice.

“Sin arte no se puede concebir la sociedad”

Son las seis de la tarde, Erika Montoya se prepara para hacer su segunda transmisión en redes. Es teatrista, escritora y ha viajado por diferentes países en busca “de otro mundo posible”, aunque sus raíces se quedaron en Colombia.

Imparte un taller online sobre Escritura Creativa Corporal, es su segunda experiencia en vivo en redes sociales, y aunque la mayor parte del tiempo ha trabajado desde casa, irrumpir en lo digital es una nueva experiencia para esta apasionada del teatro gestual.

Llegó a España, hace seis años, con la fortuna, como ella misma lo asume, de poder vivir en el campo, pero no en cualquiera sino en el encanto de un pueblo medieval: Jarandilla de la Vera, su hogar desde hace dos años, donde la cuarentena no es una imposición sino un “espacio para pensarnos la vida”.

“Me di cuenta que hay que aprovechar la cuarentena no solo para reencontrar lo que es importante en nuestras vidas, sino también para cambiar el paradigma de cómo estamos haciendo el arte, y porque estamos ante la necesidad de poder seguir haciendo arte”, dice Montoya a quien, ante la pandemia, se le cancelaron varios contratos laborales.

Pero los beneficios no solo son a nivel personal o artístico, poder hacer teatro desde las redes sociales significa para Erika la posibilidad de aportar “compañía” además de “mermar la sensación de pánico y temor” que vive la sociedad ante la pandemia del coronavirus.

“Es una forma de decirle al mundo que la cultura es fundamental, el teatro, el arte, pero sin arte no se puede concebir una sociedad”, insiste mientras se regocija de los resultados de sus talleres online donde niños y adultos interactúan mediante la pantalla del celular sin perder la ‘magia de las tablas’.

Erika actuará en la presentación de la campaña “Creciendo juntas desde nuestras raíces”, el próximo tres de julio en Montijo, una acción que se desarrolla dentro del proyecto conjunto de la AEXCID y Feministas Cooperando.

Migración con rostro de mujer

Si analizamos los datos del Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, indican que el 47.7 por ciento de la población migrante en España es mujer. En Extremadura un 3 por ciento de sus habitantes son extranjeros; de los cuales el 51.27 por ciento son mujeres.

Carolina Elías, presidenta de la Asociación Servicio Doméstico Activo (SEDOAC) considera que, en España, la voz de las mujeres migrantes no ha sido escuchada a pesar de que el 42 por ciento de las mujeres que trabajan en el sector doméstico, alrededor de 637.700 personas, son extranjeras, según la Encuesta de Población Activa (EPA) en 2018.

Por otro lado, insiste en que mejorar las condiciones de las migrantes pasa por una transformación de la cultura de los cuidados con la implicación de la sociedad, mientras apela al movimiento de mujeres a buscar “juntas una alternativa”, tal lo hizo saber durante el Seminario Online “Cadena Global de Cuidados: Una perspectiva en tiempos de COVID-19”, impulsado en el marco del grupo de trabajo del ámbito estratégico 2 “Feminismos y desigualdades” de AEXCID, ejecutado por Feministas Cooperando.

Desde la campaña “Creciendo juntas desde nuestras raíces”, de Feministas Cooperando liderada por la Asociación de Mujeres Malvaluna, se realizó un proceso participativo para su diseño, el cual ha fomentado la creación de redes y tejido asociativo entre las mujeres migrantes extremeñas.

Además, esta campaña también pretende resignificar “esos pequeños gestos inclusivos que diariamente las mujeres del ámbito rural realizan hacia las mujeres migrantes y sus familias, cómo tejen redes y cómo suman a la construcción de sociedades más justas”.

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