Europa deconstruida
La Unión Europea está degenerando en algo que se parece cada vez más a una tortilla de patatas de Ferrán Adriá –la famosa tortilla de patatas deconstruida. Lo paradójico es que lo haga habiendo experimentado un larguísimo proceso de convergencia y progreso tras las guerras mundiales, gracias al fortalecimiento de la unidad por una parte y la idea de que son compatibles el crecimiento económico, los beneficios empresariales y las condiciones laborales dignas.
La tortilla de patatas se hace con aceite (sustancia líquida), patatas fritas despanzurradas (textura blanduzca-aglomerada) y huevo (composición coloidal). Unidos y calentados los ingredientes, al coagular, dan lugar a algo nuevo, una unidad sólida superior en forma de disco. Este hecho grandioso viene a demostrar que la suma de tres elementos puede llegar a ser mucho más que tres: Una tortilla, ¡Una tortilla de patatas!
La idea primigenia de la Unión Europea se resquebraja porque las élites que nos desgobiernan hacen política subordinada a los grandes poderes económicos. También porque está dirigida por las estratagemas electoralistas de cada cual. Ha degenerado en una política rastrera, miserable, miope, cortoplacista, segmentada y contraproducente. Son políticas que, en lugar de generar dinámicas colaborativas y superadoras, se instalan en lo negativo. Así se intenta extender ideas como que si le va bien a Grecia es malo porque puede cundir el ejemplo, todo ello para legitimar una actitud punitiva.
Lo peor es la consecuencia: el empobrecimiento masivo y el sufrimiento de la población en aspectos tan elementales como la alimentación, la vivienda, la calefacción o el deterioro de los servicios públicos.
Podemos llegar -si no lo evitamos con un giro de 180 grados- al absurdo de una Europa gobernada por euroescépticos, por ideas que no quieren la unidad, lo común, que es una contradicción en sí misma del concepto de Unión Europea. Es lo mismo que un parque de bomberos ocupado por pirómanos, o una asociación de ajedrez con tableros de parchís. Este camino nos avoca a “las naciones de Europa” cuando el mundo ya está globalizado.
La Europa de las oportunidades, de la ciudadanía, de la convergencia, del progreso, de la igualdad entre mujeres y hombres, no sólo es posible sino que es la única posible. Para esa Europa deseable hace falta Política, ¡Política Europea!