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Opinión

Vejez vulnerada

Una anciana cruza un paseo de cebra en la ciudad. | ALMA CAMACHO

Santiago Cambero Rivero, sociólogo y gerontólogo social

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15 de junio, Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez. Esta fecha pasará desapercibida para la mayoría en España, pero el maltrato de las personas mayores existe como problema mundial que afecta a la salud y los derechos humanos de millones de personas, que demandan atención pública y concienciación social. La ONU lo define como un acto que daña a personas de edad en una relación de confianza, adoptando formas como el maltrato físico, psíquico, emocional o sexual y el abuso económico. Se prevé que las cifras de maltrato sénior aumenten por el envejecimiento demográfico en países en desarrollo y avanzados, y por las dificultades de cubrir sus necesidades por falta de recursos públicos. Si en 2050, la población mundial de mayores de 60 años duplicará de 900 millones en 2015 a 2.000 millones, la mayoría de ancianos vivirán en países de bajos y medianos ingresos. Si la proporción de víctimas de abuso de ancianos permanece constante, el número de víctimas aumentará hasta 320 millones de víctimas en 2050.

Con este panorama resulta imposible que los poderes públicos no estén informados para prevenir y erradicar este maltrato invisible en la sociedad española. Se trata de un problema de salud pública detectable y resoluble desde una perspectiva socio-sanitaria, a través de los servicios de atención primaria de salud y los servicios sociales. Claro está, hay que conocer los factores de riesgo, desde la soledad y el aislamiento social hasta los abusos en la institucionalización de personas ancianas. Ciertamente, cuando alcanzamos edades avanzadas somos más vulnerables al maltrato que otros grupos etarios debido al deterioro físico-cognitivo, además de otras peculiaridades geriátricas.

Más allá de afectar a la salud pública, es un problema moral por el déficit educativo en valores cívicos de respecto y convivencia intergeneracional. Parece que el halo positivo de la juventud oculta las canas de la vejez, como si no formaran parte del escenario social senescente. Hoy hay más generaciones que comparten espacios públicos y privados que nunca en la historia reciente de Europa, y sin embargo nos resistimos a comprendernos desde las diferencias etarias. La vejez, las personas mayores, no están en la agenda política o económica como debieran ante el crecimiento de una ciudadanía sénior en un país longevo como España.

Sin erigirme como defensor de la causa sénior, ofrezco estas palabras publicadas a tantas voces silenciadas por el virus del edadismo y la gerontofobia, que debilitan más aún sus gargantas envejecidas, pero que necesitamos escuchar para conocer historias de vida y orientarnos en la buena senda del buen trato como sociedad responsable y cohesionada. Empatizo con esa persona mayor sin hogar en compañía de su tristeza, recluida en una celda sin ventanas de libertad, disimulada en un armario de afectos pecaminosos, abandonada a su suerte en hogares maltrechos, discriminada por color de piel en tierra no acogedora, desvalida por violencia doméstica inconfesable, desnutrida por la avaricia material de seres no queridos,…, enferma de patologías sociales invisibles y sin cura médica hasta ahora.

Esas y otras son realidades de caras ocultas de la vejez no suelen ocupar titulares mediáticos, porque no interesa molestar a la opinión pública con dramas particulares de los que nadie está exento aunque nos creamos poderosos hasta la eternidad. La edad no debería ser un obstáculo para el desarrollo de proyectos de vida, todo lo contrario, en una sociedad compasiva para la atención personalizada en la persona de forma holística e integrada en la comunidad. Ser una persona en edad avanzada es un privilegio de la vida, si se vive con calidad durante la edación.

Este día señalado debería remover nuestras conciencias y cambiar la mirada sobre la vejez, que ojalá algún día se apodere de nuestras biografías. El poder envejecer saludable y activamente en una sociedad para todas las edades es la meta política que debe comprometer a los gobiernos, si queremos que otro modelo de globalización más libre, justo y sostenible para las generaciones presentes y futuras. En un contexto mundial de demografía del envejecimiento, la economía, la tecnología, la política y la cultura estarán condicionados por la perspectiva de la igualdad etaria.

La crisis sanitaria del COVID-19 ha evidenciado nuestras miserias por la falta de recursos adecuados para la atención a las personas mayores, y por haber creado un estado de pánico propagado por estereotipos hacia las personas mayores. Todo un fracaso como sociedad, que no ha sabido cuidar a las personas que sacrificaron sus vidas por la conquista de derechos y libertades democráticas, y que continúan contribuyendo al bienestar familiar y general. Hoy les rindo este homenaje de dignificación de cada vejez.

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