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ENTREVISTA

Antón Reixa: “Es posible que Galicia llegue a ser una nación independiente, pero ni lo hablemos entre nosotros, ni nos demos demasiada cuenta”

Antón Reixa, en un ensayo con Os Resentidos.

Daniel Salgado

23 de mayo de 2021 17:06 h

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Antón Reixa (Vigo, 1957) se define cómo “perplejo militante”. Esa poética escéptica atraviesa toda su producción artística. Incluso su vida. “Cuando habitas en el absurdo militantemente, y crees que el absurdo es un bien común”, explica, “el único ecosistema individual posible es la perplejidad”. Superviviente de la generación postpunk, poeta escénico de los que juega con el lenguaje pero no olvida el telediario, cantante de cumbias desviadas, un accidente de automóvil lo llevó a 18 días de coma inducido en 2016. Después de notar que la muerte lo miraba de frente, decidió dedicarse sobre todo a los “trabajos creativos”. Tres libros individuales, el retorno de Os Resentidos 18 años después de su último disco con canciones nuevas y la reconstitución de Rompente, Grupo de Comunicación Poética con Alberto Avendaño y Manuel M. Romón dan fe de que está cumpliendo su propósito. De por medio, además, superó el coronavirus.

¿Le gusta Battiato?

No era un fan pero sí tenía cierta admiración por él, porque era un tipo singular, sobre todo en su forma de componer. Era singular incluso en los 80, cuando era muy difícil serlo.

A su muerte, un amigo me dijo que había sido una figura clave del posmodernismo cultural y, añadió, como Antón Reixa, su coetáneo.

La verdad es que solo tenía un disco de él, pero lo seguía con cariño. De la música italiana me interesaban más Adriano Celentano o Lucio Battisti, pero es verdad que Battiato superó las expectativas.

Nuevo disco de Os Resentidos y nuevo libro de Rompente. ¿Existen paralelismos entre la época en que nacieron esos proyectos, la de la restauración democrática tras la dictadura, y hoy?

Es un proceso orgánico. Cuando Os Resentidos lo dejamos -en el 1993 o 94-, fue por un acto de honestidad. Llevábamos compuestas más de 150 canciones y no había nada más que nos pudiera sorprender a nosotros mismos. El regreso de ahora no sé si tiene que ver con la actualidad. Más bien está relacionado con que tocamos esporádicamente desde 2018 y surgió una onda muy creativa en la banda. De los fundadores, solo quedamos Javier Soto y yo. Con nuevas incorporaciones que nos transmitieron mucha energía. Cuando reunimos 12 canciones, decidimos editar el álbum. El disco está dedicado a lo que llamo la grande familia del rock en gallego.

Que creció sensiblemente desde que se estrenaron Los Resentidos.

Cuando empezamos, en el año 82, éramos el único grupo en gallego que de forma constante estaba en escena. Ahora hay ciento y pico grupos gallegos que son mejores que nosotros, una gran diversidad. A toda esa gran familia, los que forman parte de los grupos de rock en gallego y los que frecuentan a esos grupos, está dedicado el disco. Para nosotros, casi 40 años después, salir con un disco que mantiene esa constante de cantar rock en gallego y que nadie nos pregunte por qué en gallego, pues a lo mejor es un avance. Para bien.

El disco se titula Organización Nautilus. ¿Por qué Nautilus, hace falta cierto retorno a la clandestinidad para desenvolverse en el mundo moderno?

[Ríe] Nautilus es el símbolo del talento escondido. Igual que se supone que hay un tesoro de galeones en el fondo de la ría de Vigo [tras la batalla de Rande en 1702, en la Guerra de Sucesión española], nosotros invocamos ese talento escondido, el rock en gallego. También tiene que ver con que hicimos gran parte de los videoclips con un artista autista de 14 años, Antón Romero, otro descubrimiento de talento escondido. Y al final somos un grupo de Vigo. Para nosotros es muy satisfactorio que la historia de la batalla de Rande salga en la novela de Jules Verne 20.000 leguas de viaje submarino. Hace 40 años lo sabíamos unos pocos en Vigo. Yo lo sabía porque fui alumno de Ferrín [Xosé Luís Méndez Ferrín, escritor gallego] y me transmitió ese conocimiento. Ahora, sin embargo, Verne es una figura invocada en Vigo, tiene una estatua y el Museo del Mar habla de Verne.

El sonido del trabajo es sobre todo pop rock. Antes que a otras etapas de la banda más experimentales, remite directamente al anterior disco original de Os Resentidos -si exceptuamos Fai un sol de carallo suite (2016), con dos inéditos-, Están aquí, de 1993, ¿Lo retoman dónde lo dejaron?

Después de dar tantas vueltas, somos un poco igual que siempre. En los años 80 se usaba un calificativo odioso para definirnos, lo de “grupo ecléctico”. Bien, pues de alguna manera lo somos. En el nuevo álbum hay, efectivamente, rock & roll muy puro con guitarras afiladas y afinadas, hay hip hop y rap, que habíamos ido incorporando a nuestro repertorio histórico, y también, como en nuestro repertorio histórico, hay música latina, un par de cumbias y algo que se parece a un chachachá. Lo que sabemos hacer.

¿Lo relaciona con algún tramo concreto de la trayectoria del grupo?

Posiblemente tiene algo que ver con Os Resentidos a partir de Fracaso tropical [disco de 1988 en que incorporan de lleno las influencias latinas], hay líneas que continúan. Pongo el ejemplo de Javier Soto, que fundó Os Resentidos conmigo, con Alberto Torrado y con Rubén Losada. Cuando empezamos éramos absolutamente de cultura punk. Estaba hasta mal visto tocar bien. Pero gracias al blues y a la constancia profesional de Javier, ahora es un guitarrista caralludo. Las nuevas incorporaciones [Gabriel Villar en la guitarra, Kino Seoane en la batería, Pablo Vidal en el bajo y Ángel Graña en la gaita, saxofón y programaciones] tienen una técnica que ya habríamos querido nosotros entonces. A lo mejor en Organización Nautilus hay algo de lo de siempre pero tocado con más energía y más convicción.

Os Resentidos nacen de la cultura punk, postpunk más bien.

Cuando salimos nos llamaban after punk, efectivamente. Luego, a cuenta de algún recopilatorio, di entrevistas con redactores de blogs y medios digitales que nos consideran realmente punks, con cierta nostalgia histórica de aquello que no conocieron.

¿Y no temen el apodo de dinosaurios, tal y como los punks llamaban a las bandas que los habían precedido?

[Ríe] La gente tiene derecho a pensar que somos unos pelmas, pero vaya, Mick Jagger puso el listón tan alto que aún nos debe quedar algo más de una década para ser un dinosaurio como él. Aparte del talento. Es cierto, el desafío del grupo efectivamente es ese. Estoy ahora a las puertas del Auditorio de Vigo, donde vamos a tocar el sábado [22 de mayo] y va increíblemente bien la venta de entradas. Supongo que vendrá mucha gente que nos conoció, o nos recuerdan, de aquella época. El desafío es saber si a la gente de ahora también le interesamos. En eso me fío de mis sobrinos. Uno de ellos escuchaba en la radio esta semana una canción - Nautilus- y le pareció una canción caralluda. Y resulta que era de su tío. No tengo tantos sobrinos, pero espero que a la gente joven le pueda interesar.

Esta semana presentó Outlet (Chan da Pólvora, 2020), su último libro de poemas individual, en Vigo.

Así es. En este libro pongo en valor algo que tiene mucho que ver con la cultura de la vanguardia histórica de la que provengo yo y de la que procedemos los Rompente, el proceso de creación. Por eso cada parte del libro está precedida de una introducción, Caderno de traballo [Cuaderno de trabajo], que revela cómo y por qué se hicieron los textos que siguen.

Su mirada poética fue furiosa, fue sarcástica, fue absurda. Ahora reivindica la perplejidad. ¿Por qué?

Es el paso de los años, que lo ratifica a uno en un punto de vista perplejo sobre el mundo y sobre la vida. Cuando habitas en el absurdo militantemente, y crees que el absurdo es un bien común, el único ecosistema individual posible es la perplejidad. A lo mejor es una forma inteligente de escenificar el caos. Ahora ya ni lo disimulo, son un perplejo militante.

Después del accidente de coche, publicó tres libros individuales, otro colectivo con Rompente, y un disco de Os Resentidos. ¿Identifica las causas de esta explosión de creatividad?

Creo efectivamente que está relacionado con el accidente. Cuando publiqué Michigan/Acaso Michigan (Xerais, 2018), sin tener ningún complejo de miedo a la muerte o de ancianidad, me enteré de que lo mejor que había en mi vida eran esos trabajos creativos. Ahora además tengo la suerte de dedicarme exclusivamente a ellos. Van tres libros de autor, un álbum, el nuevo libro de Rompente que va a incluir un libro inédito de cada uno de nosotros tres y textos que hicimos en común. Cuando vienes de una circunstancia en que la muerte te mira de cara, eliges lo que crees más habitable para ti. A lo mejor hay un cierto exceso, como que he tasado el número de cosas que puedo hacer de aquí a que acabe mi vida.

El nuevo libro de Rompente se titula con un verso de su etapa inicial, Que hostias din os rumorosos, que además es un juego con la letra del Himno Galego. ¿Lo de Galicia tiene arreglo?

[Ríe] No, esto no tiene arreglo. Estaba por decirte que ni falta que hace. En los últimos años tengo la impresión de que hasta es posible que Galicia sea una nación independiente, pero posiblemente ni lo hablemos entre nosotros, ni nos demos demasiada cuenta nosotros mismos ni tampoco lo que nos rodea. Otra explicación perpleja.

¿Y lo de la poesía gallega tiene arreglo o esa es la razón del regreso de Rompente?

Rompente vuelve porque la historia nos ha dado la razón. Nosotros empezamos en el año 76 y estuvimos trabajando hasta el año 83. Cuando lo dejamos, nos fuimos refugiando en otras actividades. Éramos unos malditos en la poesía gallega. Era aquel un momento, el de los primeros tiempos de la autonomía, casi de juegos florales, en que predominaba el lirismo veneciano. Lo único que estaba normalizado en parte eran los premios literarios: había un cierto gremio de poetas que si no formaban parte de los jurados de los premios, concursaban, optaban a ellos. Era un coto cerrado el que nosotros estábamos realmente muy mal vistos. Nada tenía que ver con lo que nosotros hacíamos. Con los años, dio la vuelta. La poesía gallega actual tiene muchas cosas con las que me siento identificado.

¿Por ejemplo?

Hace un par de años compartí con [la poeta] María do Cebreiro una intervención en la feria del libro de Fráncfort. Ella es hija de poetas de mi generación, incluso algo mayores. Allí, delante del público, con toda sinceridad, le dije que había leído más de un libro suyo, pero no de sus padres. No tengo nada contra ellos, pero literariamente no me sentía unido en absoluto. A la hija sí. Rompente se reconforta ahora con la diversidad y audacia que hay en la poesía gallega. Sentimos que logramos fugarnos de aquel exilio interior.

¿Cómo lleva que después de tantos años y de una trayectoria tan plural le sigan preguntando por los 14 meses en que presidió la SGAE?

La culpa es mía. Lo de la SGAE fue un error manifiesto en mi biografía. Me empeñé en ser presidente de la SGAE. No es fácil lograrlo, pero lo logré. Y conocí la parte peor del género humano, la parte más maliciosa, más extraña. El propio equipo con el que formaba la candidatura era gente extraña, luego me di cuenta. La ambición, la traición, eso es lo que conocí y por eso duró tan poco. Pero si alguna vez me referencian en una biografía como presidente de la SGAE, pues culpa mía. No debí hacerlo.

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