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Felipe González y Mariano Rajoy reclaman su derecho a opinar frente a “torquemadas que florecen por doquier”

Los ex presidentes del Gobierno español Felipe González (izquierda) y Mariano Rajoy

Daniel Salgado

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No acabaron de concretar a qué se referían, pero los ex presidentes del Gobierno perciben “Torquemadas por doquier”, 25 o 30 inquisiciones donde antes “por lo menos había una sola Inquisición”. A Felipe González y Mariano Rajoy no les dejan opinar con “cierta tranquilidad”. Esa fue una de las principales conclusiones a las que llegaron después de hora y media opinando ante decenas de invitados VIP al Foro LaToja y bajo seguimiento, pantalla mediante, de decenas de periodistas. La moderadora, Gloria Lomana, intentó sonsacarles algo más preciso. No lo consiguió. “Hay un montón de inquisidores que te echan los caballos encima”, insistió González.

El “diálogo” de los ex presidentes conformaba uno de los platos fuertes del cónclave, organizado por el grupo hotelero Hotusa en la Illa da Toxa (Pontevedra). Ellos mismos lo sabían y no defraudaron al respetable. Hubo apología del “régimen del 78 y a mucha honra”, una defensa cerrada de la Constitución -embalsamada en el caso de Rajoy, tímidamente abierta a modificaciones en el caso de González-, el bipartidismo de PP y PSOE como forma óptima de democracia. Todo a pesar de los riesgos que, a su juicio, les supone decir lo que piensan. “Es peligroso hacerlo”, llegó a afirmar el socialista.

Justo mientras se quejaban de los fantasmas que, a su juicio, amenazan su libertad de expresión, el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia (TSXG) ratificaba la prohibición de manifestarse a las puertas del evento a la CIG, el primer sindicato de Galicia por número de delegados. Veinticuatro horas antes, la Guardia Civil zarandeaba y empujaba a miembros de A Mesa pola Normalización Lingüística que protestaban por el uso deturpado de la toponimia del lugar -A Toxa es el nombre oficial- en la entrada de la isla. A ello no hicieron referencia ni Rajoy ni González en su cruzada contra “inquisidores y Torquemadas”. Solo este último mostró su enfado, ya en los minutos de descuento, por los ataques a los que la extrema derecha ha sometido a los inmigrantes menores de edad. Rajoy no dijo nada al respecto.

Fue uno de los pocos momentos de una conversación sin apenas divergencias en la que uno de los participantes pareció disentir del otro. Porque las líneas básicas eran compartidas. Por ejemplo, su ataque a la pluralidad en el Congreso. “Como nos descuidemos, en cuatro años puede haber más partidos que españoles”, señaló González. Rajoy invocó el espectro de la ingobernabilidad. Y se sinceró, al proclamarse “defensor de siempre” del bipartidismo -de PP y PSOE, se entiende- que comenzó a agrietarse durante sus mandatos. A partir de esa crítica a los demás, elaboraron una especie de teoría de la centralidad política en la que lo más importante es el consenso, “un mínimo de entendimiento en los grandes asuntos”, según Rajoy.

El consenso y los “grandes asuntos”

Y esos “grandes asuntos” son, a decir del popular, Cataluña, la renovación de los órganos constitucionales y el reparto de los fondos europeos. Rajoy se reivindicó. En Cataluña ya no proclaman la independencia porque su gobierno enseñó al soberanismo catalán “que la nación española tiene instrumentos para defenderse y los usa”. Durante su presidencia, el poder judicial se renovó -omitió comentar que es su partido el que lo bloquea ahora desde hace tres años. De fondos europeos no pudo decir gran cosa, más allá de cierto reproche a la austeridad que forma parte de su discurso desde que abandonó el poder: “Europa se ha comportado mejor que en la crisis anterior”. La autocrítica no compareció.

González no se apartó demasiado de su colega, con el que ya había compartido mesa en el mismo lugar hace dos años. “Una charla más que un debate”, había avisado la conductora del acto. El socialista aseguró no estar en contra del diálogo con la Generalitat, “pero desde el respeto a la Constitución”. Y ahí no entran, dijo, ni amnistía ni autodeterminación, dos de los temas sobre los que Esquerra Republicana quiere tratar. Su defensa del diálogo tiene así límites estrictos, los que marca exactamente ese “régimen del 78” del que dijo sentirse parte “a mucha honra”. Al fin y al cabo esa es la línea editorial de un foro en el que el arco político va de Nadia Calviño a Fernández Mañueco. Ni rastro de los otros 15 partidos que se sientan en el Congreso. Tampoco de los sindicatos.

El diálogo topó en no pocas ocasiones con callejones ciegos e intercambios bloqueados. González intentó introducir el factor latinoamericano, pero Rajoy no le siguió. Este se empeñó en denunciar “el exceso de normas, decretos y leyes” que, sostuvo, disuaden a “los inversores”. González habló de los riesgos de la “pasión legislandi”. Del precio de la luz, solo González opinó, ya a la salida y mientras subía al coche: “Tiene que bajar”. A ambos les complace el resultado de las elecciones alemanas, porque refrenda sus tesis sobre la centralidad y las virtudes de la gran coalición. Y los dos coincidieron en que Europa necesita una política exterior y de defensa común. Eso sí, siempre dentro de la OTAN y con “la mejor relación con Estados Unidos”. “Este es el foro de moderación”, acertó a resumir Rajoy, a lo que González, siempre dispuesto a la última palabra, respondió: “A mí me acusan de moderado”.

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