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El método gallego: cómo bajar impuestos a los grandes patrimonios e intentar que nadie se dé cuenta

El presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, con Juanma Moreno, Fernando López Miras y José Luis Martínez-Almeida, el 12 de octubre en Madrid

Daniel Salgado

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Parece que nunca hubiera sucedido. No ha habido una estrepitosa caída del guindo fiscal como en el Reino Unido, pero parece que en Galicia nunca hubiera sucedido. Alfonso Rueda escapa de las explicaciones públicas sobre una medida que beneficia a apenas 7.700 contribuyentes gallegos: aquellos con un patrimonio medio de seis millones de euros. Adoptada en medio del vendaval de rebajas tributarias alentado por las comunidades del PP –y al que se sumó alguna socialista–, la rebaja gallega a los ricos representa la cuarta parte de las rebajas fiscales aprobadas por la Xunta. Sin embargo, al presidente no le gusta hablar del tema. Y eso que la oposición insiste en hacerlo.

Aquel día de septiembre en que Rueda visitó las dependencias de La Voz de Galicia, invitado por el periódico y por Abanca, soplaba con fuerza el viento del populismo fiscal. Lo atizaba sobre todo Juan Manuel Moreno, que acababa de anunciar la supresión del impuesto de patrimonio que pagaban los 20.000 andaluces más adinerados. Noventa y cinco millones de euros dejarán de ingresar a la arcas de la Junta de Andalucía. Moreno argumentó que lo hacía porque altos ejecutivos le contaban personalmente que no se empadronaban en la comunidad debido al tributo. Lo más parecido a una justificación ofrecida por Alfonso Rueda iba en la misma línea: “Entendemos que sirve no solo para atraer riqueza, sino también para retener la que ya hay aquí y que no se vaya a otros lugares donde este impuesto ya no existe”. Quizás en un futuro haga público el saldo migratorio de fortunas en la comunidad. Quizás no.

La aclaración la emitió el 6 de octubre, casi dos semanas después del anuncio inicial, a preguntas de elDiario.es en la rueda de prensa posterior a la reunión semanal de su gabinete. En Galicia, el impuesto de patrimonio ya se encontraba bonficado en un 25%. Así lo estableció el año pasado Alberto Núñez Feijóo. Su sucesor dobló el porcentaje, lo que se traduce en que los 7.700 beneficiados se ahorrarán 4.400 euros anuales. “Lo que no se puede discutir es que es mejor bajar impuestos que subirlos”, afirmó durante aquella jornada patrocinada por La Voz y Abanca. Una suerte de pensamiento mágico sobre fiscalidad ha acompañado al presidente gallego desde su toma de posesión en mayo. “Es posible hacer todo a la vez”, llegó a asegurar, en referencia a recortar impuestos y “mejorar los servicios públicos”. No concretó cómo, claro. El círculo cuadrado nunca acaba de funcionar. Y hasta los sectores sociales más próximos a su partido en Galicia asumen que la atención primaria está colapsada. La sanidad pública gallega atraviesa serios problemas estructurales tras 13 años de reorientación del gasto público en sentido neoliberal.

Un hombre aferrado a un dogma

El presidente gallego es un hombre aferrado a un dogma. “Prueben a bajar impuestos, verá lo bien que sienta”, le repitió a la oposición parlamentaria en varias ocasiones. Fue también en la Cámara gallega donde colocó algunos espejos en los que mirarse. Liz Truss acababa de mudarse a Downing Street. Margaret Thatcher había vuelto, proclamaba orgullosa. Su primera medida, una masiva bajada de impuestos especialmente fructuosa para las rentas altas y altísimas. Abrió periódicos en España y una exultante Isabel Díaz Ayuso –la comunidad que preside, Madrid, también ha suprimido el impuesto de patrimonio– lo saludó en sus redes sociales: “¿Y cómo piensa el Gobierno de Sánchez frenar el 'dumping internacional'?”. No ha pasado ni un mes. Primero dimitió el ministro británico de Hacienda, después la de Interior y el pasado jueves la propia Truss. Ha durado 45 días en el cargo.

Es cierto que Alfonso Rueda no la había vuelto a mencionar. Incluso el FMI, en su día una de las principales instituciones de la ortodoxia neoliberal, había criticado el plan fiscal de la conservadora británica. Tampoco la Unión Europea, escarmentada tras el fracaso de sus recetas en la crisis de 2008, estaba por la labor. Había que cambiar de espejo. Y reducir la matraca sobre bajar impuestos. Hasta Feijóo evitó regodearse en las concesiones a los ricos de los ejecutivos del PP en el debate del Senado contra Sánchez. Y eso que su objeto era, en teoría, la materia fiscal. Pero resulta que un paradigma, el thatcheriano, se resquebraja, sostienen algunos expertos.

Hubo más lagunas en la memoria de Rueda. Tampoco volvió a referirse, tras la pregunta en el consello del seis de octubre, a su flamante regalo a los grandes patrimonios. Y no sería porque no tuviese oportunidad de presumir de ello. BNG y Partido Socialista se la reprocharon cada vez que confrontaron con él en las tres últimas sesiones de control parlamentarias. También en una inaudita comparecencia monográfica en la que el presidente de la Xunta se explayó sobre “las orientaciones fundamentales de los presupuestos” de 2023 tres semanas antes de entregarlos en el Parlamento y que la oposición pudiese acceder a ellos. O cuando, este martes, una reunión extraordinaria de su gobierno aprobó el proyecto de ley de las cuentas y Rueda y su conselleiro de Facenda, pese a detenerse en “un modelo fiscal que prioriza las rentas medias y bajas”, obviaron ostentosamente la rebaja en patrimonio.

Los 34 millones de euros que perdonará a patrimonios de seis millones podrían servir para recuperar su bono para hogares vulnerables –costaba 31 millones a la administración– o para doblar los “refuerzos puntuales” de atención primaria –33,4 millones– previstos en las cuentas para el año que viene, señalaba la oposición. Rueda nunca contestó. Ni para rectificar la medida ni para defenderla. Parece como si en Galicia nunca hubiera sucedido.

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