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La 'road movie' que llevó a un enterrador y un camionero gallegos a Roma para encontrarse con Gina Lollobrígida

Serafín y Juan, protagonistas del documental "Querida Gina"

Alfonso Pato

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En el Torreiro de la aldea de Cans, conocido por ser el lugar donde se colocan las estrellas de homenaje a actores y directores que visitan su festival, hay una placa que homenajea a dos de sus vecinos: el enterrador Serafín Rodríguez y el camionero Juan Sánchez. En la placa, colocada en 2013, aparecen citados como “los primeros actores en la historia de la aldea”. 

Juan y Serafín tenían un pasado cinematográfico poco conocido detrás. Habían trabajado durante más de un mes como extras de la película “Salomón y la Reina de Saba” de King Vidor, rodada en 1958 en España, con la recientemente fallecida Gina Lolllobrigida como deslumbrante protagonista. Más de 50 años después, en el año 2010, iniciarían un viaje en coche desde su aldea, atravesando toda Europa, buscando reencontrarse en Roma con la mítica “Lollo”. Esta fascinante peripecia la registró la cineasta Susana Sotelo en el emotivo documental “Querida Gina”.

La admiración de Juan y Serafín hacia Gina Lollobrigida había nacido durante el rodaje de “Salomón y la reina de Saba”. Allí podían verla algunos días de lejos, igual que a la otra gran estrella protagonista, que era Tyrone Power. Aunque Power fallecería de un infarto en pleno rodaje y fue sustituido por Yul Brinner. En aquellos años 50, la España franquista era un maná para las superproducciones de Hollywood: buenos técnicos con salarios bajos, la prohibición de los sindicatos que evitaba conflictos laborales y el ejército español rendido a sus pies suministrando gratuitamente miles de extras para rodar las escenas de batallas multitudinarias. Estas superpoducciones trajeron a España a estrellas como la propia Lollobrigida, pero también Ava Gardner, Frank Sinatra, Sofía Loren o Cary Grant, que hizo una entrada multitudinaria en 1956 en la Plaza del Obradoiro, para rodar en Santiago escenas de la película “Orgullo y pasión” de Stanley Kramer.

En estas películas siempre había escenas de numerosos extras, un trabajo para el que también habían sido requeridos Juan y Serafín, en la época en que cumplían el servicio militar. En su aldea, ambos evocaban de viejos aquellos tiempos de su juventud en los que habían tenido el honor de trabajar en una película con Gina Lollobrigida. Conocedora de su historia, la cineasta Susana Sotelo les propuso la aventura de sus vidas: viajar hasta Roma para tratar de conocer a la gran diva del cine italiano, que esta semana falleció a los 95 años.

“Nos pusimos en contacto con Paco Vázquez, que era en aquel momento el Embajador de España en el Vaticano, para ver si nos ayudaba en la gestión. Nos dijo que podía llegar a Sofía Loren pero no a Gina Lollobrigida, así que seguimos intentándolo”, rememora la cineasta Susana Sotelo. 

El siguiente intento fue con la mediación de una periodista italiana que vivía en España, a través de la cual llegaron al representante de la actriz, con el que empezaron las gestiones para llegar a Lollobrigida. “Empezamos una negociación y le llegamos a ofrecer hasta 6.000 euros, pero nos llegó a responder que eso no daba ni para pagar el peluquero de Gina”, explica la directora y montadora. En aquel momento, Lollobrigida ya vivía retirada. Formada en su juventud en Bellas Artes, la actriz había recuperado su faceta artística, que desarrollaba entre una casa en Roma y otra en la Toscana. “Nos transmitían que vivía entre sus esculturas y sus pinturas en la Toscana, que se había retirado del cine y que quería ser una artista libre, moviéndose de un lado a otro sin ataduras”, comenta Sotelo, que siguió acompañando a sus personajes en su tenacidad por provocar este reencuentro.

En el documental “Querida Gina”, ambos protagonistas, Juan Sánchez y Serafín Rodríguez, tenían en aquel momento 74 y 73 años. Ambos decidieron embarcarse en una frenética road movie, acompañados del galés Tim Randall, un personaje introvertido que unos meses antes había caído por su aldea y resultó ser el complemento ideal. Salieron de Cans siendo despedidos por toda la aldea y comenzaron la aventura. Primero Valdespartera, la localidad de Aragón donde se rodó “Salomon y la Reina de Saba”, y donde habían conocido a “Doña Brígida”, en el lenguaje del enterrador Serafín. En una de las secuencias del documental llora desconsolado por la frustración que le produce su incomunicación, debido a una discapacidad auditiva severa: “si supiera que esto iba a ser este jaleo no me metía”. 

La cámara registra todas las alegrías y tristezas del viaje buscando a Gina Lollobrigida. Desde la avería del coche que les deja tirados en un pueblo del sur de Francia, pasando por las enfermedades que les obligan a ir al hospital y dudar si seguir la aventura y, sobre todo, las emocionantes conversaciones que mantienen. Emocionantes y profundas, hablando del amor, del sexo, de la muerte o de las miserias de la emigración, que ambos habían sufrido en sus vidas. Las conversaciones se mezclan con paisajes hermosos, como los de Subiaco, el pueblo medieval en la provincia de Roma donde nació Gina Lollobrigida. Allí llegan los dos aventureros buscando su casa natal y la familia que quedaba en el pueblo, las referencias donde Orson Welles había rodado en 1958 “Portrait of Gina”, un interesante documental poco conocido que no agradó a la actriz e intentó prohibir su difusión. Se encuentran en Subiaco con el único primo que queda vivo de la actriz y con un arquitecto amigo, que no les facilitan su contacto, pero les ponen en la pista de que la actriz pasa unos días en su casa de Roma.

“Ella vivía en la Via Apia, que es por donde entraban las tropas romanas después de cada batalla y se escuchaban aves exóticas dentro, pero la finca estaba cerrada”, recuerda la cineasta Susana Sotelo. Desde fuera del recinto cerrado, los tres protagonistas intentaron buscar alguna referencia o alguna respuesta, alguna señal que les enviase la diva, después de miles de kilómetros, un mes de ruta y más de 60 horas de grabaciones. Hasta que se acercó al portal cerrado una sirvienta que confirmó que era la casa de Gina Lollobrigida, pero con una respuesta decepcionante: “la señora no está”.

Por lo menos querían entregar el ramo de flores que le habían comprado y lo lanzaron desde el otro lado del muro. “Fue todo una odisea y lo pasé muy mal. Como cineasta fue el máster de mi vida y también aprendí a perder”, rememora con amargura años después Susana Sotelo, sobre una película rodeada de un cierto malditismo a su pesar. Tras diversas vicisitudes, no vería la luz hasta tres años después del rodaje. Se proyectaría en algún cine o festival esporádicamente, pero no llegó a tener distribución. “Fue frustrante dedicar tanto trabajo y que la película quedase en un cajón”, declara la autora. Solo la TVG tiene los derechos de emisión de la película, que la ha programado en el segundo canal en alguna ocasión. “Aún por encima están emitiendo una copia que no es la definitiva, sino un montaje anterior al corte final”, denuncia Sotelo.

Posiblemente el ramo de flores haya llegado a Gina Lollobrigida. Pero no hay constancia de que haya visto la película. Ni tampoco en su día pudieron ver acabada la aventura de su vida el camionero Juan Sánchez y el enterrador Serafín Rodríguez. El primero murió durante el montaje de la película y el segundo solo unas semanas antes del estreno. Por lo menos en Cans queda en una placa en homenaje a los dos primeros actores de la aldea. Los que rodaron “Salomón y la reina de Saba”, y los que protagonizaron “Querida Gina”. “Por lo menos fueron felices haciendo el viaje de su vida, persiguiendo la ilusión de conocer a Gina”, sentencia la directora.

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