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Daniel Salgado

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“Camino Hacia la Isla Interior ofrece tres días de reflexión y recogimiento en un entorno único y singular […] para que los participantes puedan recibir una serie de herramientas útiles para su vida diaria: Baños de Bosque, Yoga, Meditación, visita guiada, Teatro Emocional, Deporte Restaurativo...”. La inscripción, que incluye dos noches “de hotel” y pensión completa este fin de semana, cuesta 350 euros. Organiza Espacio Yoga, con sede en O Porriño, y patrocina la Xunta de Galicia. El “entorno único y singular” es la isla de San Simón, en el fondo de la ría de Vigo, escenario de piratas y monjes y por el que, entre el 15 de octubre de 1936 y 1943, pasaron 6.000 demócratas republicanos. Los encerró allí el fascismo. Muchos, los historiadores no han conseguido precisar cuántos, no salieron vivos.

Los sucesivos gobiernos de Alberto Núñez Feijóo se han esforzado por borrar la memoria del lugar. Pero no toda la memoria. Es sobre todo la referente a los años en que San Simón funcionó como campo de concentración la que parece estorbar a la Xunta. Hay un monumento al Capitán Nemo, que recaló en las cercanías gracias a la imaginación desbordada de Jules Verne y una placa metálica que conmemora el episodio literario. Existe además un cruceiro que recuerda el naufragio de A Monchiña en el que, en 1950, se ahogaron 43 miembros de la Guardia de Franco. Pero la exposición permanente sobre los presos instalada en 2006 por el bipartito desapareció tres años después, cuando Feijóo se instaló en el poder.

Un monolito en el cementerio es la evidencia más visible de que en aquellos parajes encerraron a miles de víctimas del golpe fascista de 1936. El movimiento memorialístico, agrupado en Iniciativa Galega pola Memoria, celebra un acto anual. Nada más. “La Xunta decidió hacer una igualación. Compara hechos ficticios con acontecimientos históricos, con el objetivo de banalizar y trivializar la memoria de la represión”, señala Luís Bará, diputado del BNG y director general de Creación e Difusión Cultural de la coalición entre nacionalistas y PSdeG, “cuando esta es una memoria que está viva, y hay personas que sufren”.

El bipartito había bautizado el lugar como Illa da Memoria [Isla de la Memoria] y, en 2006, concentrado allí las actividades dedicadas a recapitular las siete décadas desde el levantamiento de Franco. Para ello creó una fundación y encargó a Antonio Caeiro una muestra permanente que explicaba los hechos, ponía rostro a las víctimas y profundizaba en los mecanismos del terror fascista. A partir de 2009, con Roberto Varela como conselleiro de Cultura del PP, se acabó. La exposición fue a parar al almacén que la Administración autonómica tiene en el polígono industrial del Tambre, en Santiago de Compostela, y la Illa da Memoria se transformó en una fantasmagórica Illa do Pensamento. Hasta que en 2012, la Xunta liquidó la fundación y asumió su gestión. Que la ha convertido, según Bará, en “un sarao de empresas privadas. Hay alguna actividad cultural, como el festival Sinsal, pero la mayor parte son compañías privadas que montan yincanas o estancias de yoga”.

El paroxismo lo alcanzó la Xunta de Galicia cuando, en otoño de 2019, autorizó a la naviera Nabia -que se encarga del transporte marítimo de pasajeros en la ría de Vigo-, a organizar en la isla el Samaín, la versión gallega de la noche de Halloween. “Un Samaín de miedo ¡en la isla de San Simón!”, se anunciaba. Familiares de represaliados y los partidos de izquierda se movilizaron. El acto finalmente se suspendió. La organización alegó que debido a la borrasca prevista para aquel 31 de octubre.

Los testimonios de los presos

“Los guías ahora hablan de piratas, de que allí hubo un convento, de que fue una leprosería, pero apenas mencionan que también existió un campo de concentración”, explica Antonio Caeiro. A su película documental Aillados (primera versión en 1988, su último montaje en 2001) se debe la recuperación de la experiencia de los supervivientes de San Simón, a quienes registró 50 años después. “Quería hacer un filme solo con los testimonios de los presos, nada más”, dice. Como Shoah de Claude Lanzmann. “Pero eso lo descubrí después”, ríe. Su trabajo de rastreo derivó también en un libro, con el mismo título que el filme y de subtítulo A memoria dos presos de 1936 na Illa de San Simón. Veintiséis años después de su publicación sigue siendo una referencia ineludible para estudiar lo que sucedió en el lugar.

“Apenas habían pasado cinco años del 23F cuando empezamos con el documental. La gente todavía estaba acojonada. Muchos no quisieron hablar”, hace memoria. Calló, por ejemplo, Pastor Rodríguez, el único superviviente de los miembros de las izquierdas presentes en la corporación municipal viguesa en 1936. Fue uno de los entre 5.000 y 6.000 recluidos en la isla, más de un millar amontonados al mismo tiempo en un espacio de 250 metros de largo por 84 de ancho (esta cifra incluye San Simón y San Antón, un islote unido a la primera por un puente). La masificación alcanzó tal nivel que fondearon un barco en las cercanías, el Upo Mendi, y lo llenaron de reclusos.

Las muertes por disentería y tifus eran habituales: los presos apañaban moluscos en las rocas para complementar su escasa dieta que les provocaban las enfermedades. “Los mandamases hablaban en público de la isla como lugar paradisíaco”, se indigna Caeiro. Los cadáveres se amontoban en el cementerio de Pereiró, en Vigo. Tanto que llegó a no haber sitio. A otros detenidos los dejaban al cabo de un tiempo en la playa de Cesantes, ya en el continente, donde los recogían partidas de falangistas para pasearlos. Fusilamientos hubo seis, asturianos que habían sido juzgados en Camposancos (A Guarda), donde hubo otro campo franquista. De allí los trasladaron a San Simón.

Los historiadores no han ofrecido todavía un cálculo de cuánta gente murió y fue asesinada en la isla. En los años 90, cuando Antonio Caeiro , junto a Juan González y Clara de Saá, realizaba trabajo de campo para ampliar su película y preparar el libro, accedieron a los archivos de la cárcel de Pontevedra, hoy desaparecida. Allí encontraron una caja con fichas escritas sobre papel reciclado de la administración del campo de concentración: información sobre los presos, sobre los enfermos, sobre el reparto dentro de las instalaciones de la isla. “Comenzamos a transcirbir los datos y paramos cuando íbamos por la letra F”, recuerda Caeiro, “la caja desapareció. Nadie la ha vuelto a ver”.

Fraga Iribarne y la reforma del lugar

Acerca de la memoria borrada, el cineasta se remonta a años antes de Núñez Feijóo. “Fue el gobierno de Fraga Iribarne quien comenzó, con la reforma de los edificios a cargo del arquitecto César Portela. Desfiguraron todo”, considera. El paréntesis del bipartito intentó remediar la amnesia. Le encargó coordinar la muestra permanente antes mencionada. “Fue permanente hasta que dejó de serlo”, señala, en referencia al desmantelamiento ordenado por Feijóo. En su lugar colocaron una serie de paneles que abarcan toda la historia de la isla y dedica un par de ellos a su período como campo de concentración. Pero, relata Caeiro, con no mucha precisión: donde figura una imagen con el pie de foto “grupo de presos” en realidad debería poner “oficiales de prisión”.

Por lo menos no obvia por completo los siete años de terror fascista en la isla. Sí lo hace, sin embargo, la empresa que busca llevar a la paz espiritual mediante una estancia en un antiguo campo de concentración. “El poder de inspiración artística y creadora de la Isla de San Simón ha sido una constante en su historia desde la Edad Media hasta nuestros días; leyendas de corsarios, de monjes templarios, de batallas, tesoros ocultos y de viajeros llegados de lejanas tierras, alimentadas por los múltiples avatares de los que este archipiélago fue testigo a lo largo de la historia”, figura en su página web, que también menciona 20.000 leguas de viaje submarino: “Incontables novelistas, poetas, escultores o músicos de todos los tiempos encontraron en ella la fuerza evocadora para crear sus obras y ahora, este proyecto, ”la Isla Interior“ conecta con esa energía para aprender y sanar”.

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