Madrid según sus tiendas de souvenirs: olvido de los barrios, confusión con el resto de España e invasión de Meninas

Imanes de tortillas de patatas en sartenes, cochinillos y tapas de aceitunas.

Guillermo Hormigo

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La única referencia a la periferia en las tiendas de souvenirs del centro de Madrid la encontramos en un plano. Está sobreimpresionado en una matrícula, un objeto cada vez más común en la decoración de hogares a los que se quiere dotar de una estética supuestamente urbana o cosmopolita. Es el mapa del Metro de Madrid, de una parte al menos. Llama la atención que entre tantas referencias agolpadas a la Puerta de Alcalá, la Cibeles, el Oso y el Madroño, el Bernabéu o cuadros del Prado esta placa permita ver, por ejemplo, el nombre de San Fernando de Henares. Un municipio literalmente hundido por la dejadez de la administración madrileña, la antítesis a la imagen del centralismo idílico que vertebra estos lugares.

Porque en los establecimientos donde se venden recuerdos sí se cumple aquella controvertida frase de la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso: Madrid es España y España es Madrid. Un paseo por varias tiendas de souvenirs del centro, entre la Carrera de San Jerónimo, la Puerta del Sol y la calle Mayor, sirve para descubrir algunas rocambolescas tendencias entre este tipo de objetos. Pero sobre todo ilustra el tremendo quilombo identitario en el que se regodean los turistas.

Puede que en este recorrido no encontremos referencias a Vallecas, Villaverde, Tetúan, Carbanchel o Usera (ni siquiera a Salamanca), pero no faltan los guiños al Quijote, la paella, el flamenco o hasta el mismísimo Fútbol Club Barcelona. De hecho, prácticamente todos los establecimientos cuentan con una pequeña sección dedicada al Real Madrid, otra al Atlético y otra a los culés. Proliferan igualmente imanes que representan alimentos cada vez más rebuscados, hasta alcanzar su cénit con un cochinillo.

El tópico se convierte en el mejor aliado de las ventas y todo está medido para que los visitantes encuentre lo que la ciudad representaba en su cabeza antes de poner un pie en Madrid. Después de todo, el cliente siempre tiene la razón. Esta reducción al absurdo para el turismo internacional tiene su equivalente en el nacional con la explotación hasta el extremo de los símbolos más reconocibles de la ciudad.

La Puerta de Alcalá se transforma en un llavero, un imán, el interior de una bola de nieve o un reloj. Un tótum revolútum de monumentos, con alguna referencia gastronómica al cocido o los bocatas de calamares, adorna un delantal que no pasa desapercibido o una tote bag (nada le gusta más a un moderno que un tópico).

La edad de cobre de las Meninas

Pero si hay una iconografía que se extiende como la pólvora de un tiempo a esa parte en estos lugares esa es sin duda la Menina. Su salto del Prado a las calles de Madrid, customización corporativa mediante, ha culminado con una llegada por todo lo alto a los puntos de venta de recuerdos. Meninas de trapo, de plástico, de cobre, estampadas, con forma de imanes, en colgantes...

La fiebre por la silueta de Margarita de Austria y sus doncellas es tal que una de estas tiendas se atreve a inventarse una supuesta calle de Las Meninas. Vende su placa del callejero al lado de las de espacios tan emblemáticos como la Gran Vía o la plaza de Cibeles.

Una pareja de turistas nacionales, proveniente de Santander, observa con detenimiento un estante repleto de Meninas artesanales. Les ha hecho gracia, cuentan a Somos Madrid, verlas por aquí después de toparse con tantas en sus paseos por la capital. A la pregunta de si han ido a ver el cuadro al Prado, reconocen que no lo han podido cuadrar. Él matiza que lo visitó una vez de pequeño. “Ya sabíamos que no nos iba a dar tiempo a todo, pero bueno así tenemos una excusa para volver”, añade ella. Finalmente no compran ninguna de estas piezas inspiradas en la pintura de Velázquez.

De la generalización burda a la personalización absurda: “Aquí vive un perito”

Como explica en declaraciones a este medio una trabajadora de uno de estos negocios, los productos intentan “apelar al mayor número posible de personas, tirando de elementos reconocibles por cualquier cliente potencial”. Lo curioso es que esta generalidad se da la mano con otra forma diametralmente opuesta de llegar a los compradores: la personalización absoluta.

En las tiendas de souvenirs han ido proliferando objetos customizados, donde en muchos casos la relación con la ciudad directamente desaparece. En un primer momento podían basarse simplemente en el nombre, pero el nivel de concreción es ya tal que hay tazas para “el mejor jugador de pádel” o insignias con inscripciones como “aquí vive un perito”. Cada uno vale 3,90€ aunque una oferta permite obtener tres por ¿solo? 10€.

Recuerdos con mucho estilo

Deambulando por la calle Mayor con el radar de productos a la madrileña bien alerta, un negocio llama particularmente la atención. Se llama Madrid Is My Style. No es, desde luego, una tienda de souvenirs al uso. Ni siquiera se le puede definir como tal. Pero está repleta de prendas customizadas con el nombre de la ciudad en un estilo urbano. Lejos de la cutrez de ropa similar en otros establecimientos de la vía (donde puede leerse, por ejemplo, “Madrid University”), las sudaderas o camisetas del local aportan una especie de distinción casual que se traslada a los precios, más prohibitivos.

Pero aquí todo se siente demasiado artificial o estiloso, como si algo tan cuadriculado y medido no encajase con esta ciudad. Paradójicamente, quizá las tiendas de recuerdos ofrecen una idea más certera de cómo es el Madrid de hoy día precisamente por dar una imagen distorsionada de ella: una urbe convertida en un festival hipertrofiado de imágenes castizas impostadas, barrios cuya identidad se borra a base de mercantilización o abandono y una concepción de la cultura como una vistosa llamada de atención para seguir vendiendo productos.

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