Tesoros entre la basura: una segunda oportunidad

Sandra, autora de la cuenta Estoy en la basura, durante uno de sus rescates

Sara Núñez

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La reutilización de objetos que se lanzan a la basura tiene un nombre: stooping. Aunque el corazón de toda esta movilización de carácter político y ecológico reside en Nueva York, en Madrid hay varias cuentas en redes sociales que dedican su tiempo a ello. Sandra, una andaluza de 29 años, lleva sola su cuenta de Estoy en la basura desde enero de 2021.

La idea que fue sembrada en su cabeza poco antes, cuando aún existían los toques de queda: “No tenía nada que hacer y soy una persona que pasea mucho, sobre todo en una época donde no había nada más y el transporte público no era opción”. Había mucha basura acumulada en los contenedores, muchos muebles casi intactos en tiempos de covid. Ella intentaba repartir todo porque no podía llevarse más cosas a su casa.

Entre las opciones que empezó a barajar a raíz de encontrarse con numerosos ejemplares valiosos, fue encontrando cuentas en redes de gente que encontraba muchos de basuras o de charity shops, porque todo este contenido es muy propio fuera de España, en rastros, y luego los vendían por un pastón. Ella no tenía local para revender nada y tampoco le gustaba esa idea.

Un día, llegó a sus manos la cuenta The trash walker, de Nueva York, una joven que se dedica a pasear y encontrar basura con una labor de componente político: sigue la línea de no tirar para poder reciclar y donar, demandar a empresas que generan residuos innecesarios. “Voy a ser una trash walker, a mi manera”, y así empezó su cuenta a finales de enero, subiendo publicaciones con el propósito de facilitar las cosas, al igual que lo hacen desde Stoopingmad, cuenta de Madrid que trabaja de forma similar y que la propia Sandra descubriría poco después. Desde cuentas más colectivas y dedicadas a ello en concreto hasta creadores de contenido más puntuales, este movimiento comienza a cobrar fuerza: está el caso de Penélope Guerrero, modelo, activista, influencer y actriz que a veces ha mostrado su rescate de muebles para renovarlos, repintarlos e incluso dotarles de una imagen completamente distinta. Todo para decorar su casa.

Al día se suelen subir entre 15 y 20 publicaciones actualizadas de muebles con sus respectivas ubicaciones. Aunque sea una opción de imagen precarizada, a la dueña de Estoy en la basura no le gusta que la gente piense que, al estar en la calle, va el más pobre. “Aquí no se mide la renta de nadie. Hay mucha gente que tira cosas y gente que no respeta los horarios que nos ha puesto nuestro querido ayuntamiento de tirar los muebles que no sirven de absolutamente nada, y yo lo que quiero es acabar con el desperdicio”, porque, todo lo que se tira, al final va al vertedero. “El ayuntamiento no lo rescata, lo tira a la basura. Estoy haciendo una labor medioambiental muy grande y estaría guay que de esto saliese una labor mejor para recoger las cosas y evitar el desperdicio”, demanda la dueña de Estoy en la basura.

Con todo esto se ayuda al ecosistema, pero también permite mayor facilidades para personas con menos accesibilidad y renta que busque ciertos muebles o libros, se evita la fomentación del capitalismo. 

Alternativa válida para las mudanzas

En los pisos de alquiler se suelen comprar muebles baratos a grandes empresas, porque es lo más fácil y rápido. Sandra acaba de mudarse y, después de semanas, aún sigue buscando sus muebles. No obstante, no ha conseguido casi nada comprado. Este trabajo es muy constante: “Tengo un problema muy grande, soy muy despistada y me quedo sin batería”. Vio un vídeo de Amarna Miller y llegó a una herramienta para calcular su tiempo en el trabajo, algo que ella decidió coger. Pudo comprobar que abrió 22 veces la cuenta únicamente para comprobar su cuenta, por cada vez que podía pasar 35 minutos contestando mensajes y reposteando todo, o bien estar un tiempo mucho más reducido. No puede repartirlo en cuatro horas al día y ya, la basura se acumula y su disponibilidad la dedica a comprobar mensajes que le llegan de personas que encuentran objetos y le envían la información, o de aquellas que preguntan para poder recogerlos.

“Una vez subes el mueble… a por ello. Como aquella persona más rica que se hizo viral y fue compartiendo ubicaciones de los rincones en los que iba dejando sobres con dinero”, por lo que depende del primero que lo encuentre o de que el camión de la basura lo localice primero. “Me alegra que haya gente a la que ayude y den una segunda oportunidad a esos objetos, gente que le eche imaginación y dé otro funcionamiento a un mueble que tuviera otro uso”, comenta Sandra al respecto de los mensajes actualizados que le envían algunas de las personas que dan con sus muebles, a lo que ella denomina como “final feliz”.

Muebles y más tesoros

Un borde de pelo para el cuello de un abrigo, algo que ella misma ha cosido a su prenda, accesorios para sus muebles, complementos de madera para su casa. Hay de todo tipo de opciones entre las que esta red social suele difundir. Y sofás, siempre sofás. Recuerda cuando su novia se encontraba por el barrio Salamanca y ella iba por la zona, incluso antes de conocerla, se hacía toda la calle Hermosilla, y dio con un sofá de terciopelo azulín casi en perfecto estado.

Otro día que no podía subir contenido a la cuenta, se encontró con un sofá de Ikea que a cualquiera se le antojaría a la vista. Ahora ella misma tiene unas celosías de madera que encontró, antes de ser pintadas de blanco, con una bugambilia que le recuerda al sur, enredada. Hace poco le enviaron una foto y su respuesta casi le sorprende: “No hace falta que me indiques la ubicación de ese mueble porque sé perfectamente donde es, vivía en frente, era tu vecina”. Las anécdotas de estas aventuras durante sus trayectos para rescatar basura se basan en cruzarse y saludarse con más de una vecina. “Si ves a una rubia con moño o con coleta mirando a la basura… soy yo. Literalmente soy La Vecina Rubia”, bromea.

“La generación z viene muy fuerte con la ropa y recursos de segunda mano, ojalá yo hubiera tenido el conocimiento hace años de que existe un segundo uso para cualquier cosa”. Ella sabe dónde llevar libros de texto por medio de librerías benéficas, pero no cuenta con lugares en su barrio donde depositar las diferentes adquisiciones que va encontrando. Y a raíz de ello demanda la creación de espacios, tanto públicos como privados, para la donación de espacios en locales donde dejar los objetos y que la gente pudiera acercarse e ir a por ellos, como estanterías libres que hay en varios bares.

“Somos del pueblo para el pueblo. Si no lo hacemos nosotros, nadie más que esté por encima y tenga capacidades lo va a hacer por nosotros”, Sandra (Estoy en la basura)

Hay muchas entidades que siguen su cuenta, al igual que hay mucha gente que no sabe que pueden recoger las tronas y sillitas que ya no usen los más pequeños de la casa en la unidad de pediatría, junto a más objetos de bebés. Ella misma quiere acercar estas posibilidades de forma local, porque ayudaría mucho a la causa. También menciona a veterinarios o dentistas, por ejemplo, que pudieran ofrecer alguna estantería para la gente de los barrios: “Somos del pueblo para el pueblo. Si no lo hacemos nosotros, nadie más que esté por encima y tenga capacidades lo va a hacer por nosotros. Ya que estamos ahí, que nos ayudemos”.

Estoy en la basura toma esta iniciativa como un proyecto muy personal, algo que su autora lleva haciendo desde hace tiempo, incluso, desde antes de crear la cuenta en redes. Un ejemplo fue el regalo que hizo a su padre de un disco de Los Beatles, algo original que, no obstante, consiguió por webs de segunda mano. Su propia madre se enorgullece y le repite sus opiniones a Sandra: “Contentos estarán el Almeida y la Ayuso de ver a una persona como tú haciendo esta labor tan eficaz en todos los sentidos, sin que les cueste un duro a la comunidad y al Ayuntamiento de Madrid”.

Un trabajo encubierto con un fin altruista que, al final, limpia las calles (y la imagen) de una ciudad del todo capitalizada.No pretende ganar dinero con esto: “Si me dan premios en metálico o galardones, yo los cojo con mucho amor y me tomo mis coffees. Tengo el paypal y plataformas de apoyo económico, al final, para mi transporte público y poco más”. Con humildad, reclama que está bien el reconocimiento de sus actos y se sepa que “el servicio de recogida del ayuntamiento no funciona, la gente no quiere que todo vaya al vertedero y las entidades se deben meter más en cuestiones medioambientales”.

En lugar de establecer un horario a las 21.00 los primeros martes de cada mes para recogida de muebles, reclama una nave para la recolecta y posterior entrega para personas que realmente los necesite. No todo es basura, falta más conciencia de pueblo a la hora de reciclar, así mantiene Sandra el espíritu del stooping, aunque quiere huir de cualquier anglicismo o denominación. Ella, simplemente, es la vecina del moño que pasea y localiza basura.

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