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Sobre este blog

En este espacio se asoman historias y testimonios sobre cómo se vive la crisis del coronavirus, tanto en casa como en el trabajo. Si tienes algo que compartir, escríbenos a historiasdelcoronavirus@eldiario.es.

Los trabajadores invisibles de la cultura

Rodaje de un largometraje en Fuerteventura, de la producta Volcano Films.

Roc Laín Escandell

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Tú no nos ves, pero nosotros estamos.

Así es; siempre que vas a un concierto, al teatro, a un congreso, a la discoteca. No nos ves, pero siempre estamos. Nosotros somos los hombres –y por suerte cada vez más mujeres– que hacemos posible que veas y escuches a tu artista favorito, discursos políticos, del color que sea, en el atril. Somos los hombres y mujeres de negro –y no me refiero a los de la troika–. Me refiero a los y las técnicas del mundo del espectáculo.

Espectáculo entendido en el más amplio sentido de su palabra. Somos los que ponemos las luces, quien en alguna ocasión nos dejamos un micro abierto, quien peinamos y vestimos a las personas que presentan los telediarios y distintos programas de la tele y artistas de distinta índole. Somos los que hacemos magia cuando hacemos volar actores, actrices y acróbatas. Ayer estaba viendo un espectáculo del Cirque du Solei. Somos quien ponemos los vídeos, acuérdese del famoso Paco del juicio a los líderes del procés.

También somos los cámaras que veis en los platós de TV, quien no os deja ver bien el escenario con su trípode y su tarima, también aquellos y aquellas que construyen dichos platós y decorados. Somos quien bajamos el telón cuando todo termina. Cuando todo el mundo se va, nadie nos ve, empezamos el desmontaje. Muchas veces cuando todo termina, nos quedan por delante tres o cuatro horas de faena.

A veces, hasta tenemos que volver a nuestros locales a descargar camiones y/o furgonetas llenas de pesado material, añade un par de horas más a la jornada. Demasiadas veces nuestra jornada suma 14, 16, 18 horas. Cuando en un “bolo” sólo trabajamos 12 horas seguidas, decimos que ha sido un “regalito”. En la mayoría de los casos en nuestro sector la jornada de 35 a 40 horas “ni está ni se le espera”.

Demasiadas veces, trabajamos al sol. Algunas veces alguien de la organización se acuerda de que somos personas y nos trae una botella de agua a compartir entre 3 o 4. En contadísimas ocasiones, alguien piensa que somos personas y que también tenemos necesidades fisiológicas. Ya no digo cuando montas una cena para 500 comensales. Nadie piensa que puede que nosotros también necesitamos llenar nuestro estómago y que no está de más poder sentarse en una mesa a comer. El otro día veía 'Tiempos Modernos' y los inventos que mostraban al patrón para que los obreros comieran sin dejar de producir.

Trabajamos de día, de noche, festivos, a la intemperie, en altura, con cargas pesadas, con electricidad. Aun así, creo que como muchos otros trabajos, tiene una buena parte de vocacional. Nuestra singularidad y diversidad de especializaciones hace que todo el mundo ande un poco a sus anchas. No es lo mismo trabajar en un teatro público, como el Teatro Real o el Liceu, que en un plató de televisión, que en espectáculos infantiles, que en giras de pop stars, ni estar de freelance vendiéndose al mejor postor.

Algunos somos autónomos, a otras les dan de alta con contratos de obra y servicio por pocas horas o días, los más afortunados cotizan en el 'Régimen especial de Artistas y toreros'. Hay mucha solidaridad en nuestro sector, pero no tenemos gremio, ni sindicatos que hayan conseguido agruparnos a la gran mayoría. Cuando algunas veces nos hemos intentado organizar para que nuestra voz sea escuchada, nuestro derecho elemental de huelga ha sido pisoteado sin contemplaciones. 

La crisis de la COVID-19 la estamos sufriendo como toda la sociedad. ¿Alguien se acuerda de la suspensión del Mobile Congrés? ¿Alguien sabe la cantidad de compañeros/as que les anularon 10-20 días de faena comprometida de un día para otro sin indemnización ni posibilidad de reclamación? Ahora estamos sufriendo como toda la sociedad, pero estamos seguros de que seremos los últimos en volver a trabajar.

Hay algunos que no tenían suficiente tiempo cotizado para acogerse al paro, si te hacen contratos por días, o habían dejado algún trabajo para darse de alta como autónomos y por consiguiente no pueden acogerse al paro. Los autónomos estamos viviendo un calvario para pedir ayudas y no tenemos ni idea de si, cuando se levante el estado de alarma, estas ayudas seguirán para el sector hasta que podamos volver a emprender nuestra actividad.

En mi caso concreto, además, como no creo en el individuo solo, sino que pienso en el colectivo, estoy en una cooperativa de técnicos. Trabajamos juntos, facturamos juntos, compartimos secretaría, material, vehículos y local colectivo; pero cuando tenemos que pedir la ayuda por cese de actividad nos encontramos que la tenemos que pedir cada una/a de forma individual a su mutua. Se da la paradoja de que a algunas se la han concedido, como si fuera una voluntad Papal y no un derecho, y a otras se les ha denegado. ¿Dónde queda el trabajo y solidaridad colectiva de nuestros 16 años de cooperativa?

¿Qué tenemos que hacer? Pedir una ayuda para los contratados del mundo del espectáculo, para los autónomos, para las compañías. También hay gente de otros sectores igualmente afectados ¿Vamos poniendo parches burocráticos difíciles de implantar? ¿Vamos dejando gente tirada que no reúne unas condiciones estrictas y/o no sabe hacer reclamaciones, ni gestiones, por el camino?

Cada vez más con esta situación dramática para muchas familias y gente trabajadora se hace imprescindible la implementación de una renta básica de ciudadanía. Aún así, cuando todo esto pase, a pesar del sol, de las horas, de las condiciones laborales, volveremos a levantar el telón.

Nosotros estaremos, y tú no nos verás. Salud y cultura.

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