¿Tienes algún amigo que cuando va por la calle cree que mirando fija e intensamente puede conseguir que una mujer se quite las bragas en medio de la calle y le pida rodar una peli porno? ¿Conoces a alguien que presume de “haberse trincado” a una tía durante horas cuando en realidad probablemente eyaculó en menos de 3 minutos y encima luego se quedó dormido? ¿Seguro que no tienes cerca a ningún hombre que cuando se encuentra con una mujer de pechos voluminosos una extraña fuerza magnética le impide mirar a la cara de dicha mujer? Sí amigos, ese es EL MANDRIL.
No obstante, la tipología mandrilista ha mutado mucho en los últimos 30 años. De los hoy risibles Pájares y Esteso, pasamos a toda la generación que vivió su madurez durante la transición. Muchos de esos hombres lucharon por construir una masculinidad que en apariencia era menos mandril: más formada, más respetuosa con la mujer, menos autoritaria y más dialogante. Pero no hay que engañarse, una sociedad no cambia tanto en 50 años. Y menos en España, que somos un país bastante mandril.
A pesar del aumento de los flujos de movimiento de personas (tanto inmigrantes que traen consigo nuevas formas de vida y enriquecen las nuestras como de quiénes emigran y por tanto conocen otros mundos), a pesar de los niveles de escolarización y acceso a la universidad mucho mayores que hace décadas y a pesar de la multiplicidad de canales mediáticos donde poder formar una opinión e ideas más fundamentadas acerca de casi cualquier tema, estamos rodeados de mandriles.
El mandril 3.0 (considerando a Pájares y Esteso como el 1.0, aquellos hombres que tenían entre 18 y 35 años durante la transición como el 2.0 y quiénes hoy tienen entre 18 y 35 años como ese 3.0) posee sofistacadas e interiorizadas herramientas que nos pueden hacer creer que se trata de un hombre cualquiera de una masculinidad no dominante. Ciertos elementos ayudan a desenmascarar los niveles de actualización y son capaces de retroceder del 3.0 al 1.0 en tan solo minutos. Hablamos, cómo no, de la cerveza.
El mandril suele beber cerveza. Ya sea a la salida de la asamblea o a la salida de su curro al que va encorbatado. A mayor proporción de cervezas en el cuerpo, menor sofisticación y aparataje de distracción sobre su esencia mandril. Todos los hemos visto alguna vez. Grupos de hombres apostados en un bar. Aparentan estar en grupo y de vez en cuando emiten sonidos que pudieran parecer conversaciones entre ellos. Pero no nos engañemos. La cerveza los ha trasportado a todos a un estado de mandrilismo embrionario en el que cualquier curva que pueda recordar a los gluteos o senos de una mujer activa un estado de catatonia acrítica donde el hombre solamente imagina en su cerebro escenas a cámara lenta de películas porno de serie B. Algunos estudiosos comentan incluso que ante níveles muy altos de alcohol, el mandril puede responder confundiendo objetos inertes curvados (tales como apoyabrazos de sofás o esquinas de una barra de bar) con partes del cuerpo de una mujer.
El mandril vive con no demasiadas contradicciones lo que considera su naturaleza. Lejos de considerarlo hábitos aprendidos, cuando en alguna ocasión es problematizado sobre sus tics o bien es cariñosamente justificado por otros mandriles o bien se justifica diciendo que es algo “natural”. De hecho, el mandril 3.0 no se considera machista. La defensa de valores inculcados por los mandriles 2.0 (tales como la gentileza o la famosa y tan tramposa caballerosidad) son para ellos un garante de su no-machismo.
A pesar de que el grupo-de-amigos-bebiendo-cerveza-en-bar-y-en-catarsis-mandrilista es uno de los hábitats naturales del mandril 3.0, recientemente se ha descubierto otro espacio en el que se desenvuelve con total fluidez: los grupos de whatsapp. Un mandril 3.0 es un prosumidor de contenidos mediáticos mandriles. Memes, vídeos, fotos...todo un flujo de conocimiento amandrilado que viaja de un dispositivo móvil a otro convirtiendo algunos grupos de whatsapp en auténticas parrillas televisivas de contenido mandril. Se comenta incluso la posible reinvindicación de considerarlo una profesión: al igual que existe en Community Manager, ¿por qué no podría existir el Mandril Manager?
Al fin y al cabo, el mandril está, de momento, socialmente aceptado. Y es normal, seguro que si eres hombre y estás leyendo esto estás pensando en algún amigo o familiar. Pero cuidado, todos los hombres heterosexuales llevamos un mandril dentro. Todos somos unos mandriles. Yo también. La cuestión es que asumiendo que nadie escapa a eso y que todos lo somos en gran medida, ¿somos capaces como colectivo de seguir revisando nuestros privilegios para así seguir alejándonos de Pájares y Esteso?