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Lula (en la cárcel), Bolsonaro, Alckmin, Silva, Gomes y Meirelles disputan la carrera presidencial más indescifrable

El candidato Jair Bolsonaro, en uno de sus enfrentamientos con la diputada Maria do Rosário

Víctor David López

Río de Janeiro —

Con una intención de voto absolutamente diseminada, con las encuestas más indescifrables desde 1989 –primeros comicios directos tras la dictadura–, arranca la campaña electoral para alcanzar el Palacio da Alvorada de Brasilia. La primera vuelta será el 7 de octubre. El segundo turno está programado para el 28 del mismo mes. Seis son los principales candidatos, pero uno de ellos, el más importante, está en la cárcel.

Por orden de intención de voto según las últimas encuestas, Luiz Inácio Lula da Silva, Jair Bolsonaro, Geraldo Alckmin, Marina Silva, Ciro Gomes y Henrique Meirelles disputarán esta campaña electoral palpitante, con pesos pesados como principales candidatos y con permanentes movimientos en tribunales.

Todo el proceso está en vilo analizando el marchamo de la estrategia del Partido dos Trabalhadores, que continúa siendo la misma: intentar conseguir la liberación de Lula en las próximas semanas, y mientras tanto, que sea el Tribunal Superior Electoral el que tenga que declararle inelegible tras presentar oficialmente la candidatura (15 de agosto). Lula da Silva está condenado en segunda instancia, y eso va en contra de la Ley de la Ficha Limpia. Esta decisión definitiva podría retrasarse hasta principios de septiembre, momento en el cual el PT nombraría a Fernando Haddad –exalcalde de São Paulo– como candidato sustituto.

El objetivo del PT es que la transferencia de intención de voto de Lula a Haddad, que trabajará hasta entonces como portavoz del expresidente, sea íntegra, siempre con la candidatura a vicepresidenta de Manuela D'Avila –independientemente del candidato a presidente–, del Partido Comunista de Brasil. Para ello confía plenamente en el clima de indignación en las calles: el que se viene desarrollando en los últimos meses y el que pueda surgir a partir de que la exclusión de Lula del proceso electoral sea un hecho.

Hablar de porcentajes a estas alturas, sin esta resolución final sobre el candidato del PT, es arriesgado. Las encuestas sin Lula y con el nombre de Haddad con el apoyo de Lula (la opción más lógica a día de hoy), relegan por ahora al PT a la segunda posición, por detrás de Bolsonaro, y con empate técnico entre Alckmin, Marina Silva y Ciro Gomes, en la tercera posición; pero ese escenario aún no se ha estrenado, ya que de momento el PT no ha podido participar en el primer debate televisado, ni han comenzado a emitirse los fundamentales espacios de propaganda televisiva.

Resumen de los principales candidatos

Partido dos Trabalhadores (PT). Lula da Silva (vicepresidenta: Manuela D´Avila, del Partido Comunista de Brasil). El sustituto de Lula sería Fernando Haddad, la opción más plausible en estos momentos, teniendo en cuenta que el expresidente lo tiene todo en contra. Haddad fue ministro de educación desde 2005 hasta 2012, tanto en el Gobierno Lula como en el primer gobierno de Dilma Rousseff. Posteriormente fue alcalde de São Paulo entre 2013 y 2017. En su punto de mira: Alckmin y Meirelles, el PSDB y el MDB, los gestores del impeachment que retiró de la presidencia a Rousseff hace dos años, y los artífices de todas las medidas conservadoras que han venido después –entre ellas la reforma laboral y el techo de gasto que congela la inversión pública durante veinte años.

Partido Social Liberal (PSL). Jair Bolsonaro (vicepresidente: general Hamilton Mourão). El excapitán del Ejército brasileño representa a la ultraderecha en estos comicios. Se encuentra cómodo en la comparación con Trump, si bien es cierto que en realidad se asemeja más a Matteo Salvini o a Marine Le Pen. Cuando se habla de la dictadura militar (1964-1985), Bolsonaro pide que le definan el concepto dictadura.

Ha defendido públicamente la utilización de métodos de tortura. De hecho, dedicó su voto en el impeachment de Dilma Rousseff al coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, que dirigió el aparato represor del régimen. Ante el tema del racismo imperante en el Brasil actual, y las medidas reparadoras que se han intentado implantar durante los últimos años asumiendo la deuda histórica con la población negra esclavizada, Bolsonaro gana votos a su manera: “¿Qué deuda? Yo nunca he esclavizado a nadie. Revisen la historia, los portugueses ni pisaban África, eran los propios negros los que esclavizaban. ¿Qué deuda es esa?”.

Partido da Social Democracia Brasileira (PSDB). Geraldo Alckmin (vicepresidenta: la senadora Ana Amélia, del Partido Progresista). Fue el rival de Lula da Silva en el segundo turno de las elecciones presidenciales de 2006 (60,82% frente a 39,17%). Ha gobernado el estado con más potencia del mapa brasileño, São Paulo, entre 2001 y 2006 y entre 2011 y 2018. Cuenta con el apoyo de las principales federaciones industriales y de empresarios, y además todo hace indicar que su candidatura ganará velocidad gracias a que, por las coaliciones de centro que ha negociado, dominará el tiempo de propaganda electoral en televisión –fundamental siempre en las elecciones brasileñas, aunque nunca ha habido unas con tanta influencia de las redes sociales.

Alckmin, que tiene siempre muy presente en su discurso al expresidente Fernando Henrique Cardoso, afirma que: “Un país dividido no va a generar empleo, no va a atraer inversiones. Necesitamos un esfuerzo conciliador”. Peleando por atraer a todos los votantes de centro y alguno de centroizquierda, se aleja del perfil de político descendiente de grandes fortunas o de grandes dinastías políticas: “Soy hijo del pueblo, de los trabajadores”.

Rede Sustentabilidade (REDE). Marina Silva (vicepresidente: Eduardo Jorge, del Partido Verde). La que fue ministra de medioambiente con Lula da Silva, se convirtió en una de las principales enemigas de Dilma Rousseff a raíz de una disputa interna cuando la expresidenta era ministra de la Casa Civil. Las diferentes posturas ante las licitaciones de las hidroeléctricas de Belo Monte, Santo António y Jirau las separaron tanto que en la segunda vuelta de las elecciones de 2014 Marina Silva declaró su apoyo al rival de Rousseff, Aécio Neves, y en 2016 apoyó públicamente el proceso de impeachment.

El perfil ambientalista de la única mujer entre las candidatas a presidenta del Gobierno la hace a su vez contar con amplio rechazo entre los defensores del agronegocio. Ella se defiende y resta importancia a esta enorme brecha: “No veo incompatibilidad con un agronegocio moderno y sostenible”.

Partido Democrático Laboralista (PDT). Ciro Gomes (vicepresidenta: Kátia Abreu, exministra de agricultura en el Gobierno Dilma). Ministro de Economía durante los últimos meses del Gobierno del presidente Itamar Franco (1994-1995), rematando el Plan Real –la época del cambio de moneda que dirigió el anterior ministro de economía de la época, Fernando Henrique Cardoso, con el objetivo de controlar la hiperinflación.

Fue también ministro de Integración Nacional con Lula da Silva (2003-2006), alcalde de Fortaleza y gobernador de Ceará. Ya alcanzó buenos resultados en las presidenciales de 1998 y 2002. Gomes cree en la inocencia de Lula pero en su opinión la estrategia del PT “lleva al país a bailar al borde del abismo”. Sobre sus diferencias actuales con el Partido de los Trabajadores, el exministro asegura que: “No quieren que yo sea el candidato que represente la renovación del pensamiento progresista brasileño”.

Movimento Democrático Brasileiro (MDB). Henrique Meirelles (vicepresidente: Germano Rigotto, de su mismo partido, y exgobernador de Rio Grande do Sul). Meirelles es el candidato del actual Gobierno. Fue la apuesta de Michel Temer para el ministerio de economía (2016-2018) y anteriormente fue presidente del Banco Central (2003-2010). Las pocas opciones de Meirelles, lastradas por el bajo índice de aprobación de la gestión gubernamental, favorecen a Geraldo Alckmin como candidato del poder y de las empresas –se llegó a barajar que fuera Alckmin el que tuviera el apoyo de Temer, en cuyo caso el perjudicado habría sido él. Sin embargo, él se agarra a los datos económicos que le puedan favorecer: “En 2017, cuando ya habíamos sacado a Brasil de la peor recesión de la historia, creamos dos millones de empleos”.

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