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El apoyo del PP europeo a la alianza con la extrema derecha en Italia allana el camino a Feijóo con Vox

Silvio Berlusconi, Manfred Weber y Antonio Tajani, el 31 de agosto de 2022 en Milán.

Andrés Gil / Mariangela Paone

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Al Partido Popular Europeo parece que ya le da igual ir con la extrema derecha a las elecciones, incluso en un papel subalterno. Así lo está demostrando el presidente de la familia política conservadora europea, el bávaro Manfred Weber, quien se encuentra en Italia apoyando a Silvio Berlusconi, cuyo partido, Forza Italia, concurre a las elecciones del próximo 25 de septiembre coaligado con Hermanos de Italia, encabezados por Giorgia Meloni, y la extrema derecha de la Lega de Matteo Salvini, histórico aliado europeo de Marine Le Pen.

No es que Weber sea un referente necesario para cerrar alianzas políticas nacionales, ni que se haya convertido tampoco en un nuevo Paul von Hindenburg –el presidente alemán que hizo canciller a Hitler en 1933 sin haber ganado las elecciones–; ni siquiera en un Víctor Manuel III –el monarca que dejó Italia en manos de Mussolini–. Pero sí es cierto que la actitud del nuevo jefe de filas de la derecha europea con respecto a los pactos con la extrema derecha recuerda poco a su antecesor, Donald Tusk, al tiempo que, de paso, agita los fantasmas del papel desempeñado por las élites políticas y económicas conservadoras en la Europa de entreguerras.

Y todo esto en un momento en el que, precisamente, los populares europeos, aunque dominan las instituciones comunitarias –Comisión Europea, Eurocámara y BCE–, están en retroceso a escala nacional: la pérdida de Alemania les ha dejado fuera de todo gobierno de países fundadores de la UE, y básicamente resisten en los bálticos y el Este, junto con Grecia.

El bloque de centroderecha italiano, como se autodenomina, encabeza las encuestas: sumaría en torno al 45% –FdI, un 24%; Lega un 13% y FI, un 8%–, frente al de centroizquierda –liderado por el Partido Democrático y con la participación del ex dirigente del Movimiento Cinco Estrellas (M5S) Luigi di Maio, el partido de Emma Bonino y la Alianza Verde y de Izquierdas–, que se sitúa en torno al 30%.

En este escenario, quien más posibilidades tiene de gobernar el país, gracias a la alianza bendecida por el PP europeo, es la líder de la ultraderecha italiana, Giorgia Meloni.

Meloni participó en un recordado acto de apoyo a la candidatura de Macarena Olona a las elecciones andaluzas en Marbella, en el que puso en pie a Santiago Abascal, líder nacional de Vox, y a Olona, y en el que desgranó su manifiesto político: “No hay mediaciones posibles: o se dice o se dice no. Sí a la familia natural, no a los lobbys LGBT [sic]; sí a la identidad sexual, no a la ideología de género; sí a la cultura de la vida, no al abismo de la muerte; sí a la universalidad de la cruz, no a la violencia islamista; sí a fronteras seguras, no a la inmigración masiva; sí al trabajo de nuestros ciudadanos, no a las grandes finanzas internacionales; sí a la soberanía de los pueblos, no a los burócratas de Bruselas”.

Tras una pausa dramática, concluyó: “Y sí a nuestra civilización y no a quienes quieren destruirla. ¡Viva Macarena Olona, presidenta de Andalucía! ¡Viva Santiago Abascal, presidente de España! ¡Viva España! ¡Viva Italia! ¡Viva la Europa de los patriotas!”.

A sus 45 años, Meloni se ha situado en Italia como nuevo referente de la ultraderecha, dejando incluso a su izquierda a otro viejo aliado de Abascal, Matteo Salvini. Admiradora de los republicanos de Donald Trump y del primer ministro húngaro Viktor Orbán, durante mucho tiempo fue discípula de Gianfranco Fini, el político que en los 90 convirtió el post-fascista Movimiento Social Italiano, MSI –heredero ideológico de Benito Mussolini– en la conservadora Alianza Nacional.

Y el presidente del PP europeo, Manfred Weber, está en Italia apoyando que su familia política concurra a las elecciones de la mano de Meloni.

Hito en campaña

El viaje del presidente del PPE a Italia ha marcado un hito en este verano de campaña electoral en Italia cuando faltan 25 días para las elecciones. Su visita, primero el martes en Roma con Antonio Tajani y luego este miércoles en Milán con Silvio Berlusconi, más allá de las declaraciones y los matices, escenifica la bendición de la principal familia política de la Eurocámara a la coalición entre Forza Italia, la Liga de Matteo Salvini y Hermanos de Italia, de Giorgia Meloni. 

Todos saben que, según los sondeos, a Forza Italia le tocará el papel del socio menor y que, si el acuerdo de coalición se respeta y las previsiones se cumplen, si el centroderecha gana Meloni se postulará como primera ministra. Un desequilibrio de fuerzas que, al menos públicamente, no preocupa al PPE. “La coalición de centroderecha está lista para gobernar junta y asumir esa responsabilidad, La estabilidad es la cosa más importante para el desarrollo de Italia. Para el próximo Gobierno es importante tener experiencia, personas que saben cómo gobernar y Forza Italia es el partido con más experiencia en esta coalición”, dijo Weber, en la rueda de prensa conjunta del martes con Tajani, quien también estuvo presente en el encuentro con Berlusconi en Milán. “Un encuentro largo y positivo entre Berlusconi y Weber. El centro de Italia. El centro de Europa”, tuiteó el expresidente del Parlamento europeo. 

Las declaraciones de Weber van en línea de la narrativa elegida por los de Berlusconi para una campaña en la que saben que los protagonistas son otros. “El centroderecha ganará porque Forza Italia forma parte de él. Sin nosotros no habría centroderecha, sería una derecha democrática, como la hay en otros países, que recogería un número importante de votos pero insuficiente a gobernar. Nosotros somos los garantes del perfil liberal, cristiano, garantista, europeista y atlantista del futuro gobierno. Somos el centro verdadero, el del Partido Popular Europeo, que orgullosamente representamos en Italia”, declaró Berlusconi en una entrevista al Corriere della Sera este miércoles. 

Ya el 21 de julio, el día en el que Mario Draghi tiró la toalla y presentó sus dimisiones de manera ya irrevocable, el presidente del PPE había expresado en un tuit su apoyo a Forza Italia y repetido el mismo mensaje que ha lanzado desde Italia en los últimos dos días: “Europa necesita un gobierno de centro-derecha estable en Roma”. Pero entonces la coalición entre Forza Italia, la Liga y Hermanos de Italia no estaba cerrada aunque pocos dudaban en que los tres partidos llegaran finalmente a un acuerdo. Ahora, aunque no era inesperado, el espaldarazo llega en un momento crucial, en el que la clave está en la referencia que Weber hizo a la coalición en su conjunto. Y para esquivar las preguntas directas sobre Hermanos de Italia y, por ejemplo, la cercanía de Meloni a Orbán, Weber se limitó a decir que HdI no forma parte del PPE, que él vino a apoyar a Forza Italia y que tiene “confianza en el sentido democrático y de las instituciones europeas de Italia”. 

La referencia de Weber a la coalición en conjunto también subraya la unidad, otro de las claves de la narración del centro-derecha en la campaña electoral. Salvini y Meloni, los socios-rivales de la coalición, que compiten por una parte del mismo electorado, escenificaron el martes una imagen de unión al publicar una foto juntos en Sicilia pero son muchas las divisiones que atraviesan la alianza: desde las medidas fiscales a la inmigración, hasta la vuelta de la mili, que Salvini propone y Berlusconi se jacta de haber eliminado. 

El PP europeo rebaja el tono sobre la extrema derecha

Cuando a Donald Tusk, anterior presidente del PP europeo, se le preguntaba por los pactos entre Partido Popular y Vox para gobernar Castilla y León, decía que suponía una “capitulación”, y que ojalá fuera “un incidente” y no “una tendencia”. Pero ahora que el polaco Tusk ya no está al frente de la principal familia política europea y ha sido sustituido por el bávaro Manfred Weber, la respuesta es bien distinta.

En su primera comparecencia como presidente del PP europeo, Weber no sólo no mencionaba a Vox en sus respuestas al ser preguntado por los pactos con la extrema derecha, sino que pedía que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, respondiera por sus aliados de investidura.

¿Sigue pensando que los pactos con Vox son una capitulación como decía su predecesor en el cargo o está cambiando la posición del Partido Popular Europeo? “El criterio para todas las cooperaciones futuras con todos los partidos a escala europea es que se respete la perspectiva del Estado de Derecho. En cuanto a España”, respondía Weber, “permítanme subrayar que Sánchez tiene que responder algunas preguntas. Él está trabajando con movimientos separatistas que no respetan la Constitución del país. Esto también es un debate en España”.

Eso sí, Weber ha defendido que el PP europeo es “el partido del Estado de derecho” y ha puesto como ejemplo la marcha del Fidesz de Viktor Orbán y la propia candidatura de Tusk contra el PiS polaco, principal aliado de Vox en Europa.

Pero el 10 de marzo, cuando Tusk aún era presidente del Partido Popular Europeo fue muy claro al rechazar el pacto del PP con Vox en Castilla y León para un Gobierno de coalición. El ex presidente del Consejo Europeo aseguró que el acuerdo era una “capitulación” y que confiaba en que fuera “un accidente” y no una “tendencia”. Tusk hizo esas declaraciones tras una reunión de los líderes europeos de la organización, previa a la cumbre de la UE en Versalles.

“Para mí ha sido una sorpresa triste. Casado, nuestro colega, ha participado en la reunión, ha dimitido de su puesto”, dijo Tusk, “era una garantía personal de no llegar a pactos de Gobierno con la extrema derecha y preservar al PP español en el centro derecha, sin flirteos con la extrema derecha”.

“Esperamos que sea sólo un incidente o un accidente, no una tendencia”, dijo Tusk en relación con el acuerdo en Castilla y León: “Hay que combatir esos deseos, supone una capitulación”.

La derecha francesa y alemana han renegado de forma habitual de pactos con la ultraderecha. La excanciller alemana Angela Merkel fue durante su mandato una abanderada de esta posición. Incluso llegó a renunciar a que su partido gobernara una de las regiones alemanas porque, para hacerlo, debían pactar con Alternativa por Alemania. Aquel Gobierno, del land de Turingia, acabó en manos de Die Linke, la izquierda alemana.

Ahora, sin embargo, el discurso y la práctica política de Weber se aleja de Tusk en un momento en el que sus aliados en Francia y en Italia se encuentran en mínimos electorales y en los que la competición en la zona conservadora se produce entre varias extremas derechas. El PP europeo ya coló entre sus filas a Silvio Berlusconi después de que la Democracia Cristiana italiana implosionara.

¿Se acerca el PPE a Salvini y Meloni ahora que Forza Italia está en horas bajas? ¿Y en Francia? ¿Qué puede acabar pasando con Marine Le Pen, ahora que Les Republicains están de capa caída, ha cambiado el nombre de su partido y le ha salido un competidor por la extrema derecha como Éric Zemmour?

En todo caso, el aval de la familia política europea al acuerdo electoral italiano allana el camino de la respetabilidad para un hipotético acuerdo entre la derecha europea y la extrema derecha; entre Alberto Núñez Feijóo y Vox para gobernar España.

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