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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz
Entrevista Primer ministro de Israel entre 2006 y 2009

Ehud Olmert: “El daño que Netanyahu y su grupo de matones han causado a Israel es mayor que el provocado por Hamás”

TEL AVIV, 11/05/2018. Ehud Olmert, primer ministro israelí entre 2006 y 2009.

Ana Garralda

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Ehud Olmert (Binyamina, Israel, 1945) fue primer ministro de Israel entre 2006 y 2009. Durante su mandato, que empezó a la sombra de su entonces valedor, Ariel Sharon, Israel se retiró de la Franja de Gaza (2005), Hamás tomó su control (2007) y el Ejército lanzó la operación Plomo Fundido (2008), trágico precedente de las ofensivas contra la Franja que se repetirían de forma periódica hasta la actualidad. 

Con él al frente del Gobierno, se celebraron las últimas negociaciones importantes entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina (Conferencia de Annapolis de 2007), que quedaron interrumpidas cuando dimitió de su cargo tras ser investigado por varios casos de corrupción por los que terminaría siendo condenado a 16 meses en prisión.

De aquel tiempo, Olmert hizo balance en 2022 en sus memorias 'Searching for Peace' (Buscando la Paz), en las que también reconoció sus errores e identificó a sus enemigos, entre ellos, su sucesor en el cargo, Benjamín Netanyahu, para él “un hombre acabado” y responsable con sus políticas del ataque más atroz contra el Estado de Israel: el que Hamás lanzó el pasado 7 de octubre contra las comunidades próximas a la frontera de Gaza y que dejó unos 1.200 muertos.

Hoy se cumplen seis meses del ataque del 7 de octubre. Cada semana las familias de los rehenes salen a la calle, la última vez junto a miles de personas. ¿Pueden aún mantener la esperanza?

Hay una creciente insatisfacción, rencor y pérdida de confianza en lo que el primer ministro está haciendo. Cada vez está más extendida la idea de que no quiere llevar a cabo un posible acuerdo con Hamás porque tiene miedo de perder la mayoría en el gabinete y en la Knéset (Parlamento), lo que llevaría al completo desmantelamiento de su Gobierno. De algún modo hay un conflicto entre el cumplimiento de un acuerdo que lleve a la liberación de los rehenes y los intereses políticos personales del primer ministro, que él pone por encima de todo lo demás. 

Su popularidad ha caído en picado.

La mayoría de encuestas señala que el 80% de la sociedad de Israel no cree que esté seriamente comprometido en aceptar riesgos que puedan afectar a sus intereses políticos y eso es lo que genera la creciente ira popular en estas manifestaciones. En cierta forma, la gente está diciendo que la vida de nuestros rehenes es más importante que el interés nacional del Estado de Israel y, de hecho, puede darse ese conflicto.

Incluso sería legítimo –no en estas circunstancias, pero sí como principio– que el primer ministro dijera: “De acuerdo, entiendo lo que queréis, pero el interés nacional del Estado de Israel es distinto y debo tomar decisiones difíciles”. Podría darse el caso si no fuera porque todas las personas involucradas han llegado a la misma conclusión: lo único que mueve al primer ministro es su propia supervivencia. Lo demás, es una mentira.

Los muertos en Gaza ya superan los 33.000, según el Ministerio de Sanidad de la Franja. De ellos, al menos 14.500 son niños y algunos han fallecido por desnutrición.

Mire, primero hay cifras de víctimas palestinas que oscilan entre los 30.000, 40.000, 50.000. Para ser honestos, creo que debemos ser un poco escépticos con los números. No los sabemos. No hay una administración organizada en Gaza en la que se pueda confiar. Pongámoslo de esta manera. ¿Y si son solo 5.000 civiles no involucrados? ¿No es ya una cifra terrible? Es absolutamente devastador. 

Tenemos que hacer esfuerzos adicionales para abstenernos de alcanzar a civiles y eso debería estar sobre nuestra conciencia todo el tiempo. No obstante, no creo que podamos permitirnos detener los combates, debemos alcanzar a los líderes de Hamás. Es una organización asesina, el enemigo de la paz y también el enemigo de los palestinos, de países árabes moderados como Egipto, Jordania, Emiratos Árabes Unidos, etc. Debemos luchar, pero también ser completamente conscientes de las posibles consecuencias de lo que está pasando. Y nos corresponde a nosotros hacer ese esfuerzo.

Esta semana, misiles israelíes han matado a siete trabajadores humanitarios de la ONG World Central Kitchen. ¿Qué le parece?

Me parece totalmente indignante. Es algo que nunca debería haber ocurrido. Debe haber una investigación para averiguar quiénes han sido los responsables y tomar todas las medidas necesarias contra los culpables. No hay razón alguna para atacar a estas organizaciones benéficas, proporcionan ayuda humanitaria. Quiero creer que fue un error, pero incluso si lo fue, los responsables deben ser juzgados por un tribunal de guerra.

Lo ocurrido ahonda aún más la crisis humanitaria e Israel sigue bloqueando la entrada de ayuda humanitaria a Gaza...

Debemos ayudar a cubrir todas las necesidades humanitarias, los servicios médicos, la comida, etc. No peleamos contra la gente, peleamos contra los terroristas, y esto debe permanecer muy claro. Lo contrario juega contra la reputación y la integridad del Estado de Israel. Por encima de la conciencia moral, que es obvia, hay que tener en cuenta que Israel es quizá más odiado hoy que ningún otro país del mundo y esto es terrible.

Es algo que realmente no merecemos por consideraciones históricas, pero también por cómo empezó todo. ¿Cómo puede alguien ver tanta violencia y pensar que no vamos a reaccionar? Ese fue el detonante de todo, y no sólo eso, sino que nos cogió totalmente desprevenidos. Ni siquiera teníamos el Ejército en la frontera. De haber sido así, quizá nada de esto habría pasado.

Por otro lado, creo que lo que el presidente [de Estados Unidos, Joe] Biden nos dijo sobre no dejarnos llevar por la ira como les pasó a los norteamericanos tras el 11 de septiembre debería haber sido recordado o percibido más profundamente por Israel. Puedo entender que una persona que esté viendo la televisión en París, Berlín, Londres o en cualquier otro lugar, y vea la destrucción, los escombros por todas partes en lo que fue Gaza diga: “Bueno sí, lo que Israel sufrió fue terrible, pero lo que estamos viendo con nuestros ojos, también”.

En ese momento perdemos toda superioridad moral y eso debe estar en el centro de nuestra conciencia. En otras palabras, tenemos el derecho a reaccionar, pero al mismo tiempo deberíamos haber sido conscientes de las consecuencias cuando las cosas empezaron a perder la proporción y con las imágenes que se ven desde fuera causando un gran daño a la reputación de Israel.

Algunas de ellas, con niños desnutridos, recuerdan a la Shoá (holocausto en hebreo)

No creo que pueda compararse con la Shoá...

Las generaciones más jóvenes no tienen en la retina lo sucedido entonces, como sí lo tenían sus abuelos. ¿Qué les diría cuando ven estas imágenes? 

Dos cosas. La primera es que Israel tuvo que reaccionar a estas atrocidades contra inocentes israelíes. Ningún país del mundo habría dejado de hacerlo. Por otro lado, debemos intentar minimizar al máximo posible el sufrimiento de los palestinos inocentes y asegurarnos de que dibujemos una línea muy clara distinguiendo entre los civiles y los terroristas, lo que a veces es extremadamente difícil dado que las organizaciones terroristas están enclavadas en el centro de las ciudades, construyen túneles subterráneos bajo los centros urbanos y, si quieres llegar hasta ellas de alguna manera, te vas a cruzar con los civiles.

En cualquier caso, podemos encontrar buenas excusas, pero yo preferiría no tenerlas y minimizar al máximo las consecuencias. Por ello, creo que tendremos que participar en la reconstrucción de Gaza al final de la confrontación militar. Israel no tiene interés en ocuparla y esto hay que decirlo lo más claro posible.

Sin embargo, los miembros más extremistas del Gobierno de Netanyahu apuntan a lo contrario.

Lo sé y por eso creo que este Gobierno debe ser derrocado cuanto antes. Es precisamente por eso que he llamado a su desmantelamiento, a un profundo cambio político incluso en mitad de los enfrentamientos militares. Cuando lo digo me critican por ello, pero yo respondo lo mismo: el daño que Netanyahu y su grupo de matones le han causado a los intereses nacionales de Israel es mayor que el provocado por Hamás.

En la frontera norte, la situación empeora cada día. ¿Cree que la violencia podría escalar y provocar otra guerra como la de 2006, cuando usted era primer ministro?

En 2006 no escaló. Ellos (Hizbulá) empezaron y nosotros inmediatamente decidimos reaccionar de la manera más integral posible para parar de una vez por todas las constantes provocaciones, los peligros para los israelíes que viven junto a la frontera. Eso es lo que hicimos y el resultado fueron 17 años en los que no se disparó ni un solo tiro del otro lado, así que aparentemente fue un éxito en aquel momento.

Hoy mi temor es que las cosas se salgan de control. Yo no quiero luchar contra Hizbulá, ni en Líbano, ni en Siria, ni tampoco creo que ellos deseen una guerra total con Israel. A nosotros probablemente nos causarían daños, pero para ellos sería devastador. La cuestión es cómo acabar con este nuevo ciclo de violencia, pero con Hizbulá retrocediendo al otro lado del río Litani, a 40 kilómetros de la frontera. Eso permitiría a los residentes israelíes regresar a sus casas.

Ese debe ser nuestro principal objetivo. La cuestión es qué pasará si un día un misil cruza la línea y mata a un grupo de 15 niños israelíes. O si un bombardeo de nuestros aviones alcanza un edificio con civiles, no a propósito pero como resultado de un error de cálculo o por cualquier otro motivo. La respuesta podría ser desproporcionada y la situación podría volver a explotar. 

Recientemente usted defendió en el diario Haaretz su gestión de esa guerra, que fue enormemente cuestionada entonces.

Fui criticado por mis rivales políticos, que estaban interesados en presentar un resultado de la guerra distinto a la realidad. Hablo de Netanyahu y del grupo de matones que le apoyaban. Ahora dice que quiere implementar la resolución 1701 [del Consejo de Seguridad de la ONU que puso fin a la guerra entre Israel y Hizbulá de 2006], cuando hace 17 años aseguró que hacerlo era un rendición para Israel. En cualquier caso, eso ahora no es importante.

Por el bien de Israel esa resolución debe ser verdaderamente aplicada, para que Hizbulá pueda decir que han conseguido algo en interés de Líbano y para que nosotros podamos decir que hemos logrado algo en interés de Israel. En nuestro caso, con ellos retrocediendo más allá de la línea del río Litani, lo que permitiría el regreso de los ciudadanos israelíes del norte. Nuevamente, esto es posible si, en lugar de continuar con una retórica arrogante, mantenemos la cabeza fría y somos más cuidadosos con cómo hablamos y lo que decimos. Y esto es algo que los israelíes deben pedir a Netanyahu porque él dice muchas tonterías.

Con respecto a un posible acuerdo con los palestinos, cuando usted estaba al frente del Gobierno dijo que estaría dispuesto a hacer concesiones de tierras en Cisjordania si eso ayudaba a alcanzar la paz. ¿Aún es posible con más de 700.000 colonos israelíes viviendo en los territorios palestinos

Depende de cómo defina usted lo que es Cisjordania. En total hay unos 700.000 israelíes de los que más de 300.000 viven en Jerusalén y que permanecerán en el Estado de Israel de todos modos. Esto es algo que acordamos [el presidente palestino] Abu Mazen y yo, así que estamos hablando de unos 350.000 restantes. Entre los que están en la llamada Cisjordania, se encuentran los que viven en los tres centros demográficos [los asentamientos de Ariel, Gush Etzion y Maale Adumim] que serían anexionados por el Estado de Israel a cambio de un intercambio por territorios anteriores a 1967 y de similar tamaño, tal y como se acordó.

Allí ya hay unas 275.000 personas que vivirían dentro de Israel. Por tanto, estaríamos hablando de la recolocación no de 700.000 personas, sino de unas 70.000 que podrían trasladarse a estos tres lugares. En otras palabras, es una opción real, pero para materializarla hay que querer llevarla a cabo. Otra cosa es cómo se ejecutaría, pero lo primero que debe haber es voluntad para alcanzar un acuerdo.

Los territorios de ese futuro Estado palestino ya están desconectados entre sí.

La creación de un Estado palestino es un gran desafío y no hay una forma simple de lograrlo, pero primero y ante todo debemos llegar a la conclusión inevitable de que los israelíes y los palestinos deben estar separados. No los judíos y los árabes. El 20% de los israelíes son árabes y en lo que a mí respecta son ciudadanos del Estado de Israel, quiero que continúe siendo así y que vivan como ciudadanos iguales. Es más, yo les incluiría en el Gabinete de gobierno. De hecho, fui el primer ministro que nombró por primera vez a un ministro árabe para su Gabinete.

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