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El incendio fatal de Kémerovo pone al descubierto el déficit democrático y económico de las regiones rusas

El presidente ruso Vladimir Putin (c) visita un sitio conmemorativo improvisado para las víctimas de un incendio en el centro comercial de Kémerovo

Agustín Fontenla

Horas después del trágico incendio en un centro comercial en Kémerovo, el gobernador de esa región rusa en Siberia, Aman Tuleyev, recibió al presidente Vladímir Putin con una solicitud desesperada: que lo perdonara por la catástrofe que había ocasionado 64 muertos, 41 de ellos, niños.

Las primeros avances en la investigación que dirigen el Ministerio de Emergencia y el Comité de Investigación revelaron que el incendio se produjo por un cóctel fatal de negligencia y corrupción. El centro comercial no contaba con sistemas de seguridad y de alarma eficientes, las puertas de seguridad del cine estaban bloqueadas, el personal no estaba capacitado para responder a una situación de emergencia y el Estado falló en habilitar un edificio que no había sido construido originalmente para ese fin, además de haber permitido que operara sin las normas de seguridad exigidas.

Las detenciones más significativas durante la primera semana de investigación fueron las de Nadezhda Suddenok, directora general del centro comercial, y Tanziliya Komkova, jefa de la Oficina de Inspección de Edificios de la región, a quien se la acusó de cometer “abuso de autoridad” en relación al edificio de la tragedia.

Llegada esa instancia, el gobernador Aman Tuleyev apareció ante la prensa para anunciar que había presentado su renuncia al presidente ruso. Vladímir Putin la aceptó y le agradeció los servicios prestados en una comunicación telefónica que revelaron los medios oficiales del país.

La tragedia de Kémerovo dejó en evidencia la dependencia política y económica de las regiones a la voluntad del Kremlin y la corrupción rampante, que no discrimina entre jerarquías dentro de las estructuras de gobierno, tanto locales y regionales, como federales.

Aman Tuleyev, era uno de los gobernadores con mayor permanencia en el cargo en todo el país. Desde 1997 había logrado mantener un alto nivel de aprobación de su comunidad, conservar el favor de Putin y sobrevivir a las diversas modificaciones del sistema electoral de las regiones.

“En 1992, las regiones rusas firmaron un acuerdo con el Gobierno central para distribuir el poder entre los distintos niveles de la jerarquía del Estado”, afirma Konstantin Kalachev, líder del Grupo de Expertos Políticos de Rusia. “Desde entonces, la relación entre el poder central y las regiones ha sufrido varios cambios, desde una descentralización espontánea hasta el retorno del verticalismo absoluto”.

El último gran cambio sucedió en 2012, cuando el cargo del gobernador volvió a depender del voto directo de los habitantes de las regiones. Sin embargo, el retorno a las elecciones directas “no creó una competencia real”, afirma Kalachev. Los candidatos deben obtener una cantidad de firmas de autoridades municipales que los avalen y ser previamente acordados por su fuerza política.

Por otra parte, el regreso a los comicios directos no pudo enfrentarse al verticalismo dominante de los últimos años. “Desde que se establecieron los distritos federales, y se creo una estructura de funcionarios entre los jefes regionales y el Kremlin, los Servicios Federales de Seguridad de la región, el Ministerio del Interior, las Fiscalías regionales, e incluso los gobernadores reorientaron su lealtad al Jefe del Estado”, precisa Kalachev.

Otro vicio heredado que lastraba la independencia de las regiones es la potestad del Kremlin para despedir a los gobernadores. La gran última ola de despidos sucedió en 2017, unos meses antes de los comicios presidenciales. En este caso, el Gobierno central despidió a aquellos gobernadores con mala imagen o desgastados para generar una cuota de entusiasmo entre los votantes de cara a las elecciones a presidente de marzo pasado.

Con el arribo de los nuevos gobernadores aprobados por el Kremlin, se observaron dos tendencias. Por un lado, favorecieron a exintegrantes de los servicios de inteligencia, requeridos por su trayectoria y lealtad al régimen. Por otro, funcionarios jóvenes con experiencia administrativa en estructuras federales.

“Impulsaron a jóvenes tecnócratas para activar el desarrollo económico de las regiones”, explica Natalia Zubarevich, profesora de la Universidad Estatal de Moscú y experta del Centro Carnegie. “El problema es que no les brindan ningún instrumento” económico o político, y “si cometen algún error, serán perseguidos y castigados”.

A fines del 2017, una disputa entre los gobernadores y el Gobierno central respecto a los impuestos obtenidos de las operaciones con productos derivados del petróleo dejó en evidencia la crisis financiera que sufren las regiones y la dependencia del Kremlin para recibir fondos.

Los gobernadores de las regiones de Krasnoyarsk y Jakasia se reunieron con el primer Ministro, Dmitri Medvedev, para solicitarle el regreso al esquema de distribución de los ingresos derivados de este impuesto. Antes del 2016, las arcas regionales recibían el 100% del impuesto. Pero desde el año pasado perciben una cifra variable cada año, que en los próximos tres, no superará el 60%. El restante es captado por el Gobierno central.

En aquella reunión, dos regiones se pusieron al frente del reclamo: Jakasia y Krasnoyarsk. La primera, agobiada por un pasivo de 25 mil millones de rublos (casi 355 millones de euros). La segunda, por una deuda desorbitante de 100 mil millones de rublos (casi 1.500 millones de euros).

Los orígenes de la crisis económica no responden únicamente al sistema político y económico que favorece al centro sobre la periferia. Zubarevich señala que uno de los mayores obstáculos para el desarrollo de las regiones es la corrupción. “En muchas ocasiones, las autoridades políticas juegan el rol de socios de los empresarios en las regiones”, afirma. Los gobernadores se deben a tres objetivos, “intentar gobernar bien, llevar algo de dinero a sus bolsillos y convencer a las autoridades centrales de que gestionan bien”.

Regiones excepcionales

La Federación Rusa está conformada por unas ochenta y cinco regiones. La mayoría comparten el mismo sistema político y las mismas debilidades económicas. Sin embargo, existen algunas excepciones. Una de ellas se registra en Chechenia, donde Ramzán Kadýrov, jefe de esta república caucásica desde el 2007, ha acumulado una suma de poder tal que le permitió crear sus propias leyes, sus propios ingresos, y, sobre todo, sus propios servicios de inteligencia y fuerzas de seguridad.

Chechenia, junto con otras regiones lindantes como Daguestán, donde se concentra la mayor actividad terrorista en Rusia, ocupan los primeros puestos del ranking de distritos que mayor presupuesto reciben del Gobierno federal, según informó el Ministerio de Finanzas ruso.

Otra de las regiones favorecidas por el presupuesto federal es Crimea. La península que Rusia anexionó a Ucrania a comienzos del 2014 ocupa el octavo lugar del ranking que más dinero recibirá durante el 2018.

Yekaterimburgo es la cuarta ciudad más importante de Rusia y la capital de la región de Sverdlovsk. Su particularidad es que el alcalde es el opositor Evgeny Roizman. En las últimas elecciones, intentó ser candidato a gobernador de la región pero no recibió el visto bueno de las autoridades. Este año dijo que buscará la reelección en la alcaldía, sin embargo, días atrás, el parlamento de la región aprobó una ley para impedir que los ciudadanos elijan de forma directa a los alcaldes de las ciudades de la región de Sverdlovsk.

Roizman criticó la ley y afirmó: “No es lo mismo un poder elegido que designado. El que es elegido responde ante sus electores. Al que designan responde ante aquellos que lo designaron”.

La región de Kémerovo, donde sucedió el incendio fatal, también es un caso “muy inusual”, señala Zubarevich. “En los últimos comicios, el gobernador Tuleyev había obtenido la reelección con más del 90% de los votos”. Además de conservar el favor popular durante veinte años, era respetado por “las autoridades federales porque gobernaba correctamente y mantenía bajo su control la situación social y política”.

Sin embargo, las particularidades de Kémerovo no explican que la tragedia haya sucedió allí. “Un nuevo accidente puede ocurrir en cualquier lugar del país”, afirma Zubarevich. “No es una cuestión de autoridades locales, regionales o federales, la corrupción y el mal gobierno son dos cualidades presentes en cualquier punto de la Federación Rusa”.

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