Las instituciones europeas toman partido ante la posibilidad de bloqueo de la extrema derecha tras las europeas
En Bruselas se acostumbra a confundir europeísmo con instituciones europeas; Europa, con la arquitectura del sistema nacido tras la Segunda Guerra Mundial y edificado por populares, socialdemócratas y liberales; y construcción europea, con delegación de poderes políticos y económicos en organismos –muchos de ellos, sin control democrático–. Y la impugnación a esa construcción política y narrativa está viniendo por la izquierda y, con una fuerza y una influencia creciente, por la extrema derecha, “por los populismos y nacionalismos”, como dice el argumentario dominante.
Ante esa amenaza de la extrema derecha, que gobierna en Estados Unidos, Brasil e Italia, y cuya agenda se está colando en gobiernos de media Europa, las instituciones intentan reaccionar en bloque, toman partido ante una amenaza contra un modelo de convivencia envuelto en banderas nacionales que amenaza a migrantes, musulmanes y al feminismo. Pero que también representa una amenaza al mecanismo político y al modo de vida de la burbuja bruselense; y esa burbuja se rebela.
“Debemos abrazar el tipo de patriotismo que se usa para el bien y nunca contra los demás”, ha afirmado el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker: “Debemos rechazar el tipo de nacionalismo exagerado que proyecta el odio y destruye todo; el tipo de nacionalismo que señala con el dedo a los demás en lugar de buscar maneras de vivir mejor juntos”.
“Pero, sobre todo”, dijo Juncker en el debate del estado de la Unión, “me gustaría que rechazáramos el nacionalismo malsano y abrazáramos el patriotismo ilustrado. Nunca debemos olvidar que el patriotismo del siglo XXI es doble: tanto europeo como nacional, uno sin excluir al otro”.
El presidente del Ejecutivo comunitario citaba al filósofo francés Blaise Pascal –“me gustan las cosas que van juntas”–: “Para mantenerse de pie sobre sus propios pies, Europa debe avanzar como uno solo. Amar a Europa, es amar a sus naciones. Amar a tu nación es amar a Europa. El patriotismo es una virtud. El nacionalismo desmesurado está plagado de veneno y engaño. Debemos permanecer fieles a nosotros mismos. Hace unos años, de pie en este mismo lugar, les dije que Europa era el amor de mi vida. Todavía amo a Europa y lo haré para siempre”.
En la misma línea se ha manifestado Donald Tusk, hombre de orden y presidente del Consejo Europeo, que hizo un discurso corto y conciso mirando de reojo al ala derechista de su familia política en el congreso del PPE en Helsinki:
El presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, ha insistido: “Nuestros padres fundadores han creado el área más avanzada de paz, libertad y solidaridad en el mundo. La mejor manera de combatir el populismo y el nacionalismo es mostrar un coraje similar, continuar avanzando en el mismo camino y avanzar hacia nuestro objetivo común, una Europa fuerte. El nacionalismo nos divide y alimenta el conflicto. La UE une naciones, fomentando la paz, la libertad y la prosperidad”.
“Lo que Europa hará sin Angela Merkel no es una pregunta pequeña”, ha razonado Tajani, “especialmente cuando el nacionalismo está aumentando y la política de Europa parece reorganizarse no a lo largo del eje izquierda-derecha habitual, sino más bien en torno a quién está a favor de Europa y quién está en contra”.
El mecanismo europeo pivota sobre tres grandes instituciones: el Consejo Europeo, que agrupa a los Estados miembros y tienen la última palabra sobre todo; la Comisión Europea, que es el Ejecutivo comunitario votado por la Eurocámara; y el Parlamento Europeo. La Comisión tiene iniciativa legislativa y el Parlamento, capacidades colegislativas con las otras instituciones.
Un reequilibrio entre las fuerzas del Parlamento tendrá repercusión a la hora de votar al presidente de la Comisión y el colegio de comisarios, así como a la constitución de las comisiones parlamentarias que colegislan con la Comisión... Y eso es lo que ambiciona la extrema derecha y lo que teme Bruselas: un “súper grupo” de extrema derecha en el Parlamento Europeo –ahora repartidos entre el PPE, como el grupo de Orbán; el Grupo de la Europa de las Naciones, donde está la Lega de Salvini; o el de los Conservadores y Reformistas, donde está el gobernante polaco Ley y Justicia– que pueda representar una tercera parte de los eurodiputados tras las elecciones de junio de 2019.
Sería un bloque único de extrema derecha con capacidad de incidir en los procesos; con gobiernos afines, como el italiano, el húngaro y el polaco –de momento–, que puedan inclinar la toma de decisiones de las instituciones europeas.