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Sin noticias de los niños de Chernóbil

Fotografía cedida por la Asociación Chernobil Elkartea del 1 de septiembre durante una actividad en la escuela de Orane (Ivankiv)

Cristina Armunia Berges

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En estos momentos solo les queda esperar a que suene el teléfono. Las familias de acogida están nerviosas porque están casi convencidas de que las niñas y niños que viven cerca de Chernóbil, concretamente en el distrito de Ivankiv, no cuentan con los recursos suficientes como para haber huido del país. El pasado sábado, a las cinco en punto de la tarde, dejaron de recibir mensajes.

Cómo están los niños de Chernóbil que participan en el programa de acogida de la asociación Chernobil Elkartea, con sede en Bilbao y presencia en toda Euskadi y Navarra, es una incógnita para las decenas de familias que llevan recibiendo menores desde los años 90. “Algunos de los niños de entonces ahora tienen más de 20 años y es posible que hayan tenido que entrar a filas. La situación es angustiosa”, explica el secretario de la organización, Kiko Saiz. Desde el otro lado del teléfono suena apesadumbrado. Las familias se preparan por si los niños empiezan a llegar. Pero antes de que eso pase, están seguros de que recibirán una llamada.

Solo tienen noticias de algunos de los jóvenes mayores de edad que, por estudios o por trabajo, estaban en Kiev y han podido huir. Pero son casos muy puntuales. “No sabemos cómo están, no sabemos dónde están. Imaginamos que algunos habrán podido escaparse a aldeas seguras”, augura Saiz, aunque considera poco probable que hayan podido salir de Ivankiv, al norte de Kiev.

La situación ha ido empeorando desde que dejaron de tener comunicación vía Whatsapp, Telegram e Instagram. Los combates se han intensificado al norte de la capital, los corredores humanitarios viven constantes interrupciones y ha habido pocas evacuaciones significativas. El Ministerio de Exteriores ucraniano acusó a Moscú de “interrumpir” la apertura de estos corredores y de que esto estaba impidiendo “la salida segura de los convoyes humanitarios que transportan ciudadanos ucranianos y extranjeros así como la entrega de medicamentos y alimentos”. “La zona de Ivankiv es por la que accedieron las tropas rusas desde Bielorrusia. Desde el primer día los combates allí han sido muy potentes”, describe Saiz.

“Entendemos que desplazamientos internos ha podido haber. Si están bombardeando en una aldea, han podido irse a la de al lado. Pero fuera de Ivankiv no tenemos constancia de que haya salido ninguna familia”, añade Saiz, que confía en que las personas que logren salir de la zona de conflicto les llamen cuanto antes.

Fresqueras como búnkeres

Desde que se puso en marcha en 1996, esta asociación ha acogido a 9.000 personas y algunos veranos ha logrado traer a más de 400 menores. Durante los meses que están en España, los niños también reciben atención sanitaria como, por ejemplo, visitas al dentista y al oculista en caso de ser necesario.

En la zona próxima al área de exclusión de la central nuclear de Chernóbil vive gente con pocos recursos, en donde muchos se dedican a labores de manufacturación o trabajan en pequeñas fábricas, explica Saiz. Estas navidades llegaron al País Vasco 90 menores que “se enteraron de la crisis” al llegar a España. “Viven en una zona bastante abandonada. Ucrania tiene unas zonas fabulosas, pero la realidad de nuestros niños es otra”, comenta el portavoz. “Los búnkeres de estos niños que viven en aldeas son las fresqueras que hay en las casas bajas. Una excavación en la tierra donde ellos guardan sus alimentos”, añade.

Desde la asociación temen que los niños no consigan salir porque la zona, además de estar incomunicada, puede estar ya tomada por las tropas de Moscú y “anexionada de facto a la Federación rusa”. Aun así, esperan que las familias logren salir. Ellos están dispuestos a acoger a familias enteras y piden que esto no suceda, “que no salgan de manera desordenada cada uno como pueda”. “Entendemos que una separación de hermanos en un conflicto bélico supone que el que tiene 16 años pueda intentar reencontrarse, pero en el caso de hermanos de cinco o seis años, si se separan ahora van a estar separados oda la vida”, lamenta.

Unicef y ACNUR alertaron este lunes de que en la última semana “más de un millón de refugiados se han visto obligados a huir de Ucrania” y que “miles de ellos son niños”. “Entre los que huyen, muchos no están acompañados o han sido separados de sus progenitores o familiares”. “Los niños sin cuidado parental corren un mayor riesgo de sufrir violencia, abusos y explotación. Cuando estos niños son trasladados a través de las fronteras, los riesgos se multiplican. El riesgo de trata también se dispara en las situaciones de emergencia”, advierten a través de un comunicado conjunto. Garantizar su identificación y su registro inmediato a su llegada es esencial, “así como ofrecer espacios seguros para los niños y las familias inmediatamente después de cruzar la frontera, y vincularlos a los sistemas nacionales de protección de la infancia”.

“Hay que hacer un esfuerzo para poder ayudarles y evacuarles, de manera temporal porque su futuro está en su país y tendrán que plantearse volver en un momento determinado”, reclama Saiz. “Tenemos que salvarlos. No son nuestros hijos de derecho, pero los consideramos nuestros hijos”. 

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