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Adelanto editorial El final del control policial

“La policía nació para facilitar la explotación basada en el colonialismo, la esclavitud y el capitalismo industrial”

Portada del libro 'El final del control policial'

Alex Vitale

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La elección del título El final del control policial se debe a la voluntad de señalar la relación entre el pensamiento abolicionista y su puesta en marcha organizada, que contemplo a partir de tres posibles aspectos.

En primer lugar, como un análisis, según el cual la policía nació para facilitar la instauración de los regímenes de explotación vigentes a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, basados en el colonialismo, la esclavitud y el capitalismo industrial.

La policía no se creó con la intención de reforzar la ley o garantizar la seguridad pública, pese a que ambas vertientes pueden ser derivadas de la intención primaria, que consistía en instaurar un orden social mediante la gestión de los problemas que dichos regímenes de explotación producen, como los llamados «actos criminales», así como hacer frente a la resistencia, formal e informal, frente a esos mismos regímenes de explotación, resistencia que va desde los tumultuosos placeres de la clase obrera a las rebeliones de esclavos o las huelgas organizadas. En tanto en cuanto estas conductas interferían en los diversos proyectos de explotación, debían ser suprimidas.

Este análisis es necesario para evitar caer en el error de pensar que los problemas derivados de un control policial abusivo y racista pueden resolverse con formación orientada, cámaras corporales o vigilancia comunitaria. La policía no existe básicamente para garantizar el control comunitario ni para llevar a unos cuantos polis asesinos a la cárcel. Lo que ahora concebimos como violencia policial racista no constituye una aberración, sino que es y ha sido siempre uno de los principales fundamentos del control policial.

En segundo lugar, la abolición es un proceso de desmantelamiento y construcción. Vivimos en una sociedad que apoya ampliamente un sistema policial masivo. Cualquier esfuerzo para revertir esta realidad debe llevar su tiempo y estar basado y organizado en torno a una serie de intervenciones estratégicas para reducir el alcance y el poder del control policial por etapas.

Esto es, asimismo, muy importante, ya que la abolición de la policía no implica únicamente el fin del control policial. Se trata, sobre todo, de eliminar los regímenes de explotación y desarrollar el poder de las comunidades y los recursos para abordar los daños de manera más justa y reparadora.

A medida que vayamos avanzando paso a paso, podremos empezar a desmantelar la lógica de la explotación respaldada por la policía, así como la política de encarcelación que impera en la sociedad estadounidense.

A medida que vayamos replegando la escuela policial, necesitaremos instaurar servicios de asesoramiento y apoyo familiar, así como abordar los problemas más importantes de segregación racial y las profundas desigualdades existentes en la financiación de la enseñanza. Todo ello requerirá tiempo.

En tercer lugar, la abolición es una visión sobre la posibilidad de un mundo en el que la vida social no esté a merced de individuos con pistolas que meten a los seres humanos en jaulas. Se trata de abordar los daños formando personas y comunidades, no derribándolas. Se trata de esforzarse para plantar cara a los regímenes de explotación instaurados en el núcleo de la sociedad estadounidense, así como a los sistemas de opresión global, y averiguar las posibles alternativas y los procesos necesarios para lograr esos objetivos.

No se trata de una ciencia teleológica de la revolución basada en una utopía preconcebida que solo necesita de la ingeniería inversa. En efecto, necesitamos estudiar en profundidad las prácticas y el pensamiento revolucionarios, así como realizar una profunda crítica de sus limitaciones y sus fallos históricos. Un mundo mejor es posible, pero para conseguirlo hay que trabajar mucho.

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