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Todos los Santos en Francia, entre el terrorismo y la pandemia: “Es triste tener un cordón policial en torno a la iglesia”

Tres policías vigilan los alrededores de la iglesia de Saint-Sulpice, en París.

Sara Canals

París —

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En la iglesia de Saint-Sulpice, situada en el corazón del distrito número VI de París, tres policías custodian la puerta de acceso. A pocos minutos de las 11h, vecinos y residentes van llegando a la iglesia y se disponen a tomar asiento para la misa de Todos los Santos. Un servicio de seguridad verifica los sacos y mochilas en la entrada, donde no faltan dispensadores de gel hidroalcohólico. Una vez dentro, hay una silla vacía entre cada asistente para respetar la distancia de seguridad.

“La misa de hoy está marcada por dos hechos”, arranca así el sermón del padre Henri de la Hougue. “Por la crisis sanitaria y el confinamiento que justo acaba de empezar, y por un hecho aún más dramático: los atentados de estos últimos días, con los cristianos como blanco simbólico”. Y es que el reciente ataque, la semana pasada, perpetrado dentro de la basílica de Notre-Dame de Niza está muy presente entre los franceses, conmocionados aún por la decapitación de un maestro, Samuel Paty, justo el día que empezaban las vacaciones de Todos Los Santos. A todo esto, ayer por la tarde un individuo atacó a un cura ortodoxo en Lyon mientras cerraba su iglesia y en los últimos cuatro días ha habido varios intentos frustrados de ataques con arma blanca en París, Lyon y Avignon.

“Es indignante y escandaloso que hayamos llegado a este punto” cuenta Guillaume Pontallier, un joven bordelés residente en París, al salir del servicio. “Es triste que tenga que haber un cordón policial alrededor de la iglesia, en pleno centro de París, para poder venir a practicar nuestra religión”. Aparte de los agentes que controlan la entrada, una decena de furgones policiales rodean la plaza de Saint-Sulpice. También hay policías de paisano.

A raíz del atentado en Niza, Francia ha intensificado las medidas de seguridad y el país se encuentra en estado de alerta máxima terrorista. El presidente francés, Emmanuel Macron, se comprometió a reforzar la seguridad en las escuelas, cementerios y lugares de culto, “en particular, por supuesto, las iglesias, para que el Día de Todos los Santos tenga lugar en las condiciones debidas”, declaró Macron desde Niza el pasado jueves. El Gobierno también ha aumentado de 3000 a 7000 los militares destinados a luchar contra la amenaza terrorista y, a partir de este lunes, el Ministerio del Interior movilizará 7000 agentes de Policía por esta misma razón.

“He venido a pesar de no ser creyente. Hemos rezado por las víctimas y ha sido una misa muy bonita” explica a este diario Anne-Françoise, parisina rozando los sesenta. “Debemos ser numerosos para defender nuestras tradiciones”. Admite no haber tenido miedo, pero añade que “la misa de las 7h sí que es para los valientes”, pues el ataque en Niza se produjo a primera hora de la mañana. A diferencia de Anne-Françoise, Olga ha optado por no ir a la misa. Pasea con su marido y su recién nacido por la plaza de Saint-Sulpice: “Normalmente siempre vamos, pero este año, entre la pandemia y los ataques, hemos preferido no hacerlo”.

En la puerta de salida, el padre Henri acaba de despedir a los pocos vecinos que quedan por irse. “Ha ido bien”, reflexiona. “Hay menos gente de lo habitual por el confinamiento, hay un poco de confusión sobre si se puede ir o no a misa”. A partir de mañana, estará prohibido celebrar misas públicamente, aunque las iglesias permanecerán abiertas. La parroquia de Saint-Sulpice volverá a celebrar misas online, como ya hicieron durante el primer confinamiento. Al preguntarle sobre los recientes ataques, el padre Henri agradece que la Policía les ayude en este período tan crítico. “Aun así, no podemos poner a un policía detrás de cada cristiano. Solo nos queda vivir en la esperanza, y pensar que Dios está con nosotros… Antes de encerrarnos en casa”.

Manuel Valls, entre los asistentes

El ex primer ministro francés y actual concejal en el ayuntamiento de Barcelona Manuel Valls también ha asistido a la ceremonia de Todos los Santos en la iglesia de Saint-Sulpice con su mujer. “Estaban sentados justo a mi lado”, explica Guillaume Pontallier. “Valls forma parte de estos líderes que se han negado a ver el problema y que hoy abren los ojos. Pero es demasiado tarde”. Guillaume se refiere a una política demasiado laxa contra el islamismo radical y que el ex primer ministro criticó hace dos meses en una entrevista en Le Journal de Dimanche antes de que tuvieran lugar los recientes atentados. “Hay un peligro islamista real”, comentaba Manuel Valls en la entrevista, instando a Macron a “actuar sin que le tiemble el pulso”.

“Los franceses estamos al borde de un ataque de nervios” continúa explicando Guillaume, indignado. “Estamos hartos de esta serie de atentados, somos el único país de Europa donde esto pasa con tanta frecuencia. Los únicos responsables son los políticos, que no han querido ver el peligro en el que han sumido al pueblo”. Tras el atentado contra Samuel Paty, el Gobierno francés ha reforzado su estrategia contra el islamismo radical, intensificando el control de mensajes de odio en las redes o investigando asociaciones islamistas por presuntamente promover la violencia. También se ha comprometido a expulsar a 251 extranjeros en situación irregular fichados por radicalismo terrorista.

Refuerzo policial en Niza a partir de mañana

A parte de extremar la seguridad en todo el país, el Ministerio del Interior enviará 120 policías adicionales a Niza a partir de mañana. Durante todo el fin de semana, tanto vecinos como representantes de distintas religiones se acercaron a la basílica para rendir homenaje a las víctimas del atentado. Olivier Richard, vecino de Niza, se acerca a dejar flores en el atril. Vive cerca de la basílica y explica a elDiario.es que también vivió el atentado de 2016: “Tengo la sensación de que vuelve el horror. Macron dijo que hay que aprender a vivir con el virus, pues también debemos aprender a vivir con esta forma de acto de terrorismo”. Aun así, no pierde la esperanza: “Hay que trabajar en el fondo, ser tolerantes y abiertos, que las comunidades y las religiones se hablen entre sí”.

Por su parte, Sami Abed, taxista tunisino-francés y residente en Niza desde hace 35 años, cree que el Gobierno francés tiene que ser más estricto contra el radicalismo islámico. “Severidad y mano dura!”, exclama, “Macron y compañía están relajados. Hay que hacer limpieza y echar a quienes están aquí de forma irregular, los fichados por radicalismo.” Al preguntarle por el ataque, Sami comenta que es “atroz, muy grave”, pero también cree que Macron tiene que parar de defender las caricaturas de Mahoma de Charlie Hebdo: “Como musulmán, creo que deberían de dejar de burlarse de las religiones. Ya basta. No justifico la violencia, pero es una provocación innecesaria”. Sami lleva en su coche unas cuantas velas para dejar en el atril de Notre-Dame, cuando termine su turno, junto con su familia.

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